lunes, 20 de abril de 2009

Ritos posados


El fin del paraíso de acerca y de nuevo tengo que posar entre las diarias horas de la mañana, tal vez nunca se logra enmantar las promesas de cariños; para que así no se olviden que ahí se encuentran. Sigo escribiendo entre los versos vivos, y los renglones crecen al ritmo de la ciudad; cosa que se puede describir entre un extremo movimiento para quedar sólo estático; cosa que me preocupa y me hace querer imantar mi alma a un precio barato, sólo para poder escribir lo que entre sueños desconozco. Pero son los renglones purgatorios, los que me levantan decir, que el paso de las letras tienen que ir acompañados de expresas emociones al cántico deseo de subrayarlas, así como de los orfanatos en que ellas viven; mi vida se vuelve bailando entre estos ritos posados.

Ritos que me hacen de cada mañana, levantarme a correr el día, llegar a bañar los lúdicos labores, para sentarme a escribir con la plena idea de seguir recorriendo pasillos con nombres ajenos; nombres que se envuelven entre la inexistencia de las horas, pero que con suerte, perduren entrada mi muerte. Y seguir resucitando esas noches, sólo para acabar con la agonizante memoria de mis pasiones; mientras… tratar de llegar entre divinas providencias, matarlas y en besos enterrarlas, jurar que su sepelio fue hace siete días y ahora frente al espejo se mueven cabalgando mis deseos; olvidar los amparos de encomios para poder rezarlos entre el silencio, y siempre llegar entre abismos, declamando las suaves mañanas que se alejan, ahogando los relieves de esperanza para comulgar los vacíos; porque al final, todo acaba cuando me veo bailando entre estos ritos posados.

La luna se esconde para ofertar su cuerpo; laboriosamente y después de trabajar decenas de días, la compro en un día, la alojo entre mis ojos y comenzamos a levitar entre fantasías. Pero la luna tiene gracia carnívora, y comienza a comer mis retinas; el dolor de mi sangre se vuelve a bailes exóticos de dioses, mientras la luna sigue masticando mis pupilas…

-¡Oh que dolor de viejos placeres, entre haber laborado tantos días y acabar entre este suspenso!
A lo que la luna y sus mordidas responden:

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Luna traicionera de recónditos placeres; estoy seguro que al gran Mefistófeles le has hecho esto; por eso vaga ciego cuando tu te escondes, y te maldice cuando entras en la noches. Fornicas entre el silencio de los deseos, y a los vampiros seduces con tu forma. Pero yo trabaje duro para seguirte al cielo y ahora me pagas dejándome ciego.

-¡Cabrona Luna de pesares, mira como me has dejado! hecho en perfectas mierdas mientras tú sigues bailando, y lo peor es que te divierte seguir jugando.
-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Que triste es la pasión que ahora tengo, mientras la Luna sigue alumbrándome de ceguera. Tentaciones libres, dejan el pecado como una fechoría de atrás y ahora derrumban mortales con sus claras mañas.

-Luna… ¿Qué te hice yo para que me ahora me lamente?

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

La Luna sigue acabando mis ojos, y es tanta su devoción que olvida esconderse del día.

-Luna ya es tarde… tienes que irte.

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Y es así porque la luna se ve de día; porque esta jodiendo a otro pobre imbécil sin ojos. Y cuando ciego me encontraba en la oscuridad.

-¡No veo… puta Luna… me has dejado ciego!

En ese momento, la luna acabó con mis pupilas y continuó con su sentencia:

-¡No me digas que no puedes ver! Si entre mis deseos eres el único que tendrá los ojos negros de mi velo, los ojos llenos de mi y vacíos de todas ellas.

Que perfeción de noches viví, entre las alucinaciones de mis sueños crece mi propio mito de claros cielos negros; y sigo esperando la noche para que la Luna venga y me diga: Cállate pendejo y sigue cabalgando.

domingo, 19 de abril de 2009

Cabales locuras


Mi nombre no es importante, lo único importante es saber como mandar a la chingada todo este dolor de juicios inspirados, tal vez entre el trayecto de la libre escritura; como una acción sin más recuerdo que comenzar a escribir sin la necesidad de parar, es la opción más recreativa y sólida, para conjugar un plural sin la necesidad de soñar.
Hoy me entrego entre las églogas de los sueños, de aquellos sueños que fantasean con la realidad sin saborear los besos empiristas, aquellos sueños que van cazando los portales de felicidad entre las aromas que desenvuelve la noches por el siempre atribuido fracaso, aquellas noches en donde despierto caminando entre los reinos del cielo; para saber que están muy altos. Son aquellos sueños entre las lunas, lo que me despiertan entre las cadenas de la libertad, los que ahora me levantan y me hacen decir: Me vale madres… ¡¡la vida es chingona!!

No quiero sangrar entre la rebúsqueda del pasado, y mucho menos ver las caricias perdidas del tiempo; que por una u otra causa, se llevaron la supuesta dicha a un purgatoria de llaves escondidas, no quiero buscar la puerta escondida, no quiero caer entre los rincones de un amor estático en los tributos del pasado. Y más fácil, sólo quiero mandar a la mierda los recuerdos jamás muertos y siempre colgados, por los nuevos atardeceres de mariposas levitando, de cuadros comiendo el reflejo de los lagos, de olas de viento susurrando; que el abismo no separa el infinito, que las horas bajan a fluir entre penas sin orillas.

Escribir y escribir, ¿qué otra dicha se suspende entre los horizontes del paraíso? Sigo escribiendo y no me doy cuenta que no he llenado lo menos que debía haber hecho, sólo he escrito los panoramas frustrados para poder decirle al primer imbécil que pase entre mis ojos: Hey tú… ¡pendejo!, vete a la mierda; y lo triste es, que paso frente ese espejo… lo veo y me cercioro que soy yo, y no queda más que cumplir lo que prometí:

-Hey tú… ¡pendejo!, vete a la mierda.

Después me cago de risa, y noto que apesto; cosa que agrava la situación de hablar del recuerdo; de aquellos días mientras me zurraba la vida y la única forma de limpiarme era con la saliva de dios; pero a la mierda con esos días; más pasados y muertos están para aquéllos, que para los que yo recuerdo.

Descubro lo divertido que es jugar; morir y resucitar, ¿qué esperar? El día es corto; y en él, se puede dormir. Pero la noche es larga como un universo lujurioso de medievales sueños; y en ella, se puede gritar cantidad de obscenidades que se convierten en una acción púdica y pura, no importa desde donde estés, la noche siempre te encontrara para convertir los pecados en ritos santos.

Entre la fantasía yo vivo, me despierto y no hay lugar para la acides de la realidad, para los blancos campos de la infertilidad de la vida, para los horarios de micas personales, para los centauros que levitan sobre la seguridad, para los corazones vacíos de fulgor, para los reutilizados marcos de personalidad, para los emancipados fondos de fe social, para confundirse entre los cariños de un corazón, para levitar entre las manchas de un amor, para tener lo que ahora se pierde mañana, para caer entre los peldaños de razón, para soldar el motivo de existencia a una televisión, para cabalgar entre el trabajo de formar la masificación; no hay lugar para eso. Sólo hay lugar para nosotros; sólo hay tiempo para estar soñando entre tus sonrisas de labios, mientras acariciamos el cielo con nuestras manos.

sábado, 18 de abril de 2009

Pendiente sueño


Parece que con gran recreación, el mundo se mueve entre las mentiras que más liquidan sus intereses, así como oscilan entre el signo fatalista que viene a estrechar los rincones menos propensos de desenvolvimiento; tales como ir a un estadio de mierda, para ver a pendejos de más mierda, o acumular records siempre puestos ha prueba bajo el semblante de una televisión, sólo para comprar por minutos, la grata gloria de haber pasado no menos horas en la televisión que en una cama sin huéspedes. Pero eso esta bien, entre el yugo que se contrae al ver la dicha que se desenvuelve entre la piedad de la hueva, es obligación de la satisfacción levantar la voz y decir: A la mierda… hoy no hago nada.

Pero entre toda esa cadena de suplicios de placeres, decido declinar. Tal vez elegir entre un masoquismo anímico que naufrague entre las horas y la hueva, y otro que llegue débilmente a las costas de la completa inutilidad, decido ahogarme entre una vieja premura, que a destiempo y sin menos que esperar, decidí dejar para después de un mañana sin regreso.

Hoy pienso en eso, y me resguarda la sensación incorregible de llegar a los pasos de la obligación para enfrentar las penurias que ofrece el cuidarse de uno mismo, y como entre la madrugada de los pensamientos, así como en las locuciones que perforan los instintivos campos de la voluntad, el tener que hacer los extemporáneos sueños, hace que el peso colapse en los albores dela equidad, equidad que viene a consagrar los incorregibles momentos de promesas y fortuna. Hoy pienso eso… y francamente; hoy lo debo de cumplir.

Desde los pilares de mis hojas, prometí escribir diario y con toda la anuencia posible. Escribir por catorce días, catorce ensayos. Hoy lo pienso, y camino entre la idea; la mastico para saborear la pendejada de mi sueño, y la vómito entre estos renglones, para saber que se esta haciendo realidad. No me interesa que debo, o que es necesaria cualquier cosa para escribir hoy, sólo necesito despertar entre el ahogo de lágrimas, para poder escribir mierda y demás, al viejo juego de sonoros asistentes.

Hoy me gustaría agarrar un nombre, colocarlo entre la silla de los condenados, y comenzar a aventar toda una saga de estimos, y conjuros; para poder hacer que entre la van gloria de a partir de ahorita, comenzar a escribir de manera fluía y sin detener las manos. Eso pasa cuando, entre un sueño pasajero y extracto, prometes escribir durante el tiempo que no debes escribir; como una obligación costosa y sin servicios especiales de recriminaciones de amuletos, sino una levitante costumbre de panfletos reciclado y esfumados por la agonía de los que ahora canto entre la noche.

Han pasado minutos, y aún no hallo el porvenir de estas llaves que codician los millares de puertas que pueden abrir, sin la necesidad de saltar por la ventana con la esperanza de morir, sólo las veo entre los anuncios legales del pasado sin una concreta correa en el presente. Pero entre este encarcelamiento de letras, no desisto entre los que hoy quiero decir, lo que hoy quiero levantar entre los demás versos, lo que hoy esta en los lapsos más ociosos del universo, lo que esta después de esas viejas noches con la única respuesta de repetir lo que ahora ha pasado.

No cabe duda, hoy entre los dedos me fluye un aroma pesado. Hoy no debí escribir, pero la obligación canta entre el recuerdo, y mi voz murmura entre la pesada obligación de narrar lo que termina entre la basura de la inexistencia.

viernes, 17 de abril de 2009

Retribución de mierdas


Hoy quiero dormir, hoy quiero soñar, hoy quiero saber que esta ahí; esperando entre la noche para comenzar a soñar, que realmente esperas alguna seña mía entre el decoroso amanecer de la ingratitud y el desprecio.

Mi gran sorpresa es que ahora descubro que no, que me engañas bailando entre la mierda del recuerdo, que me vomitas cuando aún te falta digerir algo, que pronuncias mi nombre cuando quieres reír un rato, que me ahorcas entre tu belleza pero despreciar las letras, que entre el horizonte pintarías mi nombre con las iníciales de puto, que te gusta mandarme a la mierda entre mis pasadas lágrimas; ahogarme entre ellas hasta que pueda sonreír o morir. Pero esta bien, todo eso es justo, todo eso rompe las ultimas velas de esperanza, para poder volver al valemadrísmo. ¿Qué me importa si no sustentas mi corazón?; si necesitara alguien para matarlo, no me falta encontrar mis manos, pero huí a ti con la necesidad de darte todos mis sueños, para que los convirtieras a tu deseos, para que los cuidaras entre los tuyos, para que no me vengas con tales pendejadas, para que no suspires mi nombre y a la vuelta exhales lo que ahora duele. A la mierda contigo y con todas tus putas personalidades, a la mierda entre el supuesto paraíso.

Me va matar verte bailar entre otros corazones, rozar sus sentimientos; y si te gusta, quedarte con ellos. Me va matar tocar el pasado, mientras vuelas por el universo con otro pendejo, que al igual que yo, ha caído en un cielo convertido a tus sueños. Me va matar cortar mi sangre cuando las lágrimas me ahoguen, cuando se esparzan entre los ríos, y sabrás cuando la lluvia sabe a mis ojos caídos. Me va matar decirte que me voy.

Es cierto que me gusto ser tu prisionero, es cierto que me alentó a escribir, es cierto que me elevó del suelo, es cierto… pero no es cierto que despertabas entre la noches con mis sueños, no es cierto que caminabas con esos ojos de dulzura para tirar toda defensa mía, no es cierto que levantabas entre tu dicha mi sonrisa, no es cierto que mi nombre sabías.

¿Pero qué importa…? Sí, pesa entre todos los sentimientos; como una batalla sin estandartes por un suicidio de carne… ¿pero qué importa? Espero que cuando leas esto, vomites el pedazo de sangre, que entre tu corazón manchado por otro, aún guarda en los rincones. Espero que levantes tu nombre, y me llames a insultos; yo llegaré de noche a asesinarte, y entre tu muerte lloraré estos años. Espero que entre los cementerios hallas paseado, porqué nunca quedarás ahí; deambularas en pedazos de carne entre los pendejos que supuestamente quisiste. Espero que laves los días, y comiences a escribir poesía. Espero que entre el mar ahogues todo recuerdo que alguna vez me alumbraste. Espero volver a verte, para decir que te amo. Decir que te puedes ir a la chingada, pero que yo iré contigo. Decir que te extraño, pero nunca regresar contigo. Decir que los mantos, aún el viento lapidan. Decir que entre pequeños pedazos de arena, cargo mi vida entera.

Porque tú, ¡¡oh puta vida!! Eres lo único que me madrea, y también lo único que me pregunta:

-¡¿Te dolió pendejo?! ¿O quieres otros madrazos para componer tu dicha?

Pero todo acaba como había, todo se reduce a unas palabras de mis días, a unos sueños de ilusiones y fantasía:

-Estoy bien, mi vida…

jueves, 16 de abril de 2009

Reflejos abismales


Los recuerdos llaman el presente para asegurar su inquisición, y entre la antesala del tutorial mago de la insipiencia, me arrojo en un nuevo tiempo con forma de espejo. Hace días un febrero despertaba cuando un marzo ha llegado, y sin más que reaccionar; veo un colapso de fraternales amantes de yugo masificado, veo una rampa de mentiras con más verdad que la verosimilitud, veo un arcángel perdido y que ha caído entre los cuentos de mis páginas, veo un tiempo reaccionado por la sombra de sueños pasajeros.

Hoy son claras las huellas del pasado, y necesariamente despierto en las horas de la fantasía, las azoto en una imaginación voraz para olvidarlas en la eternidad y rescatarlas en los sentimientos. Aquéllas fragantes horas mientras descubría que era el amor y la agonía juntos, fue la opción de retumbar la muerte entre los hexágonos de la vida; una llamada de esperanza por lo siempre enloquecido. Pero entre el vapor de los años, el yugo abismal de mi existencia perdió las micas quirúrgicas de la recuperación, así como el vago testimonio de realidad de lo que ahora lloro como verdad.

Incognoscitivo entre la ópera abismal de lágrimas, ocasionalmente pienso en los claros momentos de hipnóticos pesares y amables precedentes, y a lo largo de esa esfera óptica, solo deslumbro los reflejos del desperdicio de la eternidad, de los vacíos que se mueven al quemarse el cielo mientras las aves esperan. Y a lo lejos veo que todo se asoma a Nada.

No es que desespere en el tiempo, simplemente no lo alcanzo, y a mayor razón de justicia viene la equitativa distribución de los matrimoniales supuestos de controversias; ejemplares de recreación eterna en una mente descompuesta y llamada a los siglos; que sigilosos emprenden el retiro, y mueven sus orejas al camino. Entre ese pasar del tiempo, llego callando el viento para exhumar el silencio, coronarlo como soledad, y amarlo como odio.

Recreativamente veo la gigante rosa, cuyas espinas clavan a Dios en un universo bermejo y perfecto. Lo veo… sangrando entre la pena y jubiloso en el recuerdo, ¿qué tengo que hacer, para ganar la paz de noche sin muertes?, ¿tengo que llegar por el mar más furioso y destructivo? Las respuestas callan en un ruido de intensificaciones, mientras desbordan las estrellas la luz negra de las noches.

Los ritos cambian velozmente al intrépido sarcasmo. No puedo escapar de lo que quiero, y la lluvia de los recuerdo azotan la bendita magnificencia de la tortura. Los suspiros llegan a enjuagar su aliento, las páginas se escriben rotas, y los corazones desnudos dejan de bailar entre las nubes. Sólo espero que vociferes el último sepelio de tu alegría.

Pero en fin, el tiempo se abre en los engaños que se permite, y deja volar los gratos dolores de recuerdos, deja caer en oraciones los reflejos; que escondido en un letrero, visten las velas del infinito. Porqué algo es seguro, y no peca entre un fluido reino, porque no cae en el bien y el mal, porque no tiene consecuencias, porque no llega a destiempo, porque no conoce un comienzo, por que sólo espera su huída, porque esta vez tiene que acabar… porque este sentimiento tiene que acabar.

Pronto tiene que acabar el final.

miércoles, 15 de abril de 2009

Divina melancolía



Las ganas de vomitar abastecen mi vida; y entre los mocos sueltos que trascienden un kleenex rendido, la pregunta vuelve a llegar: ¿A qué hago lo que es? Si bien es cierto que la respuesta olvida el esqueleto matutino de los sueños, es la agonía que peregrina entre la respuesta; y más que una agonía anímica hoy me ataca la más feroz y sin paciencia: la agonía médica. Estoy enfermo y desde hace rato quiero abrir mi laringe para exhumar los maricas virus que se pasean de la felicidad a la reproducción de mis males; y peor aún cuando a esos males se le suman otros despreciables, tales como hacer de una hipérbola altanera su rotación entre los campos sagrados de la excentricidad y así poder facilitar su imagen; cosa que con poco agrado veo y hago, ya que entre las pendejadas que ahora garantizo, soy yo el que rota entre la locura y traslade entre la fantasía.

Pero aún cuando en la hora de los sueños, un recuerdo que protagoniza el viento de la muerte viene a recordarme la poca valía de mi existencia, azotando y mordiendo de donde esconde su raíz, logra de buen modo llevarme a infiernos de tortura con la premisa de qué mierda hago aquí, y entre cuales rincones hay uno de esconderse para no salir del peor castigo de la razón: la cuestión. Tal vez entre la superficie de la razón y el instinto, hay una membrana que dicta que tan bien debe de joder al que habla sólo, y que tan feliz debe hacer los francos gastos que diariamente se llevan al desperdicio del tiempo. Pero como siempre y tardíamente, me encuentro oscilando la ofusca mañana de la cotidianidad por inconformidad normalista; cosa que encuentro en un suicido de reinos, cuya riqueza abastece al más imbécil con sueños de ser para poder ser después.

Saber que la rebeldía lleva al mejor camino, es menester del cansancio llevarme a dormir; así como es obligación la responsabilidad de bajar los negros humos de la conciencia para poder perfumarlos de azufre, las letras fúnebres gozan de carecer sentido; cosa que me lleva a pensar y me dice que no soy escritor; tal vez pueda escribir fabulas de sentidos, cartas del tiempo, o bien cualquier presente hoja con su respectiva clase de palabras embarradas; como un buen baño de asientos cálidos, plagado de su goce de mirada de mierda.

El mundo es sencillo; unos son virus de otros sin ser más de ellos. Pero entre la fiebre prismática que me lleva a alucinar los paraísos, quiero quejar los sentido, arrancarme esos pulmones enmohecidos por la vida, sacar y tirar un corazón más jodido que el viejo calzoncillo de un puto diablo olvidado pero siempre contagiado, cenar en un buen martes el cerebro con sus cortes marciales; pero eso si, mis ojos son lo único digo de donde vengo, así que sólo queda regalárselos a Nada.

Pero en fin, entre las inútiles palabras pasadas, sólo queda ver y morir; porqué después de todo el juego sigue rodando entre los azares programados y esculpidos por aquella sociedad de dioses cuyo origen remonta a un dios, de un dios, de otro dios, por un dios pasado, por un dios pasado que creo al dios antepasado, entre la novela de un dios, entre el bien y el mal de otro dios, ante el balance de sus codiciad de un dios, de un dios, de un dios, porqué al final de todo, todo sale por mi pinche cabeza…

Nota a los pendejos: Francamente englosar toda una saga de dioses no es una idea de mi parecer, pero entre la diversión de escribir por derogar el malestar de una puta hipérbola mal hecha, escribí mis relaciones e una forma fugaz y fluida; 15 minutos de imbécil y una vida de pendejo; o tal vez sólo un nombre más que recordar por unos infelices años. Pero en fin, sólo creo que hay un solo Dios; por decir una palabra perfecta…

martes, 14 de abril de 2009

Puntos suspensivos


Hoy los títulos guardan la selección de su contenido, y sin menos que esperar, son ellos que celosamente y con un toque marcial, defienden el libro a morir. Ya sea la dignidad representada por los tomos o por las colecciones, cada uno es especial ante la cobertura del autor.

Pero hoy quiero adjuntar los triviales toques de un nuevo libro en marcha y no tan vacío; su nombre es: … (puntos suspensivos). Francamente el atiborrar ensayos de quejas y sensibilidades; era el desenlace de sus hojas, pero hoy me topó con un resguardo de fraternales cumplidos hacia la química del libro con lo necesario.

Tal vez me gusta el título, pero los ensayos van careciendo la insignia representante de las formas equivalentes al suspenso numeral de la abadía de las letras. Y sin los años recurrentes a este trabajo, las locuciones monótonas retrospectivas en un espacio futuro, aún no tienen los mantos supersticiosos que los libros están acurrucados. Generalmente los ensayos tomas una variante realista, pero yo quiero culminar en la gloria de correr por los pasillos de la fantasía, esculpir lo que sin forma queda, llorar lo que una novela exprime, volar entre os paraísos sanguinarios del fatalismo para poder caer en los símbolos jamás encontrados de lo que quiero.

Hoy quiero formar la columna de los remedios, llegar en la partida más convencional para quejar todo lo que empezó como un juego y reaccionarlo en la historia; como un descomunal anfiteatro de letras, cuyos símbolos son la caratula de un portal de sensaciones que recorren del amor al odio, una odisea anímica y pasional; cuyo enjuague psicológico aterriza en las variantes de arrojar mierda a quién, para rescatar la anti-lógica y cosechar la metaontología en los rituales infamados de blasfemias existenciales.

Los reflejos del pasado se conmueven ahora, todo un recinto guardado para recibir las más productivas locuras, en fórmulas mímicas de letras y ocasionalmente en enjambres negros de motivación depresiva. Dejar la correlación de sorprendentes acechos liricos por la creación de ellos, es una tarea sin descripción y consumista del creador, algo sin la voluntad de la naturaleza; sólo por la voraz costumbre de supervivencia en enfoques secundarios para la realización de un mundo afable al desecho del presente.

A veces los párrafos de visten más que nosotros, se arrojan en la realidad sin un espejo que bostece en la fantasía lo que ahora veo, un campo único y secreto para arrojar los más fusilados recorridos de sueños; cuyos propósitos se arrojan en la constitución del que los padece, sin reglamentar su existencia y fundar su tenacidad.

Sólo el reflejo de las hojas me pueden decir que soy, ya no quiero renunciar a este espasmo de controversias y recreaciones de días por noches esfumadas a la fantasía y atribuladas por la mendigencia de la felicidad en comas de tristeza. Escribir para hacer lo mejor de ello; un sueño, un portal elocuente del futuro y dejarlo en el presente, un sentimiento de luces mutas, un movimiento de fracciones estrechas, un tibio dolor de leer lo que se escribe; enamorándose de mala forma al mismo tiempo. Mas de todo esto, sólo refiero a las vocales lágrimas que caen de las sin fin noches, entre el pecado de la tristeza, las ultimas letras de los rincones estrechos a un erguimiento monumental de mis oraciones: sólo unos puntos suspensivos, para quejar una vez más el corazón ensanchado.

domingo, 12 de abril de 2009

Nada

Hoy sólo quiero escribirte, saber que estas ahí desde aquí; sin escucharme, sin cazarme en la ternura, sin conciliar del sueño tu voz, sin tu faz natural de compleja belleza, sin los albores que retuercen mi vida. Hoy sólo quiero recordarte, perfeccionarte entre el laberinto de letras que recorre tu mirada, y así poder caer en un rugir silencioso de la dicha. Hoy quiero rezar lo oportuno para que leas esto, para que lo destruyas y te burles, para que me cuelgues en tu habitación y me saques los ojos; juegues con ellos después de pegarlos en las estrellas, para que después de todo olvides el recuerdo y prolongues nuestros nombres sobre sátiras oscuras.

Ya no quiero existir, en el fondo estoy cansado de los martirios cotidianos de la sociedad, cuya saliva llega a embarrar el vomito olvidado de mis fantasías y sueños. Me veo desierto en la descomunal variación de mis sentidos y entre los descuentos carnales de la penitencia sublevada.

Cierra mis ojos entre tus sueños, llénalos por los pórtales mágicos de nostalgia, apaga la luz para encadenar la sombra, y sólo sé tú. Te escribo desde los matices rojos, entre la enfermedad y la locura, a través del miedo y la tortura, por clemencia y agonía, bajo termales abdicaciones de mi alma, por dividir las quejas que escucho, y sobre todo por que ya no puedo callarte entre poemas.

Ahora tu imagen reina en los rincones de mi tiempo, sobre el espacio que te observa y te ve más cerca de lejos. El sismo voraz de tus características azota mi curiosidad, desprende de cortas noches el velo de rebeldía que esconde la sorpresa ya esperada: estoy enamorado. Cosa triste y sin grandes promesas de grandeza, pero qué puedo hacer, no lo puedo controlar; y mejor aún, no lo quiero controlar.

Entre párrafos se esconde tu figura, pero al verte, mis nociones se sostienen en la cuerda ficticia que recorren mis letras; donde al final, caen en relámpagos perfectos para hipnotizar los negros paraísos que murmuran el silencio.

Y ahora que veo todo suspendido entre tu nombre, que veo todo esfumado por la espuma clara de un significado ancestral, que siento todo el calor condensado dentro de mi, que escucho tu voz llamando lo que ahora encuentras, que desvelo entre tus ritos, que mendigo entre tus palabras, que bailo sobre tus ilusiones, que suspiro todo tu significado, que hablo entre el cansancio de los días, que restauro tus horas pérdidas, que exhumo los monumentales de tu nombre al verte, que escondo lo que eres de ti, que juego entre tus miradas, que pierdo bajo los colores que te envuelven, y que exhalo lo que siempre ahora eres: nada.

Nada, Nada, Nada… ya eres todo.

viernes, 10 de abril de 2009

Hoy no quiero escribir, hoy quiero morir

Con el labio cortado y las migajas de razón, quiero desvanecer la suerte de mi dicha. Realmente lo he intentado, pero el resultado siempre es el mismo: sigo aquí. Perdí el ímpetu glorioso que calzaba mi vida, así como el resguardo metafísico que gozaba ante cada día. Pero hoy veo el presente, una sombra de demente agonía, y francamente no sé que siento.

Las preguntas redoblan mi mente, y ante una respuesta incierta descubro la tristeza, cosa que por pena, tira los sentimientos en éxtasis jamás encontrados pero siempre disfrazados. La verdad siento asco al encontrarme aquí, pero la destreza de la honestidad me mueve a caminos más melancólicos y más insípidos de esperanza, cosa sin igual y encaminada a un suicidio mental.

Me gustaría sólo estar solo de la soledad, pero amablemente yo la busque, y en el fondo la idolatre hasta caminos incinerantes. Pero el quehacer de la opresión juzga mi realidad, la destruye y la embarra en los portales gratificadores de ruina, para después oscilar en la perfecta secuencia de trivialidades a nombre de las quejas.

Abiertamente quiero siempre cerrar mis ojos, olvidar lo que ahora tortura, seducir lo que ahora juega, tomar lo que ahora prohíbo, y ser lo que ahora sueño.La vida es tan compleja al punto que ya nadie voltea hacia ella, se ha olvidado la vida por pasar en ella. Pero hoy es mi peor día, no por toda la carga de voluntades que han pasado, sino la cabal aceptación de la realidad. Creo justo decir a quienes me vieron en la dicha y rezaron por el infortunio, que ha pasado ya; así que pueden celebrar y coquetear su pasado con la risa prismática de la satisfacción.

Hace tiempo que morí, lo había pensado pero hoy lo he comprobado. Espere mi resurrección pero llego tarde a mi existencia, y lo más triste es que me he quedado con este pendejo que nació cuando yo morí, realmente extraño tener alucinaciones que siempre se cumplían, de bajar los centauros verosímiles y de vivir como aquél lo hacía.

Intenté con gran afán hacer nuevos sueños, pero los pasados reclamaban su entierro; comencé a hacer su urna, pero necesitaban una tumba. Pero ahora rezando el nunca acabado sepelio, desprendo la única verdad que queda: Ya no soy yo.

Ya no soy leo, ya no soy astrólogo, ya no soy fantástico, ya no soy ilusionista, ya no soy soñador, ya no soy astuto, ya no soy inteligente, ya no soy un cabrón que siempre jodía, ya no soy social, ya no soy amigo, ya no soy un loco por cada estrella que encadena la belleza, ya no soy rival, ya no soy uno, ya no soy yugo, y simplemente ya soy un imbécil sin lectores.

Estoy muy lejos de ser escritor; ahora me doy cuenta, así como estoy lejos de ser piloto. Sólo veo de cerca que he fallado… lo siento por aquél que vi sonriente en una foto con 3 años de vida y dispuesto hacer lo que necesario fuera, lo siento en verdad por sus sueños, lo siento por su muerte. Realmente lo siento.

La vida es dura y siempre había encontrado la forma de seguir, pero de esto; que es deplorable y a la vez incorregible, supongo que es el fin, y lo mejor es que nadie recordara lo que fui; sólo esta carta recordará lo que soy.

Triste luna, asoma a tus nuevas lágrimas.

jueves, 9 de abril de 2009

Oculta fantasía

Por la noche despierto y me pregunto cuánto tiempo queda esperar, y más de lapsos, la idea de la inexistencia por lo siempre reinante en los portales de alucinaciones sublevadas, toma el control sobre la fluidez de las horas bajo mi cama. La muerte toma forma en las reducciones que cuestionan la posible y no tan bienvenida futura promesa. Sin llegar tarde, la idea permanece escombrada junto al colapso de los sueños, y sin abandonar, fatalmente, su voraz significado.

Insatisfactoriamente las correas de su hora llegan sorprendiendo al más sereno. Pero más que correr hacia la muerte, ahora me preocupa mi vida. Más que no oscilar en su trayectoria, es el hecho de querer seguir vivo para poder continuar en los mantos románticos de la letra, y así recorrer el tiempo en un antojo determinado. Pero tanto la vida y la muerte no son elecciones libres, tal vez sólo el albedrío queda para los pendejo y otros imbéciles cuya mala fe; alcanza a proyectar el posible control de su vida, pero los reinos radicales entre la vida y la muerte, marca el fin de contrarios para comenzar unitarios.

Vorazmente el tiempo nos vomita desde afuera, acción cuyo empeño debe ser agotador y siempre puntual, pero la gula de horas, años, días y semanas debe ser formalmente al gusto de lo que padece la pérdida de imágenes y recuerdos.

No me basta decir que hoy estoy escribiendo pura y solemne estulticia al borde de cortarme las manos, y así asegurar el enfreno de ideas sintácticas y totalmente a la deriva. Basta con reír de los dos párrafos redactados, para saber que lo escribí en 15 min. y la mancuerna de locura gira en lo que no debo ir por lo incipiente olor de la mierda: la vida. Realmente cuesta vivir, tejer todos los sueños y tratar de formarlos en la realidad si caer a la orfandad. Más si de una forma muy imbécil, se depositan todo los sueños en alguien, y este pedazo de ególatra los manda a su colección de jactaciones de días festivos, y así recordar que los tiene invertidos cuando las lágrimas grises perfuman todo su ambiente. Pero bueno, razón de menos por la cual los recuerdos de tener una personalidad existían, y no el hojear del pasado.

Creo que no tener lectores, es la mejor forma de retribuirse la basura y decir: es mía. Pero la cordial punta de locura me lleva a ser un arisco sostenido por el velo de un ermitaño, cosa que sin igual pasa a minimizar las perduraciones encontradas, y tocar el suelo desde semejante paraíso inconforme.

Más si una idea vaga me recuerda: ahora eres un pendejo… hahahhahaha estoy por la mierda de loco, así que igual he recuperado el sostén de mi personalidad, pero a la vez la olvido al cargar aquella queja de sombra llamada: consciencia. Me gustaría asesinar mi consciencia, tristemente cuando lo hice, me iba mejor; y ahora que la cargo sobre todos lados, esta para estorbar diciendo que es lo que se puede contribuir en toda la gama de plenitudes, no cabe duda… ahora los sueños nunca olvidados y los simbolismos siempre encontrados los he perdido por una nueva voluntad: El realismo, cuya orilla de naufragio me levanta todo lo que odiaba en lo que ahora soy. Que bella magnitud he contraído en la enfermedad de los imbéciles.

Espero curarme pronto y así, poder bajar los sueños de estrellas en sus manos.

miércoles, 8 de abril de 2009

Gala perdida

La pérdida que compone los actos, se mueve de diversas formas. Ya sea en el recubrir de un olvido siempre añorado, en un súbito panorama de felicidad, o en simple adiós emancipado y provisto de padecimientos frustrados; siempre acaba por recriminar el placer con el miedo. Me gusta pensar en lo bajo que se proyecta una idea al exprimirla y jugar con ella, opacar todo su significado para que al final y con gran dinamismo compruebe, que existe para recriminar su olvido; cosa que al recuperarlo, hace lo ideal para acabar en las líneas básicas de un cuadro instalado, y poder brincar desde la divulgación a la vulgaridad, cosa que es sólo una distancia mínima como comprometedora.

La posible diferencia de “antes” con “ahora”, es que ahora ya no se dice del antes. Más que sorprenderme de ese afán conmemorado, me regocijo de los próximos fines que volverán a buscar, y de un ahora con posibilidad de próximo. Cosa que oscila en los albores predilectos de innovación tardía.

No me gusta acepar que mis mejores y peores momentos han sido solo; tanto como es verdad la mejor mentira, como lo es mentira la verdad. Realmente es difícil descifrar los contornos que se asoman de cada acción, comparar otras de muchas y pocas de unas, y así decidir unilateralmente lo mejor de lo peor y lo peor de lo mejor. Porqué tanto el límites de mis convicciones han siempre ido de la mano de un mundo introspectivo, con o sin la ayuda de otro. Pero tal vez muy en el fondo, nunca he querido sentir lo que la dicha hace ofrecer.

Merezco lo que ahora pierdo, en la jactación de los males asegurados. Durante la tarde y la noche, cuando oficialmente tengo amplitud para mi; ya que en el amanecer sólo soy un derroche sonámbulo de un preámbulo exquisito, desmayo por lo que infelizmente desaproveche. Y no es porqué fatalmente lo hallo lejos, sino cuando estoy cerca, lo hallo radicalmente innecesario, paradigma suficiente para solicitar la anuencia nueva de escribir.

Labrando los portales que acontece en el diario, escribir es el fanatismo de revivir lo que esta por venir. Olvidar el tiempo y el espacio, sólo para poder comprender la incomprensión, y así obtener todos los permisos para distinguir el campo vivo de fantasear con la realidad transpuesta.

Escribir es natal y productivamente antinatural, pero dado todo el entorno, no es de menos comenzar un día y acabar con el último suspiro, puesto en una pluma invisible que sostenga los amargos sentimientos de universales propuestas. Llegar y conocer el velo bajo el rostro, es una tarea de locos, ariscos y pendejos; porque el simple resultado ha estado escrito en las insignias de todo: la materia negra que mueve lo visible.

Francamente me da miedo dejar de escribir; más que miedo, es una condena de malestar al acontecer al no escribir. Comencé con aquella perdida carta, donde más que expresar mi voluntad exprese mis sentimientos, ósea era totalmente necesaria en esos momentos; el freno que no dejo morir al que ahora lamento. Siguió con el renacer de la existencia para parar aquí, realmente no escribo para recordar lo que ha pasado, si no para extenderlo, borrarlo, cambiarlo, prostituirlo y dejarlo; una cadena de favores a los más perjuiciales contextos. Pero ahora, que tierno me dilapido, encuentro el vicio de olvidarse. Y que mejor durante la mejor puerta de fantasía.

martes, 7 de abril de 2009

Modernamente inorgánico

La esperanza no hace esperar, pero fanáticamente recorre el tiempo en las predilecciones más pertinentes, y justamente cuando yace perdida, aparece reclamando las infiltradas virtudes de necesidad; un llamado de colapsos bajo la sombra de sus deseos. Si bien el desistir es una obligación del esclavo, llenar de fantasía una realidad es obligación que perpetua las mejores promesas hechas por mi. Cosa de agravio, ya que considerar las promesas perdidas junto con el lazo hecho, lleva a consideraciones de malestar por el juego siempre rehusado.

Hace días que no había escrito nada, más que ostentar una comunión de quehaceres instalados, fue la poca anuencia que llevaba hasta hace horas que comencé a escribir. Basta con recluirse un poco bajo la ornamenta de poesía, para comprobar lo desgastada que ahora no se encuentra. Si bien “moderno” es una palabra de viejos usos en adjetivos, y para comprobar la organicidad se tiene que desviar hace la voluntad del pasado, yo no soy más que el respaldo de algo ajeno a estos años; basta con decir que debo estar para no comprobar donde debería estar.

Los aturdidos son cosa de gracia, no falta retribuir experiencias para reafirmar lo dicho, pero es forma de tristeza, la asunción de poseer la gracia de estar donde uno nunca debe estar; más que tristeza es una condena de ratos libres. Pero entre el manto supersticioso del azar, envuelvo en la ponencia de acabar, la más vocales versiones de lealtad. Realmente estoy cansado de cargar siempre con las promesas siempre olvidadas, pero no puedo intentar cumplirlas, si acaso aceptar las que ahora hago para comenzarlas bajo la eternidad.

Cuando pienso en mi, rara vez descuido los arrojos congelados que la memoria emborronada pierde, tal vez por eso el pasado dure más que el presente, y entre la concordia de tomar lo que perdido ya ha estado, es menester de de la hegemonía anímica, complicar los absolutos cambios de si mismo.

Para disolver todo y no joder de más su triste tiempo, debo decir que yo no formo parte de su formal presente, tampoco de su patriótica voluntad de lemas entusiasmados pero jamás realizados. Por más que corrijo y trato, no puedo reformarme en su ritual de acciones, cosa que para mi mal, los hace a todos diferentes e iguales; una gama de conceptuales recicladas por rehusar el cerebro en anomalías típicas de su quehacer social. Pero supongo que lo mejor es la cantidad de disfraces que contengo ante sus rangos, ya que el plástico de miles de mascaras, acaba por volverse carne y retribuir un poco a perder la misma morfología de añorado y trivial campo de personalidad, y así mismo apoyar el vasto engaño que compone la vida diaria.

Bajo todo eso, realmente y sin el menosprecio de formar parte de lo que nosotros ahora ya no somos, me agrada la anuencia de contribuir siempre ese campo bajo la magnitud de lo imposible; un retorno distintivo de novedad con gloriosos mantos de realidad. De los cuales, puedo deprender las más gloriosas mentiras como las mejores promesas hechas, y vocalmente hacia el vacío de protestantes litigios contra la inferioridad del tiempo. Y ante este vacío lleno de nada, se asoma la vieja condena de hace años, un recuerdo de sustracciones infernales para la cabal aceptación de la fatalidad: “tarde o temprano un hombre que utiliza dos caras olvida cuál es la verdadera”.

lunes, 6 de abril de 2009

Complexiones de agonía

Las cenizas del bien no duran mucho. Francamente no duran nada, y la causa se estima en lo volátil que el bienestar perdura. Tal vez el tiempo resultó ser el error más grande de las introducciones, o la mentira más verosímil de la fantasía. Generalmente marca las conciencias nativas de su poder, pero aún sin tomar bando, el tiempo viene a hojear la feliz hora de nuestra tristeza; ya sea indicando el fin, o trasladando el comienzo hacia los albores desconocidos, siempre llega tarde en su cometido. El tiempo es impuntual con si mismo, parece que no obedece las entrañables que causa, o en su defecto, puede que cargue los más terribles sustentos. Pero hablar de los sentimientos de las horas, sería acabar felizmente insano, cosa que tal vez, y no por el menosprecio que ahora mi vida cuesta, sería una alternativa bastante racional y emotiva. Eso de vivir en quimeras de sueños jamás alcanzadas por las voluntades, es un sueño; bastante demente y evasivo, pero restaurador y pacífico.

Ahora, más que mañana, tengo la infeliz pregunta de ahogos programados: ¿Qué carajo hago en actuaría?, ¿Por qué no disfruto de los antiquísimos signos que equivalen al universo, como ayer lo hacía?, ¿Por qué me encabrona tanto, y sufro de la trampa certera de irme a dos extras, cuando debí exentar uno?, ¿Qué equivaldría de mi vida, si en lugar de estar sentado durante 6 horas , estaría evaporando la pluma sobre mis blancas hojas?, ¿De qué sirve escribir en medio de un anti-éxtasis, si sé que soy el único lector de mi obra?, ¿Dé qué sirve arriesgarse, si siempre el saco colgante llegará a taparme? Tales interrogantes no me dicen nada, sólo que voy cayendo de poco a exceso, en un campo de completas pendejadas por prorrogas de búsqueda, exclusiva de pretextos a mi vida.

Mi vida… cada día que vivo, más cuenta tengo del error que es pensar, tal vez valdría más dejarse mover por las circunstancias y opacar la razón; en verdad me gustaría ser un animal, un insecto o algo menos infeliz que una basura humana. Debo ser lo que mañana no soy, lo triste es que nunca sé lo que excepto ya ha pasado, y si le restamos que la penitencia del futuro no llegará hasta entrado el presente, sólo basta acontecer en el instinto del destino. Una fantasía no necesariamente empírica y real.

Sólo la voz expresa de la melancolía, advierte a los supersticiosos la realidad meta-empírica, transcriptora de deseos y culminaciones. Un formal y vago pensamiento de los más placenteros miedos; qué sin ellos, mis noches serían una estela olvidada bajo un cielo piadoso, en lugar de un paraíso negro de lo más turbante. Pero la belleza de las premisas nunca las acepte bien, en el fondo me gusta salir bajo ese velo fatalista que se escribe cada año sobre segundo, un viento sensible que arrulla la maya de devociones, sólo comenzar a morir y con suerte, vivir.

Los estragos son ámbito del consuelo, pero el yugo que somete al miedo, va menospreciado sobre los escombros reducidos, que siempre olvidados, penumbra los sueños y abastece la tristeza. A exceso de bien; yo no estaría aquí. En la figura prevalece la inscripción de cada perfección, y también sometida bajo el margen de lo hecho, los sucesos se muestran misericordiosos, al cambiar en las líneas permitidas: la inscripción de lo que es por no existir; una realidad entre la fantasía, que funge su jerarquía, y soborna la noche con los sueños.

domingo, 5 de abril de 2009

Termal absolución

La distancia protuberante, que se define entre los pendones que renuevan el pasado, es lo que me ha llevado a ese triste recuerdo de insignias y traiciones. Una realidad escrita en objeción de un tenaz sueño, y ese mal es más significante a lo que yo creía. Basta con recordar el “mal” con cara de bien, para deslumbrar las orillas del pasado y recobrarlas en estos días. Más que la contrariedad de los sucesos, es la absorción de los hechos, los adictos y melancólicos que forman, los triviales sentimientos que asoman nuestra dicha anímica de fortuna. En todo caso, bajo la vulgaridad de los sanos errores, que recurren en el azar maldito de su predilección por embarrar la tormental y crucial barrera de complicaciones, degluyo la circunstancial promesa de recreo: la protuberante del descenso.

Parece que converge en un suelo sin fin con metas altaneras, cuya compleción reúne los ariscos formados de la personalidad baja. Enmascarando los triviales sucesos que contienen el comienzo del final, y sustrayendo la poca anuencia de los predicados, en conceptualizaciones vanas de temerarias absorciones. En tales alteraciones, el renovable uso de conciencia se torna a dos yacientes radicales: el bien y el mal han quedado atrás, en un pasado con reflejo al futuro; pero nunca al presente. Una guerra de paz que transfiere la tranquilidad por distintos medios, por iguales productos en comerciables bendiciones que recorren el control de la sacra profundidad pública, de viseras teatrales que sumergen la fantasía por una realidad de suspenso, una cima de astucia que incurre en la suma de pronunciar lo necesario para la existencia de la vida social, un manto inalterable; en la perfección de la humanidad por el eco evolutivo de la inconsciencia hereditaria, y por hegemonía provincial del absolutista bautismo del control del sistema.

Estoy muy lejos de ser un recluta patriótico de la libertad. La libertad no existe, sólo la cadena que enreda a los prisioneros se vuelve más lánguida y larga, y lo mejor no es eso; lo mejor es la profundidad de las vanales consuetudinarias que homogenizan la variante, en constantes sustracciones de satisfacción enclaustrada. ES divertidísimo observar las fortuitas y desgastantes que acontecen en los grupos mierdas de humanos, por que si bien imitan esa circunstancia histórica de los medios, o se desarrollan en intelectos que no entran en su estereotipo, su gracia de creer vivir bajo la existencia remota de su quehacer rítmico, no pasa de ontología familiar, estragos épicos de estulticia, o cualquier variante de antagonismo anti-universal que pueda sostener el nombre de “yo”, sólo esconde la sombra restaurada de cada espejo sobre un invierno de espacio, sobre la circunstancia mímica del universo elíptico.

Bajo las tautologías que emancipan la realeza de la verisimilitud; de la verdad con la mentira, por bendita claudicación no puedo concluir infinidad de pulcritudes mentales, sólo con esperanza puedo creer en lo que siento… ¿dónde estás Nada? Más que siempre, te necesito sobre esa luz que oscurece mi sombra; resucita este llanto que oprime mis sueños, establece tu cordial bienvenida con el absoluto adiós de tu llegada, y no me dejes solo; ahora ya me da miedo el día, y bajo las noches escóndeme entre tus estrellas. Dónde sólo estemos cubiertos por nuestros deseos.

¿Dónde está Nada? ¿Por qué ya nunca me acompaña? Me he cansado de buscarla, pero su piel se extingue al tocarla. Me he empeñado a dejarla, pero la tristeza se vuelve seductora bajo ese súcubo enorme que embarga, toda vía que asesina con la esperanza, el nuevo fin que perfila mi muerte.

Nada. Sólo Nada…

viernes, 3 de abril de 2009

Distinciones triviales

La inscripción que remonta los años, bajo el enjuague pertinente de la agonía, tiene su enfoque en la voraz y cabal tribulación de pasajes. Más que reinar un campo legal de trabajo, mi enfoque laboral va desplegado hacia la contemplación de tutoriales promesas. Pero la captación de los mensajes, se forman en distinguidos ramos insólitos; ya sea despertarme a las 11 de la mañana y suspirar la mañana en víspera de tarde, o colocar durante oceanícas horas, la protesta de la actividad en desacuerdo. Mí existencia remontada, al abandono de la escuela, se ve cambiada y olvidada por la tiranía del aburrimiento, clasificada en ornamentas de pequeñas horas por largos lapsos detenidos; colapso en la ironía de mí sustento.

Recuerdo que hace un mes anhelaba colocarme en un escritorio y comenzar a escribir todo el día, pero la necesidad de recortar el triunfo que se esmera por la vía de las obligaciones, me llevaba a esmerar tal acción por guardar otras bajo el reloj. Pero ahora, con el tiempo abierto y el escritorio abandonado, me dedico a más trivialidades que jamás pensé ganar, tales como videojuegos, dormir, huevonear, y con especial ocasión, una dosis de paisaje que refuma las horas esperadas. En pocas palabras, me he dedicado a pendejear. Y eso no es lo peor, lo peor es la insinuante satisfacción que ahora tengo: no hago nada, duermo lo que yo quiero, y soy activamente anti-funcional. Pero bajo dos semanas de cautela, decido cambiar. Tal vez no reaccione bajo ese semblante que ahora tengo, ósea, ¿Quién de nosotros abandonaría una esfera de satisfacción? Y más si esa indudable restauración, lo hace a uno completamente feliz. Sin obligaciones, preocupaciones, estigmas cronológicos, y tener que soportar ese clima de diciembre que endurece la paz estos días.

Pero bajo ese manto de fantasías recicladas… decido cambiar. No por estar en contra de toda la paz reinante del sacrificio de “no hacer nada”, si no algo más distorsionado: me caga eso de no hacer nada, esa satisfacción plebeya de caer en las medianías, y del regocijo que ahora sufro. Y ante esto, yo claudico, no quiero expensar mis horas en furtividades, con las que un imbécil se divierte. Necesito el panorama que me llenaba hace dos años. Una razón, una ocasión que levante mis cerebro sombreado, un sueño que no me haga pagar la penitencia de mis errores, un sedante de realidades, un perico que calle el vacío de mi nombre, una estrella que sólo sea mía, sólo mía.

Basta con la premonición de hacer lo que ante hacía: correr y pensar. Más si ahora, le sumo a esa dieta escribir y buscar, el resultado se expande en todo este año que recorre su comienzo. Una nueva esfera para enfrentar a Andra, y conciliar la luz de los nuevos comienzo de Nada. Renacer, mágica palabra vomitada por Mefistófeles, la necesito fornicar bajo el semblante de la nueva vida. Y así construir al viejo yo, que esconde su elusiva franqueza en una capa del pasado.

Pero en fin, el año acaba y el otro también; ¿Quién me garantiza que podré abrir los ojos del 2010? Aún en el aula de la muerte, que cada noche se asoma, el sepelio grita mi nombre; como una cacería que yo buscaba y ahora escondo. El miedo agoniza con la mezquina carta del fin, que firmada bajo el semblante, recorre mi antifaz, bajo el ceño obscuro de mi vida. Por que en el fondo, mi existencia grita tener vida.