lunes, 23 de febrero de 2009

Resurrección fugaz

Todos llevamos un camino helénico que despierta la atribución de la atracción en distribuciones equitativas de la estética. Por que si bien, tanto la belleza esconde los límites retenidos, es la fealdad un camino repudico y sustancial que lleva a esconder las sacrílegas y numerales penitenciarias que un secreto al descubierto puede guarecer.

Y si bien el olor anímico despierta la sensación de la contracción, es la facultad de los proverbios en tutelares delos aforismos, determinar la tendencia de nuestra buena y renacentista comunión de la resurrección. Un camino apto para el vuelo de la sistematización de las estrofas burdistas, y de los versos semblantes de reciproca corrupción.

La vida se refleja con la luz de la muerte, en un pendón estacionado de criptas y de plurales personales que encantan el placer de la dicha. Toda una capa de preposiciones aleatorias con estacionamiento en su sentido; como si las llanuras vistiesen los egos míticos de nuestros instintos.

Y bajo la sombra ritual que ofrece asesinar al gusto propio, me ofrezco en las dedicatorias a un vestíbulo portátil de disfraces, a manutención del símbolo. Una puerta cuya perilla gira en los sentidos de elección, cuyo sufragio recrimina la declaración. Sólo la contradictoria rima de los frutos retóñales, son capaces de sustraer el sentido voraz y morboso que una buena letra puede ofrecer en la seducción decrepita del yugo vital críptico.

Los cascos épicos son demasiado grandes para la sociedad, y el miedo de portarlos ocasiona el perdón insolente de las tribulaciones sin sentido: vivir sin acontecer en los sueños en una esfera dogmatica y estrecha por la condena del cumplir legislativo. Y de tal asco sólo nacen juglares acciones con acento estulto y vacío de los fugaces amaneceres que contiene la noche. Verdaderas acciones triviales que pueden retomar la leyendo borrada, pero en cambio se tornar grises bajo la cadena de los singulares de representaciones sociales por acontecer en el bueno juicio de su casta.

Basta con recriminar con la vista a cualquier lado para saber que la longitud del idealismo ha caído bajo los estupores cardinales del movimiento, el cual se lleva en la poca clara de la tendencia de acentuar los matices de los actos más idiotas y jamás vistos; como los más esclarecedores la representación social del tiempo de estos años copulados.

Parece que con gran dinamismo, toda la voluntad adquirida se vuelve hacia los años inesperados. Cuando el grupo retira su reclamación por la consagración de su bienestar individualista, es por que el final profético se torna hacia los años adquiridos para la terminal que el fin arroja, bajo el semblante que cambia las risas, el bienestar artificial, la moral anti-axiológica, la yugal convicción de la orfandad adhesiva hacia su máximo miedo, cuya solución es clavar su lengua cortada en la pared bíblica y rezar por la aparición del Gran Profeta. Y en ese resguardo, mientras la resurrección fugaz tiene paso y ustedes angustian su muerte por perder la vida; yo estaré burlándome en los grados descomunales que me son permitidos, hasta que mi risa sea escuchada con la irónica mueca del fin.

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