domingo, 31 de mayo de 2009

FragMento de: La vida despertando por la muerte

Cerrarás la puerta del cielo, jamás descubrirán el secreto; porque es tuyo y entre los pantanos infringirás que el poder es tuyo, sólo tuyo.

Al despertar sabes que no hay más palabras para revelar, sólo el silencio se escucha sordo entre la voz. Preguntarás lo qué eres, y sin más respuesta llegarás a pensar en la orilla de tu cuerpo gritando al desplome de tu razón, sabes que esa orilla te lleva al recuerdo y que de ahí sólo queda esperar entre el murmuro para llegar al infierno. No hay más que un papel y una silla, pensarás en escribir el poema más encarnado y estremecedor; aquél que lleva al cielo y al diablo en la misma palabra, el que se deduce entre los sentimientos más engatusados por la suerte de ser él que más ha emocionado, el que entre versos y líneas dice una y otra vez lo que entre esperanza se asoma, el que entre el universo suspira una noche eterna al amarla, el que entre poemas y poemas no hay más que leer éste, éste… tú poema. Pero al sentarte, tomarás la pluma del vientre de la literatura, sabrás que estás listo para blasfemar y amar la hoja, cuidarla hasta que el incendio protagonice entre tus dedos la ovación de tu sentimiento; pero has llegado, y nada llena la primera estrofa, nada es demasiado perfecto para lo que sientes, para cubrir el llanto rasgado de años, sólo es posible escribir y declamar la sentencia de tu vida, la que has vivido entre el sueño de pertenecer a una para agarrar ante el cariño de tu amada:

-¡Mal mierda me parta ahora!

No hay qué escribir, no hay que rezar, no hay que vivir. Despierta de tu sueño entusiasta, sé el retrato perdido de los ojos que ella sueña, porque sabes que no eres escritor, que tus sueños están más enterrado que la esperanza de volver a verla, de mitificarla en el artificio de tus palabras, de llevarla profanando las manías de la locura.

-No eres escritor… no lo eres.

Atiendes a esa voz que baja desde tu boca y se despliega en tus lágrimas. Recordarás que comenzaste por no morir, porque te encontraste solo en el infierno y sólo llenar las rocas con tu sangre era la forma de sobrevivir, pasaste a los poemas como una burla por la sentencia, ¿pero sirvió de algo? Ahora la recuerdas pegada a la cicatriz que te dejo al besarte, entre el ocio de leerte y prostituirte entre la sátira de tus mismas palabras. Abres los ojos y descubres que no has escrito nada, nada, sólo que sigues lamentando entre poder confundir al cortejo con a suerte. Recordarás que esa tarde alguien te pidió un encendedor, y que ese alguien pudo haber sido tu esperanza al dolor. Ahora recuerdas las palabras, las declamarás en silencio una y otra vez:

-Oye. ¿Tienes encendedor?- te dijo sonriendo.

-Diablos no… Pero que triste- sabrás que ahora estas hecho un pendejo, ¡un pendejo! cómo al que llamabas al que estaba a lado y rezando por un amor perdido.

Te despediste sin haber saludado. Eso es el valor de haber escrito, el precio de haber vendido tu alma al postor más eficiente y orate que pueda existir. Pero ahora te pronuncias orgulloso entre más y más escribes, sabrás que atrás de todo no hay nada; porque tus poemas no llegan, siempre siguen volando entre su ventana, violando la privacidad por la curiosidad de verlos muertos.

Sigues pensando en el encendedor, era bonita ¿pero qué ibas hacer? Yo soy tu pastor y te seguiré chingando la vida hasta que entre las hojas suspires las letras hasta el universo.

Sigues tratando de escribir sobre una idea vacía, tratas de llenarla con el recuerdo y con melancolía...