jueves, 26 de febrero de 2009

Tentación unánime

Las delicias del poder se jactan en la postura más nítida y del matiz vanguardista de las posturas reaccionarias. Más que poseer el poder, es el mismo quien se seduce y fornica con los canticos de la legitimidad de mandar, de granular los procesos inertes en partículas imperativas que estructuren finitas ordenes a intereses de inquisiciones capitales.

Son los enfoques la abolición del segmento para restaurar la creatividad, y al mismo tiempo los instintos de manejar en la rotula espiral que divide la decisión por la franqueza; un estrecho colapso de realidad puntual de la vital captación por sucesos. Es una ranura que grieta los intensos atributos originales para poder fecundar en ellos, la nueva y servicial comunión de la prostitución encarnada de conceptos, como un libre sufragio que recrimina en coerción el libre albedrío de la innovación.

Pero entre poseer la eternidad y acontecer en la historia, los hechos cambian. El camino más revolvente en las tribulaciones que el poder ejerce bajo los enfoques peyorativos de los signos sociales, es captar la perceptible e inmaculada restauración de los instintos vitales para conciliar la jaula preferente del mando individualista; un canal de egocentralización por la pertinente radicalización de la tentación.

Y entre los matices, que correlacionan los barcos innavegables sobre aguas térmicas de ensueño, se desprenden los albores de correlación entre los yugos transpuestos e idiomáticos y los voraces ancestros que penigran los entes por la absorción de sus recuestas. De tal región infiltrada por la retina destitucional, se nombra la gala colaboradora de elegir el suspenso fiduciario de la estrechez de la felicidad. Un campo absorto y unitario como los plurales encantados de los yertos de ilusiones, como es el mismo amor representado en sus máximas atribuciones de esperanza.

Tal encanto de presencia por la absorbencia de las nítidas y viscerales atribuciones se arrojan en las reductoras vías que el amor conduce. Una decisión cosmológica de la quimera consciente por gusto cronológico de los pronombres por una figura señalada en los juicios discrepantes del fulgor arquetípico.

Bajo la voz que sosiega el velo retenido por la comunión fortuita, el brutal y vasto universo que contiene las premuras occidentales del proyecto radical, se enumera la función de los entes estrechos al precoz y proveedor cuadro de conceptuales que reducen la objeción a un término de distribución sanscrita.

Los pardos que las estrellas amanecen son recogidos por la voluntad liquida de los monumentales criterios que se estilizan en portales del rubro, donde al conciliar su reductora imagen llegan a la faz del concepto como una pendiente que ilumina el fugaz y decadentista camino de los orates en desgracia por pena ajena y mancomunada en sus sueños. Una tentación jamás cubierta en sus espacios y nunca vacía como en su nada. Un estrecho colapso de lucidez en la voz más nefasta del mutuo gancho de concepciones a un canto evocador en su seducción recriminante por la puerta del paraíso negro.

lunes, 23 de febrero de 2009

Resurrección fugaz

Todos llevamos un camino helénico que despierta la atribución de la atracción en distribuciones equitativas de la estética. Por que si bien, tanto la belleza esconde los límites retenidos, es la fealdad un camino repudico y sustancial que lleva a esconder las sacrílegas y numerales penitenciarias que un secreto al descubierto puede guarecer.

Y si bien el olor anímico despierta la sensación de la contracción, es la facultad de los proverbios en tutelares delos aforismos, determinar la tendencia de nuestra buena y renacentista comunión de la resurrección. Un camino apto para el vuelo de la sistematización de las estrofas burdistas, y de los versos semblantes de reciproca corrupción.

La vida se refleja con la luz de la muerte, en un pendón estacionado de criptas y de plurales personales que encantan el placer de la dicha. Toda una capa de preposiciones aleatorias con estacionamiento en su sentido; como si las llanuras vistiesen los egos míticos de nuestros instintos.

Y bajo la sombra ritual que ofrece asesinar al gusto propio, me ofrezco en las dedicatorias a un vestíbulo portátil de disfraces, a manutención del símbolo. Una puerta cuya perilla gira en los sentidos de elección, cuyo sufragio recrimina la declaración. Sólo la contradictoria rima de los frutos retóñales, son capaces de sustraer el sentido voraz y morboso que una buena letra puede ofrecer en la seducción decrepita del yugo vital críptico.

Los cascos épicos son demasiado grandes para la sociedad, y el miedo de portarlos ocasiona el perdón insolente de las tribulaciones sin sentido: vivir sin acontecer en los sueños en una esfera dogmatica y estrecha por la condena del cumplir legislativo. Y de tal asco sólo nacen juglares acciones con acento estulto y vacío de los fugaces amaneceres que contiene la noche. Verdaderas acciones triviales que pueden retomar la leyendo borrada, pero en cambio se tornar grises bajo la cadena de los singulares de representaciones sociales por acontecer en el bueno juicio de su casta.

Basta con recriminar con la vista a cualquier lado para saber que la longitud del idealismo ha caído bajo los estupores cardinales del movimiento, el cual se lleva en la poca clara de la tendencia de acentuar los matices de los actos más idiotas y jamás vistos; como los más esclarecedores la representación social del tiempo de estos años copulados.

Parece que con gran dinamismo, toda la voluntad adquirida se vuelve hacia los años inesperados. Cuando el grupo retira su reclamación por la consagración de su bienestar individualista, es por que el final profético se torna hacia los años adquiridos para la terminal que el fin arroja, bajo el semblante que cambia las risas, el bienestar artificial, la moral anti-axiológica, la yugal convicción de la orfandad adhesiva hacia su máximo miedo, cuya solución es clavar su lengua cortada en la pared bíblica y rezar por la aparición del Gran Profeta. Y en ese resguardo, mientras la resurrección fugaz tiene paso y ustedes angustian su muerte por perder la vida; yo estaré burlándome en los grados descomunales que me son permitidos, hasta que mi risa sea escuchada con la irónica mueca del fin.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Mutuo desacuerdo

Las decisiones son el abolengo de la tutorialidad del bien o del mal, de la moral descriptiva y de la normatividad dominical de buenos juicios; más que esperar una decisión en la gramática de nuestros amaneceres, nos desarrollamos en los hechos furtivos y destituyentes de las verdaderas decisiones. Como si las premisas de nuestra voluntad recurrieran todo el ego de sus convicciones, así mismo en el misterio de su desarrollo por una de las razones más viles y simbólicas de la vida: el mutuo desacuerdo consigo mismo.

Más que poner moños en las florecientes voluntades presentes, desarrollamos un estereotipo de actos con el fin representado; una quimera sin desarrollo consciente pero objetiva bajo el análisis externo. Tal protocolo de infamias, son guiadas por la facultad del miedo a cagarla; un fugaz reino esperando para burlarse del insolente que violo las reglas de las consecuencias, sin haber estas, acontecido de manera recreativa. Al caer bajo el fortuito y desembocante acto de confusión que se muestra al tomar una decisión, el normativista se arroja en planos revocables a la dimensión de la sociedad; sin llevar sus presentes y recicladas decisiones por la voluntad de su parte vocal y reminiscente a sus primeras tendencias del destino.

Si bien o mal, el destino y junto con el tiempo llevan a realizar las voces pendientes que los fantasmas escriben, todo un cumulo de confesiones por los pecados que no hemos acontecido. Bajo esta vival cognoscitiva, las decisiones bajan en el recuadro abismal de los entes complementarios; una jaula recurrente de finitos en los infinitos. Y bajo esta peyorativa de la facultad adquisitiva, los monumentales actos que conforman nuestra vida se tornan como pericias suspicaces e irónicas, capaces de formar la revolución de la rebelión con el yo.

Entre tomar una vertiente que enumere la causa y comprobación de la toma de decisiones, tomo la determinación de alojar en los residuos de la masa negra, la facultad de integrar complementariamente la inseguridad y a la vez la seguridad de nuestra voluntad fortuita. Más que la masa negra, un esquema de raíces amplias que Dios plasmó en distintos casos, bajo el paraíso infausto, bajo la gama estereotipada, entre la mano del velo, o en algunos casos; bajo este insolente paraíso negro que cubre mi cielo e infierno.

Pero entre la agitada demacración del estatismo, describo a los gitanos que llevamos una vida renombrada bajo los recitales que vigilan los secretos: Mi secuencia, como el Ermitaño de las letras, es la formalidad del destierro de la probabilidad radical por tomar la libre interpretación de la muerte atreves de la vida. Esto, hermanos de tragan mierda encapsulada, es tener la decisión de no tener decisión para poder abordar la voluntad. La voluntad quimérica…

Bajo este enfoque desembarco la causa del sorteo celestial entre Dios y su no-Dios (Mefistófeles), en esta baja y sucia lámpara del destino, que recrearon para el Ermitaño de las letras en este paraíso negro que grita por ella y soy esclavo de este mutuo desacuerdo.

lunes, 16 de febrero de 2009

Conciliación de soledad

¿Qué castigo cobramos los justos y pertinentes rubros de deísmo por el arbitrario y seductor momento de sociedad? Si bien los cuadros medievales desfilan en una perdida y estrecha visión de cartas monumentales; y el renacimiento como una atribución revolucionario en la clásica era post-moderna que arroja el sacrificio de la casta intelectual por la reducción abismal de los masificados.

¿Qué descaro es la consecuencia del “triunfo” de igualdad encadenada, de libertad soslayada, y de fraternidad esculpida? ¿Acaso es el mutualismo de las reducciones blasfemadas por la correlación de la mutabilidad de los infiltrados en el protagonismo de balbuceo? Dejando la triste llama de las retinas sociales, vengo a facilitar la imagen requerida; radical en la sistematización vehemente, me arrojo en los perdidos párrafos para facilitar al templo, los instantáneos y reductores de mi separación del pueblo voraz y copulado.

El infierno es una triste imagen que ya no sobrepasa la bitácora del miedo; si no una idea sombría y reductora de un triste mito. Pero ante la expectativa y atribución de los esquemas y las prerrogativas del dolor y angustia que el mustio de la palabra recrece, conllevo en mis faces, la luna reductora de mi bien.

Tengo que afirmar, que mi infierno no esta sustentado en miedo y fracasos, si no en una represión que se alberga en el sentimiento. La exhibición prohibida de la metáfora es la contemplación del realismo, y yo no puedo albergarme en esos campos; son demasiado oscos y fortuitos para morir. Mi infierno esta contenido en la decisión gutural del destino, sobre vasos de sangre que recriminan mi nacimiento, ante estatuas de luz que oscurecen mi sombra, sobre ramos perdidos que se filtran por el velo, a nubes extensas que llueven sobre mis ojos la raíz más nefasta y fatalista que alguien puede padecer: estar solo.

Sí me quejo, para qué negarlo, pero no destituyo en eso ningún cambio, más que estar solo, sólo contemplo la reducción de mis días de una forma individual… ha!! Que buen pedazo de crítica reductora a mi mal; como una confesión al llegar con Mefistófeles y preguntar por mis pecados.

La causa es simple, salvarme. En el fondo siempre estuve con ellos y seguiré entre nosotros. Pero en la estancia de pendones que caen en la defensa intima, lleva a que me hundan en sus paraísos dogmaticos y amplios de basura. Así que mantengo la distancia dinámica entre el Ermitaño de letras y el nefasto crupular de las horas presentes. Doble faceta recurrida.

Si bien estoy hasta el carajo de loco. Mis ratos de insano son en la trayectoria que recurre a mi fortuna de ideas. Pero siendo honesto y sin dar pretextos intangibles a su comprensión, admito que siente de mierdas a primeras eso de estar solo. Y en esta triste noche, quiero reprimir ahora, esta conciliación de la soledad que padezco desde hace unos buenos años. Y rescatar el sujeto fiduciario que alguna vez llevó sus sueños, en un paño de carne de confusión y transmuto su afán en una cripta que ahora camina. ¿Pero a quién hago pendejo? se que seguiré en este concilio de la soledad…

domingo, 15 de febrero de 2009

Recital a un muerto

Ante la cobertura vital que entrega la noche al recibir nuestros sueños, es necesario adjudicar las voces que componen los versos más infieles que se adjudican en mí. Durante la caída de Tiempo que rompe la miseria del estrecho colapso, ante la postura de supuesta inercia que codicia la tragedia de mis dimensiones, exclamo a distintas peticiones el eco tinto de mis devociones. Y como rueda la fracción de pozo, sobre los abismales ritos perdidos. Fundo sobre esta perdida lectura, el llano canto de mis flexiones.

Sobre el infalible ruido que acosa mi determinismo, doy ahora la perdida causa de la esfera. Furtivo funcional que recorre la vista electa de su alrededor, al conmemorar su sentimiento que sobrepone los cultivos glaciares del espacio. Espacio de forma inhumana; correlacional a la luna, infringiendo el sol sobre el amor, ayunando el corazón con sus males, gustando el participio del pronombre, ejecutando la vida sobre la cisterna de Él, imitando escribir lo que hace, escribiendo lo que yace, llorando la barda transcrita de su ejecución, y colocando payasinos en su mente; para cuando sea necesario asesinar uno y sobrevivir, maldiciendo su prima de abolengos uniformes, ocultando para siempre su alma. Y sobre la muerte siempre bebiendo sus ojos negros sobre el secreto jamás expresado…

Secreto que no tiene que ver con nada, y que su voz es un mar levitando sobre cualquier causa de un concepto, inmemorable sobre los seres, pero capas de imaginar su existencia para el gran Ermitaño que sigue a la serpiente, y que se mofa de sus contemporáneos.

Épico fundamento durante la cordura de mi vida que oscila en la faceta jamás involucrada en la historia. En las múltiples versiones que subliman mi carácter, me digo incapaz de involucrarme en la descripción de ellas, pero en tal volumen de ocasiones son, que destituyo la vanguardia de tal operación. Si bien, en el fondo sólo arrojo una… la que guarda en mi cociente, la imagen tautológica de ojos negros que guarda ancestralmente por el manto de las más pueriles ilusiones que han existido.

Los recitales son la guarda por ilusiones, que rotula la existencia de una idea genial sobre los estupores que relaciona su autor. Pero dado un conjunto de letras; como clásica destripación de la excusa, que destapa al deísmo de su autor, creo conveniente, llamar a la suma de los volátiles años que llevan los distintitos amaneceres de letras como el llamado de los primeros, recitales de armonía escrita a nombre de un sentimiento encausado a otro. Y sobre esta alucinación, quiero recordar el signo que funde la realidad con la fantasía, que guisa al frenético ritmo de la odisea monótona, con el inesperado cantar de los blancos recuerdos de voces redomados.

Y antes de la memoria de mi nombre (si es posible elegir tal insulto), quiero guardar tal, y asegurar que desista las falsas versiones que pueden concurrir al hecho. Si con su gran voz me lloran, y me gozan en el escrito; quiero concurrir a mi gratitud, siempre y cuando no toquen mis recuerdos (escritos), como suma verdad de lo que yo era, y tampoco mis tribulaciones de mi vida. Si no, un estrecho campo que olvide conceptos y realidades, para un resultado final de composición al manto arraigado de mi existencia: yo desde yo. Y testo aquí mis rimas, que son todas dignas a los versos del cielo que llueven las luces que amanecen el amor. Y así doy testimonio de lo que fui, soy y será, y espero que sean producentes en mi petición, y comprendan lo que trato de marcar, soy la relación entre mi sueños reales.

Ante el recital a un muerto…

sábado, 14 de febrero de 2009

Por la voz de los caídos

Formalmente las adversidades retoman nuestro bienestar, y sin más que esperar del trastorno accidental, que fórmula los dotes de desgracia comunes a los estupores representantes de la depresión, adjunto la recóndita protesta al fungir de los factores sensoriales que se presentan como una falsa e irreversible realidad.

Cierto que escribo con más dedicatoria a mi pronombre, pero dados los adjetivos que benevolente me alisto, no es de menos proteger a mis lectores fantasmas de la crítica dinámica de mis representaciones. Así mismo, la inexistencia de los bordes deslumbrantes del paraíso, y la entrega conmocionar de las bondades de la Tierra que se provee en el reino más infame del comienzo del tiempo, me abro la sangre con las palabras más finitas de su entorno…

Supervivencia, digna característica de los rencores más rebuscados a nombre de la extracción de la muerte, desarrollándose así, fines determinantes agregados al medio para una progresión del ser. Tal patraña de la rebusca por rebelión, s concisa a la desunión y negación a la hora sideral que marco su signo.

Si bien la vida y muerte es el paso consiente de la raíz estática hacia obesas voces que representan, de una manera capaz, la estrategia sistematizada de la interacción desprendida en los argumentos ontológicos a nuestra buena estrella. Vengo ahora a recordar aquellos que oscilaron nuestros recuerdos y cercioraron la fundamentación de su derrota. Duelistas de la razón, de la opresión que castiga la diferencia de los roles mentales. Delincuentes que roban del futuro, el bienestar, la imaginación, creatividad, arquetipos, ritmos terrestres de los márgenes hegemónicos, raíces a cielo, trastornos equivalentes a reciclar el infierno en prosas de eternidad.

Vengo a renombrar a los que han caído, los muertos que algunos locos recuerdan y advierten de la totalidad ventilante del sufracto mundo. Una concisa y verdadera humanidad de los mejores recuerdos de la moral. Pioneros de lo raro, desconocidos en su firmamento, incomprendidos en la pena de la eternidad, llamados en un mecanismo de conciencias, acreedores de nuestra alma, infalibles caídos en su triste gloria.

Si bien el sufrimiento, el titulo de no poder acontecer en los degustos que no lloran. Los caídos, irreversibles, sufren de los estupores más tortuosos que la esperanza puede dar. Y representados en tal estado, su gran apremio por tratar de revertir su dicha. Es de ahí, donde con enorme trama grito por ellos.

Por su voluble intensidad de pasión que se contrae en las recurrentes divisiones, de los que mencionan su nombre. Por ser, lo que el resto detestaría. Por la contradicción de sus propias mentiras. Por dejar su voz en un misterio para salvarse de los que creen comprenderlos, para defender su caída en el infierno.

La pena es la concordia de ver la esperanza durante la angustia, donde todo el infierno envuelve cualquier posible consecuencia a los lazos, que finalmente determinan la relación atributiva de nuestra vida. No por sufrir mucho se es más sabio, si no puede, el sabio sufrir más que otros.

Y ahora, tengo que confesar que carezco de arquetipos, ídolos, o cualquier sustracto que sea mención de imitar. Admito mi admiración, mi respeto, intriga, entrega y dedicación, a los innumerables personajes que merecen el conjunto de sus sueños. Pero no lo quiero imitar, y tal vez más que no querer; no creo poder, pero en aquellas posibles tendencias, el resultado es uno sólo. No soy más de lo que ahora soy, y no me arrepiento.

Pero no es de más dedicar un poco a los que han caído. Sea donde hayan caído, expreso mi máximo respeto y sana admiración a la resistencia de la voz, que siempre despierta el universo.
Así que la presente, no es un homenaje, y no pretende serlo. Soy demasiado informal como para profanar el bueno nombre de los que hablo. Más a mi oscura voz, los llamo en mis inútiles párrafos, para presentare como la historia invisible que la mayoría desconoce.

Y si bien o mal me reciben, estoy en su capacidad de peticiones, jamás entregadas a Dios por temor a que se cumplan.

Ahora y en los próximos años, pido fin a la presunción, con que algunos insolentes nombran a sus ídolos. Bien me gustaría colocarlos en su vida, par que con honor puedan describir una hora de agonía por la voz de los caídos.

sábado, 7 de febrero de 2009

A la seca máscara. Ella...


Como introvertida cucaracha eres,

buscando mi azúcar por tus tales mañas.

Qué buen esperanza me afama

a tu rastre certero de cama,

a tu finito corazón de telarañas,

a tu disfrazado cielo de cantares…


Maya tus flexiones.

Trisna mis devociones.

Fama el cielo de tus acciones.

Grazna la penitencia de tus dimensiones.


Infame criatura de la clara,

construye tu manzana del arca

con la tristeza de mi noche blanca,

y de las estropeadas figuras de mi cara.


Te envuelves en una máxima carpa de ponencia,

más no sobrepasas tu mayéutica de lombriz,

presumes con oración de tu gran velo de emperatriz,

más ese telón es la misma carencia.


¿Pero que te puedo decir?


Si sólo soy una herradura de tu establo,

soy tu convicción de lo raro,

el desperdicio de tu coro,

el puñal al que le falta filo…


Sí, en eso me contribuyo, pequeña

cucaracha de enorme caña,

infeliz insecto negro que carna…


Infierno de mi esperanza vana.


Más de todo esto sólo destituyo una cosa…

A tí… querida de mí enclaustro.


¡Finalmente…! ¡Termine el espectro!

Y ya no constituyo tu balsa.


Adiós soledad mía…

¿Incomprendido?


O
¿Incomprendido por sí?


--Dedicado a nadie—(a todo)


Inspirado hace tiempo


Escrito antes de ese tiempo…

¡¡Claro en las veces que la he cagado!!

Y tres mujeres llevan ese estado…

jueves, 5 de febrero de 2009

El Ermitaño

En séptica austeridad de la sociedad. Como el más suspicaz vanguardista de la soledad, cuya guarda conmemora aniversarios de traición al código que alguna vez reuní y fueron motivo de abolengos de mofa, de represión por normalidad externa de la línea circular que interpreta la oración nocturna de todos.

En los más enfermos dogmas que baten la comunión y destrozan la intención, relacione la pulcritud de mí alrededor como el trauma de su convección a la conmemoración de la mentira; que atribuye el estado antinatural de la voluntad viceversa de sus habitantes. Habitantes que considere con los bien-hechores en busca del equilibrio y de la definición de la generación infantil que asistí en mis sueños, con el crepúsculo de mis pensares al beneficio; que fueron esculpidos en la saliva de su burla y fueron trazados en la máxima jerarquía de mierda imaginable para la condecoración del nuevo loco por magna de su estirpe: sus sueños.

Si bien a un loco no se le juzga por que su voz lo diga; si una persona dice que esta loca, más actúa con el fluido de la nitidez de la organicidad de sus actos a flor de su bienestar, no esta loco, sólo esta imbécil y estúpido. A un loco se le define por sus actos, de las claras consecuencias que originan en la mentalidad de los subjetivos revocables.

Bien se lo que fui, lo que soy y lo que seré. Los problemas que agonizan nuestra existencia de infante regresan con los pendones de enfrenta. Tal batalla por romper el círculo en contra de todos los fantasmas de conspiran por los antecedentes que conjugaron mis derrotas. Sólo sobra la espada y escudo en busca del último signo que el ajedrez ofrece. De esta última batalla me obligo a maximizar el reflejo de mi alma por su beneficio. Y aquí estoy, como un estratega retirado, retando a nadie; más q a mi…

La vida tan frágil mengua en el eclipse máximo de las estrellas, en tal obscuridad, solo destellan los ojos de las ilusiones. En el anterior acto del fin, se asoman los gritos abruptos de los sueños, cuyas imágenes conmocionan a hombres de cera; que agreden con sus gemidos. El circo de los Dioses ha comenzado... ha comenzado en el perpetuo acto posterior del fin.

Hombres de cera, aquí estoy. Sin fin, más que la vida me puede regalar en la sorpresa de la libertad, de las impermeables lágrimas que brotan de mi piel y vuelven mi corazón transparente como el universo…

De sus cadenas ya sufro en el arco, y de su sistema me formo, más del virus; que surgirá después del espacio que suma el tiempo, seré líder de su destrucción. La vieja era triunfara en los ideales estáticos que algún día persiguieron mis antiquísimos hermanos, que recluidos en los secretos de su armadura esotérica, dieron al caballero la espada que traiciono al rey y llevo al dragón al vestigio del amor, que conmemoro el Sol.

Recluido en estos pensamientos, me detengo en un signo ancestral. Antes tan buscado, y ahora tan vomitado por su voluntad al odio. Sólo busco la alucinación que fundamente mi realidad, una pequeña huella que recluya el signo.

Fui proceso de su albergue, de su manto social que cubre las necesidades rastreras de la comunión del cuerpo con la suspensión de la unidad colectiva. Si bien veté la estructura en la medida posible de mi aguardo, por la premisa que esclarecía mi salida. Salida que con puerta directa al infierno, e infierno programado por mi suicidio que mutaba en la vida con acciones corpulentas de mal suerte. La elección no fue fácil, desistir del mundo es la mayor defensiva que un amor puede sostener. Una conlleva de verbos que el medio traga por vencer la anormalidad, un listado de pícaras soberbias; que de la bulla, encarga el mantener.

Hijo de la flor del universo que reside en la cueva de la multitud, un espacio tan solitario y estático; como las mismas controversias hacen entender. Enclaustrado en la silva de las letras, introvertido en el coliseo, seguido por mis sueños que nunca me soltarán, y desmedido en la muerte; me hecho altares que rezan las ancianas al momento de su resurrección, me he hecho agujeros llenos de la muerte y vida que vibran en cada espina, me hecho mercante de las propicios amores que de ayer a hoy no olvido, me hecho rehén de mi duda y he esclavizado la simplicidad de los actos, y si bien me he postrado en su ironía como el más completo voraz de su suspenso… de su olvido, de su rechazo, de sus ojos, de su sonrisa…

Ahora pago con las calamidades de mi fruto, fruto que planté con asco y absorción, y que alimento mi vieja carne de muerto. Ermitaño… ¡¡sí!! Pero ya estoy harto de ser vigía de su puerto y acosar el cariño con la voz perdida. Vigilando con la lámpara que oxida el mirar, voy de nuevo en busca de la fortuna, que brota en la cabeza del colgado, como el néctar de los jugos del fuego. Y el bastón que cubre la tierra, llevará mi oración a ella, y juntos en el mismo sueño, moriremos como la llama de hielo que distingue Dios…

Y si bien, no calla el infierno, lo azotaré con su nombre de cielo, y aunque no parezca mi victoria… Asmodeo sabrá de su derrota, sabrá del ejercicio que monta su espectáculo en cara suya; de los pesares que fui sosegado en esta vida. Y la muta del mundo escuchará la lluvia de relámpagos, donde mares y lagos escribirán la historia, montañas de cuevas subrayarán su nombre en el cielo. Y el Ermitaño…

El ermitaño será vidente a su acto, conocerá la magnitud de sus años, y de sus resultados gozará en la más sublime concordia de su corazón por afín de su rea. Y la sabiduría quedará en la razón del nombre escrito, cuya calma tendrá tinte de infinidad y perfección. Y la llave de los escudos yacerá en la necesidad de su olvido, y el tiempo detendrá su fin, en el acabar del Sol 2012.

Y sólo la desolación del Ermitaño, llamará la verdadera comunión de los individuos, con el tejer del horizonte en sus pupilas. De sus lágrimas sobrevendrán los felinos, que nómadas en su mito, condicionarán al mundo en la obscuridad de su armadura.

Expreso mi pesar al muerto que hoy vive…


Si bien las criptas nos albergan la conmoción de sus docentes, y sus docentes nos expresan el roer de los años en nuestra distancia entre un asilo de madera y la expresión del medio desecho. En esa tumba, los prototipos descansan de lo que pesa la muerte. Así mismo, a su alrededor descansan suspiros de gusanos, que marchitos de alimento han acompañado a nuestro devenir. Si bien ese personaje muerto yace en un yerto de olvido, y a su paso florecen pastos y glúteos de tierra. Él fallecer del pronombre de nuestra voz diverge en los condominios del eco que nos acompaño, vomita las lagrimas del querer por amor; lágrimas que consuelan el olvido y los dotes del alma que ofrecieron la conciencia de la pérdida.

Pero aquella arcaica cripta que da al personaje fin, es más de lo que no es, es la línea que asegura la muerte del objeto. Es la paz que nos asegura el muerto y él seguro de su muerte.

Pero he aquí, un signo que huyó. De las causas ancestrales que determinan el colapso de la vida y muerte por obra de quién legisla la completa ficción, como la más escéptica realidad. Un determinado azar, es el que, Él bienhechor dota el escrito con las más enfermas palabras, con las siguientes líneas: maldita bendición…

De determinante forma he comprobado mi acepción hacia los frutos didácticos que la vida ofrece. De todo ese conjunto de ranuras que conmocionan el talento de la gracia que se funda con la sociedad; me expongo como el radio de nula expresión. ¿Qué rayo cae en la fuente del sentimiento que no puede verter la expresión natural de los cónyuges de la masa? ¿Qué pasión sustraje, que aborda la causalidad como el más enfermo paso del acto…?

Estrecho campo es el que me divide de la vida. Al componer mis sucesos en orden de dicha, la jerarquía estipula con los dotes de la acción, que si de bien o mal haya sido, no sobrepasan la estructura. Sólo se muestran como una anomalía que ejerce la materia al alcance de orates e insanos, de un camino que cruza el agua por la frágil tierra que el movimiento expresa a la innovación póstuma de la expresión.

¿Qué diferencia existe entre un muerto y el estupor catatónico que me describe? Si bien, a nadie le importa mi vuela por el mundo, nadie es escriba de mi épica, todo resto de contundentes acciones se vuelven controversias en la mente de los consanguíneos. Las sonrisas se vuelven hacia el inframundo, donde las muecas ciegan mis lágrimas con el auto-determinismo de la hipocresía y despiertan infames burlas de ángeles encarnados que destronan mi querer por la oración del bien…

¿Qué hacer con un muerto clínico que besa la vida…?