domingo, 4 de octubre de 2009

A silencio del refugio---

A la luna llena de la lírica noche, entre líneas que sostienen mi cadáver y entre las criptas nebulosas que escurren de mi ojos; va una pequeña lágrima escurriendo desde la sangre, pasando desde mis recuerdos hasta el presente, ahuyentando cuando llama a mis fantasmas; mi vida sostenida de un sueño, sólo en el naufragio de mis ilusiones por el tiempo recurrente fuera de opciones. Hoy no me importa si soy bueno o malo, si de mí se pronuncia mi nombre como una tutela de engaños, de fugaces mentiras como peldaños; no interesa nada, sé que he sido lo que el destino sigiloso condenaba, aquí estoy arrullando la soledad para que me abandone, sin importar las letras que desbordan de caudales que socorren mi sentimiento; éste que es romántico de mala suerte, lleno de espinas a donde se habla con la boca herida, al que entre ciudad y mármol guarda la hora de despedida; ¿qué día es hoy Dios? Vida de albores sumergidos al viejo sueño de mi fantasía, sigo hundido al tiempo en que cerraba estrepitosamente mis ojos para ver el cielo… ¿Qué ha pasado hoy con ese mágico infierno?

Sonrió cuando lloro, lloro cuando río. Penas entre alegorías, sólo quiero quitar hoy el miedo. Ayer fue el día en el que se desplomaron mis sueños, no los quise poner todos en la dicha que acabo siendo triste agonía, sentimientos a desborde tomaron mi vida, padecer hasta nunca el nuevo día, noches menos eternas que fugaces estrellas entre lágrimas deprendidas del alba al alma, ¿qué es hoy la partida? Voy sosteniendo este infeliz tiempo, que sólo ha titubeado del recuerdo, de míticas orillas de lo que fui por lo que ahora me escondo. Pienso entre salvajes laberintos, si amar ha sido tan crudo como para no morir, ella supo mis sentimientos; y sin culpar a nadie de toda desgracia, los tiró desde su recámara al vacío que hoy me encierra sonreír cuando debo llorar, llorar cuando debo sonreír: pauta de mis sentimientos, prefacio de la locura; en mi cuarto se pasean lúdicas imágenes de libres sueños, profanando mi vida, negándome una a cada vez. Y este triste padecimiento, va acompañado de menguantes alegrías, de pedazos a cada noche que desprenden mi naturaleza; sé que valía todo desgaste, pero ahora no sé a dónde me acerco, si a las llamas de la salvación o si a al placer de la perdición.

Me interno a un rincón, marchito como la ciudad, escondido al miedo de que el último respiro olvide la esperanza, sé que nací entre ráfagas felinas sosteniendo mi constelación, y que he mareado al destino al navegar desde mi condición; pero fin crudo y opuesto hasta esta hora, que fuera de mis sentimientos, mi razón no dicta para que vivir a lo menos otra semana más; jugué a llamarme misántropo sin fundamento… y ahora aquí pagando las palabras inscritas desde la locución.

Caída a misántropo, desde el horizonte al alba, con los dedos partidos de señalarme como el salvador desde el mal. ¿Qué ha sido hoy si no soy yo? ¿Qué fértil espíritu con devoción a diversión ha tomado mi garganta cuando el miedo se expresa a los pocos segundos de ser yo? El mundo dura poco y más la vida, hoy pago entre ruina las escamas del amor. Y sí, es amor. Pero prendido a un enojo a veces puede parecer rencor; pero es la simple respuesta a mi dolor la que me hace decir que es amor; que frágil soy cuando titubea la ilusión.

Al silencio del refugio, llamando mi pasado para perder mi futuro, confiscando años para lucirlos, opaco desde la risa brillo cuando las lágrimas sonríen, adyacente desde la letra al poema, nada fuera de un anhelo de recorrer la vida cuando pienso en qué es ella misma. Felino que respira del sol cuando de noche parece ser, incoherente con pasear de renglón a renglón sin encontrar menos decepción. Al silencio del refugio, que hoy es vida, mi realidad, mi novela, mi cuento, mi fabula, mi mito, mi laberinto, mi poema. A silencio del refugio, que hoy comienza.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Silencio y sonidos

Ya es tarde para recrear las constelaciones, abrazar los ojos de dios y predicar al silencio. Resulta que nadie gana un concurso de cuento; y que ahora batallo escribiendo poemas a exageraciones subalternas de posibilidad artística; tres poemas diarios infartan las funciones vacías que dilapidan la mañana, les cortan las cejas a las matrices para desayunarlas al crepúsculo de la noche, y una extraña tortura sale a renacer el siguiente predicado: No he jugado Warhawk, ya me chingue por mucho tiempo; necesito matar al chango. Pero nada de esto es menos importante que soltar los días que fueron el paraíso en las lúdicas vacaciones a fracciones del deísmo de la hueva y el ocio de pilares diversiones. Sigo entre la interrogante: ¿qué hago en actuaría? ¿Acaso la fantasía; aburrida entre mis días, decidió ir al yugo de la vida diaria, para azotar entre agonías una alegoría congruente a una respuesta que madrugue la filosofía de mi vida entre esta vía? No lo sé, de veces me pregunto que haría siendo yo sólo un actuario, y he concluido cosas que recriminan la atrocidad: Ser unánimemente feliz, casarme entre tradiciones muertas y vivas al consuelo de semejante rito, tener los hijos de los que soy yo y ser ellos la justicia de mis desmadres con mis padres (que fatal destino divino), levantar el ánimo diario y madrugar en la hora a la cual debía estar durmiendo, desayunar cordialmente entre sonrisas a próximas copulaciones mientras calculo que proporción deben ser el tamaño de ésta y mis sentimientos para imitarlos y saltar a fornicar a la próxima presa (eso no suena tan mal =D), fingir entre los intermediarios elocuentes con cara de equilibrio económico a través de pilares supersticiosos de primas congruentes a la realidad vendada de legitimidad, seguir la rutina diaria hasta convertirla en el artificio elocuente que dicte la tradición de mi urna inhumada entre las eyaculaciones que sufre dios al marcar los segundos y apretar los botones que conviertan los números en mutaciones ideológicas y pictóricas antes de renunciar a la locura. De pies a dedos, y con palabra en mano: no lo creo.

Desde hace tres semanas que voy por un sueño, pero esto me ha convertido en un paranoico perezoso, en agudo blog de AbrXas =D, he dejado de escribir los poemas que he escrito desde el cinco de septiembre, esto por el libre pensamiento de que algún hijo de más golfa madre que nada me robe mis poemas; ¡así es!, existe en mi esta idea sistemática y crucial (espero que no sea así, ya que si es de este modo; espero que ese personaje pútrido de la menstruación de su abuela se revuelque cuando me lo encuentre en el infierno y este dispuesto a batir mis letras a punta de madrazos), pero esta fruslería a marcado la desaparición de quince poemas más (Aparte… qué, ni tengo lectores, sólo fantasmas que bendigo por leerme), espero su más irónica sonrisa, y en poco tiempo comenzare a publicar los poemas dignos de alaridos.

El premio será lo suficiente para mantenerme dos años, vivir en el paraíso y tomar todo el pecado que nunca ha existido, pero dejando las monedas para otro saco, mi móvil no es ese baúl lleno de sonrisas (pero si viene con él, ¿qué hacer?) mi prioridad es escribir, leerme, saber lo que soy más allá de mis labios, críticos al suspenso de mi nombre, saber que soy un escritor al margen de los clásico ídolos y dioses de letras, ese es el pergamino de mis letras.

Por otra parte y pocos saben, en este breve diario de sólo hoy, que me intenté ligar a una chica que trabajaba por las hamburguesas de mi pueblo; era linda, sus ojos eran la sustancia anecdótica de la biblia, y su sonrisa podía perforar los sueños más estremecedores, se llama Mirii; o de menos, creí y entendí eso después de preguntarle su nombre tres veces, ¡pero sorpresa! No todo salió bien, apareció un sujeto menos predecible a la fatalidad, la última vez la vi llorando y me quede esperando una hora para poder ir y consolarla, pero ¡Oh sorpresa de nuevo! Su mamá fue por ella, y yo salí a navegar mares y cruzar tiburones a las aletas de cielo por una semana y la perdí. Resulta que regrese a buscarla y no ha estado, que triste ha sido, pero tengo una rara sensación de que todo será mejor de lo que ya es. Inspiró varias páginas de la novela en curso, y me gustaron mucho las hamburguesas que servía ahí. ¡¡Ah, también inspiró dos poemas!! =D

Pero así está la vida de mi cuerpo, pasando a su debido tiempo. Por otra parte, me cagan los insectos con cuerpo de humanos y que prosiguen y persiguen la confusión de un engaño de si mismos; jodidos bastardos de pocos padres y crucificados en si mismos, se joden de si mismos, pero bueno, basta de blasfemar y adjudicar dosis de críticas a aquéllos imbéciles.

Silencio y sonidos cuando regreso inyectado de café, aferrado a mi cama sin soltar la opulenta tortura de los juicios, de qué hacer con mi vida, de vivirla más antes que los segundos rompan el tiempo en mi cuerpo.

Vivo por las letras, a letras vivo, nada fuera de la inspiración sobresaltada por mujeres de dulce vida, poesía inequívoca a la eternidad. Y es majestuoso recordar el proverbio de un laberinto, de Francisco Castañeda: “Para alcanzar la inmortalidad es necesario morir”

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fragmento de: La vida despertando po la muerte:_:_:

La escena había quedado perfecta: la lluvia, la tarde, la hora, la esquina, el carbón destrozándote la garganta por el olor de hamburguesas, el hambre que se había convertido en un corazón palpitando sobre tu lengua, tu inseguridad cubierta de una sonrisa cuando la viste, la ventana desde donde asomaste con pétalos la vida, el idear un pretexto para quedarte ahí más segundos. Todo convertido a tus obsesiones con vista a tus ilusiones, que de un instante se perdieron al contraste de críticas conversiones. Recuerdas la imagen, sí te importa, pero ni modo de pensar en los sonidos de sus caricias y el crujir de sus besos cuando ella se sentó con él, y tú, sólo mirabas por la ventana una salida que podía perforar todo latitud de tristeza sin derramar una lágrima o mostrar los esquizofrénicos momentos que huían de tu pecho, sólo seguiste sentado y comiendo la hamburguesa.

Cuando saliste pensaste en no volver, que la lluvia que caía te llevaría lejos, que lo olvidarías mientras conduces de regreso, que otra te llenaría los ojos hasta volver a romperlos. Pero a la vuelta te das cuentas que estás incrustado a la curiosidad, a los acertijos que lanza el espejismo de verla sonreír con los ojos pardos que ciegan al cielo, al misterio que te entierra a seguir pensando en ella. La lluvia sigue cayendo y sus gotas pretenden ser las lágrimas que no lloras, tienes que volver; ahora, siempre y cuando sea, no soportas dejar de intentarlo hasta llevarla a la orilla de la luna para decirle cuánto te gusta.

Mañana, dentro de dos días, en una semana; no importa mientras ella no se extinga, la obsesión te va transportando sobre el tiempo y te vas columpiando suavemente a su mirada que se extiende a regiones de recordarla mientras sigues repasando qué día irás antes de que las venas se sequen cuando ella te las corte. Pensando en qué dirás, en qué espina te detendrás para ubicarte dentro de su piel y colgarte de su gravedad para oscilar dentro de sus pensamientos a cada día y noche; siguiéndola y amparándola con el vértigo que cae desde tus brazos, cazando y cayendo a su amor.

La lucha mortal con el instante y el eterno salto a las curvas de adrenalina, el sabor de sudor que te penetra hasta el dolor, tu vida girando a la libertad mientras más la recuerdas. Mano a mano, vas entre días; sosteniendo las palabras desde tu lengua para fulminar rituales, emblemas, ciudades vedadas, silencios livianos que pesan en la memoria. Porque no has vivido el pasado de tus días, frente a un presente que se va conjugando entre lágrimas que van sonriendo desde la soledad; aquella que se envolvió a tu pies mientras caías al murmuro de tus propios sentimientos desbordados por ella.

Dedicando piel al tiempo, sobornando y legalizando el espejo, conjurando frente a un Dios que promete ser real, confiscando tu alma para llorarla al perderla; todos lo días de noches, a cada suspiro: A nuestra alma. Los sonidos de tu boca se escurren entre tus dientes, tratando de perforar del manicomio la esperanza, sacarla a que arda entre mortales, procurarla de tormento para invocar sobre tus noches la crítica hora en que se pasean tus pensamientos.

Hoy, mañana y siempre, comprando risas a alegría, con la opción de girar al cielo hacia las nubes, respirar y olvidar que ha pasado más tiempo que un futuro tardío, nebuloso y pausado entre tu garganta que expira al respirar hacia los negros puntos entre tus ojos que anulan la opción de libertad, nada se vuelve hacia ti, sólo períodos incoherentes a la raíz de tu obsesión. Historias pérdidas al azul del cielo, cuadros profético s y ensalmados al oído del vacío, del que has caído desde su gravedad para ahogarte, para salvarte.

Magnitudes ensanchadas de saliva, a la crítica de tus propias fabulas y con un resorte que te permite rebasar cualquiera de las alas ya vedadas, amarrado sin escape a la realidad cubriendo al destino en una cristalización amarga que dura en una ilusión lírica, nada es menos importante que nadie, confundido entre las monedas que vendieron tu nacimiento y ciego a los cariños, que pasajeros vas encontrando y llenando al libertinaje, porque está es tu vida; la sensación mítica de segundos y clasificaciones mortales, chico entre los grandes y antiquísimo entre los clásicos, has revivido de la tumba, excavado el último hueso para armarlo, huyendo de las criptas para refugiarte entre el olvido de tu epíteto, locura al pasado sepelio, muerto a sensaciones y portal de ilusiones, al fin de todo: escribes.

lunes, 10 de agosto de 2009

Ad vitam aeternam


Cerca de veintiún horas a cumplir años y lejos de los suaves pensamientos, con el vértigo que se va enrollando entre mis manos de pensar en el tiempo, clasificándolo entre pórtales que habitan en la temible conciencia de mi suelo, de mi vida, de la franca inquisición con la puerta sostenida al aire mientras volando algún día se abra entre el eterno suspenso de haber recordado algo entre el juego. Siendo franco con la noche, levitándola hasta realidades que se van reflejando entre sueños que protestan las fantasías de las que prendí mi vida; donde aparece ese niño probando su imaginación, convirtiendo todo imposible en actos que se pasean en su mente, sosteniendo la libertad desde el pupitre cuando cerraba sus ojos, deslumbrado por la cortina negra a la que se sometían las estrellas mientras la velocidad de la gravedad lo transportaba hasta la magia que deslumbra a los inmortales, mientras… él sigue plasmado en la imagen y jurándole, con una sonrisa, que lo logrará.

Recordar el sueño, rezar por la fe que va sangrando desde el fondo de la pasión, pasando por el dolor para mitificar la oración, probando los recuerdos para hacer más intrépida la devoción; porque el anhelo soy yo, devorando la metamorfosis para engañar al destino, sobrevolando las alas para quedar atrapado entre las garras, deslizándome entre la locura para decolorar al espejo sobre las letras, colocando poemas sobre sus senos, acariciando las estrofas para apostar por el ego, éste; él que se consuela con pensar que el final sólo será el comienzo.

Días sobre noches, pasos a segundo sobre el universo, sosteniendo la vida desde el alma, conjurando los secretos, legalizando la mortalidad sobre la eternidad; escuchó la fecha desde hace horas; acudiendo puntual entre los astros y la perfección de engatusar la esclavitud, y su condena es larga desde mi mente; pregunta con los siglos sostenidos sobre sus pestañas, acude a mi vida como un sarcasmo cotidiano, pero no hay respuesta y lo mejor es que nunca la habrá, que todos los que cegaron sus labios al pronunciar sus alegatos han quedado marchitos entre sus páginas, muertos entre el silencio que llega con la inmortalidad.

El fin de la primera persona parece que se aleja mientras más profunda llega a ser la breve ontología del nacimiento, profanando la demencia con la locura y arrojándose hacia el vientre que obra con amar. Y no es que extrañe algo del pasado, no es el ombligo que abro en el cielo; sólo me aturde Su ironía. El cementerio es extenso, reclusos sobre cuerpos aún en movimiento, acosando la justicia sobre sus mismas heridas, agudizando las lágrimas de sus venas; todo es transparente tal como su existencia.

Y ahora, a una semana de entrar fuera de mi paraíso, sin desmayar el rigor en un gimnasio, sin quedar a la luna mientras sigo escribiendo, acorralando entre el sueño de haber pasado sobre diecinueve años, con las caricias que van acarreando la inspiración sobre la ciudad, con unos breves pensamientos que de desglosan entre sonrisas, con la orilla de un sentimientos que me hipnotiza a seguir; puedo decir que hoy he vivido como prefiero, que la vida no me es corta, lo es el pensamiento que pretende ser mi relojero, la masa que elige ser social de sus muertos; no me importa, el momento es perfecto, las campanas brillan sobre la hora y el presente se sostiene.

Apostar por la fecha, seguir pegado al azar, reír y gozar; nada llena más que seguir jodiendo al mundo. Mis suspiros velan entre mis sentimientos, con el aturdido emblema que se perfora entre artificios de conjugación: jugar, soñar, amar, odiar, lidiar, imaginar, pronunciar, apostar, levitar, manejar, levantar, burlar, pensar, tocar, recordar, olvidar, tomar, perdonar, resucitar, mitificar, blasfemar, joder, besar, ser, construir, sentir, prostituir, escribir, morir, vivir.

La fecha se va pegando a mis labios: diez de agosto, diecinueve años. Y después de todo, no me importa que esté pegado a la mortalidad, hace tiempo que perdí al miedo, y siempre, mientras lo logré, hasta la muerte de vivirla.

Hasta la muerte de vivirla…

jueves, 9 de julio de 2009

FrAgMento de: La vida despertando por la muerte

Confundiendo la gracia entre el atrevimiento de crearla, cercando las nubes entre mosaicos, iluminando las capsulas de iris ante el movimiento crepuscular de unos ojos hipnóticos hasta el desierto, llamando toda sensación para que se asfixie por momentos de la realidad, clamando a esa realidad mientras se plasma bailando sobre cualquier borde de perfección; no importa que los errores cometan el hermetismo de reducir tu vida a cenizas, porque ahí está ella. No importa la distancia, calculas entre sus ojos la mirada que plasme sus labios; derritiéndote cuando su rostro se cubre de luz entre la longitud de la oscuridad, temes que cualquier tema sea necesariamente innecesario; porque no sabes que hacer entre el fuego de su posible control, y lo último que te puede salvar es suicidarte, al aventarte sobre un intrépido segundo que te corone sobre las estelas que la dilapidan de un sentimiento que para ti, resume todos los antecedentes filosóficos en armónicos panoramas de fácil comprensión y una exquisita sensación; porque tratas filtrarte sobre sus pensamientos, asomarte entre sus sueños, entretener sus diversiones al misterio de desaparecerte. No hay más que verla, sonreír sobre el suelo para observarla entre las caderas de la luna; porqué ella no es mortal, no debe serlo. Pero sigues motivando sus sonrisas sobre esta mañana, que se revuelca entre la confusión de arrojar todo al carajo, para poder rescatarlo desde las alas que ahora te llegan sonriendo desde la esquina en la que se encuentra.

No importa cuánto has mentido, no tienes que rescatarla; sólo tienes que enrollar tu vida al sentido de la suya, porqué el sueño es de menos azar de lo que crees. No importa saltar entre los torbellinos que ataquen, porque te llevarán directo sobre el silencio de exhumarla entre los ramos enterrados que oscilan sobre sus ojos, aquellas ilusiones que mastica su vida que su sonrisa te muestra. Nada lamenta el momento; porque ahora es único. El universo revuelto por la eternidad que pasa sobre lo segundos, sigue transcurriendo entre la forma de allanar tus sentimientos; sólo es cosa de simplificar las cosas, de transitar de mil formas el aroma de su sonrisa, flotando hacia su cuerpo y enterrándote sobre las promesas de sus sensaciones, no habrá más que ir al borde de tus locuciones para encerrarla al interés fatal de la curiosidad, porqué navegar al comienzo de mitificarla, es cristalizar la inspiración que los lleva al borde de una posible locura mutua.

Porque la extensión de sus ojos de vidrio traspasa toda protección, cruza sobre tu amor escondido, que sólo ella sabe; mientras saborea los laberintos que traspasan tu piel al ver como se esconden sus manos para saludarte desde su lugar. Dejas que tus pupilas se enganchen sobre su cuerpo, y ahora lo piensas; no llegarás a ella a contarle sobre el ínfimo suburbio que se revuelve entre la locura que te lleva hasta las rosas invisibles que espinan lo tanto que te gusta, no estallarás cuando su voz roce hasta el eco de tu cuerpo y sus palabras de burbujas se peguen sobre tus mejillas para estallar hasta el borde de tus labios; porque ante todo, vas cavando los momentos y relajando sus sensaciones, jugando con la locura que te hace pronunciar su nombre bajo la almohada, sólo para que ella lo escuche y sonría desde su alcoba.

lunes, 6 de julio de 2009

El tiempo a lado

-¡A la mierda!- Volteas y esperas unos segundos para recordar, no hay nadie a tu lado, no hay segmento que voltee sobre la desorbitada mañana que oscila ya por acabar. Te levantas y preguntas por qué te hablas desde una tercera persona, tratando de referirte a la primera; como un ser que pasó entre el sueño de alucinar algo.

Hace casi de veinte días que comenzó el paraíso. Respiras y hueles la libertad, y marea bien chingón. Adiós a las putas integrales colgadas desde los anillos que te joden el sueño por levantarse a arruinar al tiempo, como si éste tendría que hostigar tu vida para acurrucar sus desvelos. Es casi medio día y apenas tus pies tocan el suelo, recuerdas que no has podido escribir nada y que te revienta el carajo cuando te inflas los pensamientos: ¿Qué estoy haciendo?

El hambre te joroba el estomago, ayer eras un cuadrado obeso y hoy hasta lo huesos se caen entre los pasillos, tratando de absorber el calcio del mosaico. Desayunas a la hora de comer y te preparas listo para salir. La ciudad presenta la misma cara con distinto acento, y las nubes llenan el firmamento. Son estos los días de gloria; en los que un gran fanático debería resucitar, llamándose entre los corderos y cargando la mano entre la mierda, pero ahora, no pasa nada, sólo te ríes de lo que piensas y en qué momento tendrás que derretir lo que ahora piensas para salvarte del recuerdo.

Recuerdas que desde hace tiempo te extrañas, a ese pequeño imbécil que iba comiendo la muerte a través de las calles, corriendo entre las llantas de mortalidad mientras el velocímetro marca 170, la noche es larga y es necesario cabalgarla toda, antes de que nos coma; sí, “nos” A quién chingaos importa ese “nos”, si es a toda madre. También tambaleas sobre pensar en la leyenda de ella, de esa y aquella, que sin menos que invocar, es sólo una; aunque sólo ha pasado más tiempo de lo perdido, piensas a qué velocidad tienes que volar para poder aterrizar sobre su cuello; pero ahora sólo es fértil manejar hacia la luna.

Navegando sobre la llama que enciende las gotas de lluvia, no hay más que pensar que ahora, esa colonia esta inundada de pasos que nunca quedaron impregnados pero siempre marcados, que ahí, en ese parque de bendición oscura, las sombras se pasan inadvertidas cuando buscan lo que encontró y lo que repetirá entre los segundos que se entierran como horas; sólo basta con excavar un poco, para encontrar tu cadáver aún pronunciando la sonrisa que desde el infierno se deja ver.

Oscurece hasta el fondo que la luz eléctrica se congela de negro. No hay más suerte que matar el azar, no hay más sangre que llevar al altar. Es tarde y no te puede quitar, este recuerdo que te viene a levantar, para que caigas sobre el vacío que encierra gritar, tu nombre desnudo que no te puedes quitar; mientras endulza su sangre que escurre entre la carne del mío.
En la noche, con sólo una comida al aire y tocando el café entre la boca, voy paseando ahora, entre la huellas, entre conjugar mi primera y un mil persona. Resumo que con suerte comeré sólo dos veces, y que mañana será lo mismo, que próximamente me inundarán los veros, solamente la dicha es real. Porque este es el paraíso, él que se va seduciendo entre más hondo se va cubriendo. No hay más que ver a lado y ver que está el tiempo alado.

domingo, 31 de mayo de 2009

FragMento de: La vida despertando por la muerte

Cerrarás la puerta del cielo, jamás descubrirán el secreto; porque es tuyo y entre los pantanos infringirás que el poder es tuyo, sólo tuyo.

Al despertar sabes que no hay más palabras para revelar, sólo el silencio se escucha sordo entre la voz. Preguntarás lo qué eres, y sin más respuesta llegarás a pensar en la orilla de tu cuerpo gritando al desplome de tu razón, sabes que esa orilla te lleva al recuerdo y que de ahí sólo queda esperar entre el murmuro para llegar al infierno. No hay más que un papel y una silla, pensarás en escribir el poema más encarnado y estremecedor; aquél que lleva al cielo y al diablo en la misma palabra, el que se deduce entre los sentimientos más engatusados por la suerte de ser él que más ha emocionado, el que entre versos y líneas dice una y otra vez lo que entre esperanza se asoma, el que entre el universo suspira una noche eterna al amarla, el que entre poemas y poemas no hay más que leer éste, éste… tú poema. Pero al sentarte, tomarás la pluma del vientre de la literatura, sabrás que estás listo para blasfemar y amar la hoja, cuidarla hasta que el incendio protagonice entre tus dedos la ovación de tu sentimiento; pero has llegado, y nada llena la primera estrofa, nada es demasiado perfecto para lo que sientes, para cubrir el llanto rasgado de años, sólo es posible escribir y declamar la sentencia de tu vida, la que has vivido entre el sueño de pertenecer a una para agarrar ante el cariño de tu amada:

-¡Mal mierda me parta ahora!

No hay qué escribir, no hay que rezar, no hay que vivir. Despierta de tu sueño entusiasta, sé el retrato perdido de los ojos que ella sueña, porque sabes que no eres escritor, que tus sueños están más enterrado que la esperanza de volver a verla, de mitificarla en el artificio de tus palabras, de llevarla profanando las manías de la locura.

-No eres escritor… no lo eres.

Atiendes a esa voz que baja desde tu boca y se despliega en tus lágrimas. Recordarás que comenzaste por no morir, porque te encontraste solo en el infierno y sólo llenar las rocas con tu sangre era la forma de sobrevivir, pasaste a los poemas como una burla por la sentencia, ¿pero sirvió de algo? Ahora la recuerdas pegada a la cicatriz que te dejo al besarte, entre el ocio de leerte y prostituirte entre la sátira de tus mismas palabras. Abres los ojos y descubres que no has escrito nada, nada, sólo que sigues lamentando entre poder confundir al cortejo con a suerte. Recordarás que esa tarde alguien te pidió un encendedor, y que ese alguien pudo haber sido tu esperanza al dolor. Ahora recuerdas las palabras, las declamarás en silencio una y otra vez:

-Oye. ¿Tienes encendedor?- te dijo sonriendo.

-Diablos no… Pero que triste- sabrás que ahora estas hecho un pendejo, ¡un pendejo! cómo al que llamabas al que estaba a lado y rezando por un amor perdido.

Te despediste sin haber saludado. Eso es el valor de haber escrito, el precio de haber vendido tu alma al postor más eficiente y orate que pueda existir. Pero ahora te pronuncias orgulloso entre más y más escribes, sabrás que atrás de todo no hay nada; porque tus poemas no llegan, siempre siguen volando entre su ventana, violando la privacidad por la curiosidad de verlos muertos.

Sigues pensando en el encendedor, era bonita ¿pero qué ibas hacer? Yo soy tu pastor y te seguiré chingando la vida hasta que entre las hojas suspires las letras hasta el universo.

Sigues tratando de escribir sobre una idea vacía, tratas de llenarla con el recuerdo y con melancolía...

lunes, 20 de abril de 2009

Ritos posados


El fin del paraíso de acerca y de nuevo tengo que posar entre las diarias horas de la mañana, tal vez nunca se logra enmantar las promesas de cariños; para que así no se olviden que ahí se encuentran. Sigo escribiendo entre los versos vivos, y los renglones crecen al ritmo de la ciudad; cosa que se puede describir entre un extremo movimiento para quedar sólo estático; cosa que me preocupa y me hace querer imantar mi alma a un precio barato, sólo para poder escribir lo que entre sueños desconozco. Pero son los renglones purgatorios, los que me levantan decir, que el paso de las letras tienen que ir acompañados de expresas emociones al cántico deseo de subrayarlas, así como de los orfanatos en que ellas viven; mi vida se vuelve bailando entre estos ritos posados.

Ritos que me hacen de cada mañana, levantarme a correr el día, llegar a bañar los lúdicos labores, para sentarme a escribir con la plena idea de seguir recorriendo pasillos con nombres ajenos; nombres que se envuelven entre la inexistencia de las horas, pero que con suerte, perduren entrada mi muerte. Y seguir resucitando esas noches, sólo para acabar con la agonizante memoria de mis pasiones; mientras… tratar de llegar entre divinas providencias, matarlas y en besos enterrarlas, jurar que su sepelio fue hace siete días y ahora frente al espejo se mueven cabalgando mis deseos; olvidar los amparos de encomios para poder rezarlos entre el silencio, y siempre llegar entre abismos, declamando las suaves mañanas que se alejan, ahogando los relieves de esperanza para comulgar los vacíos; porque al final, todo acaba cuando me veo bailando entre estos ritos posados.

La luna se esconde para ofertar su cuerpo; laboriosamente y después de trabajar decenas de días, la compro en un día, la alojo entre mis ojos y comenzamos a levitar entre fantasías. Pero la luna tiene gracia carnívora, y comienza a comer mis retinas; el dolor de mi sangre se vuelve a bailes exóticos de dioses, mientras la luna sigue masticando mis pupilas…

-¡Oh que dolor de viejos placeres, entre haber laborado tantos días y acabar entre este suspenso!
A lo que la luna y sus mordidas responden:

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Luna traicionera de recónditos placeres; estoy seguro que al gran Mefistófeles le has hecho esto; por eso vaga ciego cuando tu te escondes, y te maldice cuando entras en la noches. Fornicas entre el silencio de los deseos, y a los vampiros seduces con tu forma. Pero yo trabaje duro para seguirte al cielo y ahora me pagas dejándome ciego.

-¡Cabrona Luna de pesares, mira como me has dejado! hecho en perfectas mierdas mientras tú sigues bailando, y lo peor es que te divierte seguir jugando.
-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Que triste es la pasión que ahora tengo, mientras la Luna sigue alumbrándome de ceguera. Tentaciones libres, dejan el pecado como una fechoría de atrás y ahora derrumban mortales con sus claras mañas.

-Luna… ¿Qué te hice yo para que me ahora me lamente?

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

La Luna sigue acabando mis ojos, y es tanta su devoción que olvida esconderse del día.

-Luna ya es tarde… tienes que irte.

-Cállate pendejo y sigue cabalgando.

Y es así porque la luna se ve de día; porque esta jodiendo a otro pobre imbécil sin ojos. Y cuando ciego me encontraba en la oscuridad.

-¡No veo… puta Luna… me has dejado ciego!

En ese momento, la luna acabó con mis pupilas y continuó con su sentencia:

-¡No me digas que no puedes ver! Si entre mis deseos eres el único que tendrá los ojos negros de mi velo, los ojos llenos de mi y vacíos de todas ellas.

Que perfeción de noches viví, entre las alucinaciones de mis sueños crece mi propio mito de claros cielos negros; y sigo esperando la noche para que la Luna venga y me diga: Cállate pendejo y sigue cabalgando.

domingo, 19 de abril de 2009

Cabales locuras


Mi nombre no es importante, lo único importante es saber como mandar a la chingada todo este dolor de juicios inspirados, tal vez entre el trayecto de la libre escritura; como una acción sin más recuerdo que comenzar a escribir sin la necesidad de parar, es la opción más recreativa y sólida, para conjugar un plural sin la necesidad de soñar.
Hoy me entrego entre las églogas de los sueños, de aquellos sueños que fantasean con la realidad sin saborear los besos empiristas, aquellos sueños que van cazando los portales de felicidad entre las aromas que desenvuelve la noches por el siempre atribuido fracaso, aquellas noches en donde despierto caminando entre los reinos del cielo; para saber que están muy altos. Son aquellos sueños entre las lunas, lo que me despiertan entre las cadenas de la libertad, los que ahora me levantan y me hacen decir: Me vale madres… ¡¡la vida es chingona!!

No quiero sangrar entre la rebúsqueda del pasado, y mucho menos ver las caricias perdidas del tiempo; que por una u otra causa, se llevaron la supuesta dicha a un purgatoria de llaves escondidas, no quiero buscar la puerta escondida, no quiero caer entre los rincones de un amor estático en los tributos del pasado. Y más fácil, sólo quiero mandar a la mierda los recuerdos jamás muertos y siempre colgados, por los nuevos atardeceres de mariposas levitando, de cuadros comiendo el reflejo de los lagos, de olas de viento susurrando; que el abismo no separa el infinito, que las horas bajan a fluir entre penas sin orillas.

Escribir y escribir, ¿qué otra dicha se suspende entre los horizontes del paraíso? Sigo escribiendo y no me doy cuenta que no he llenado lo menos que debía haber hecho, sólo he escrito los panoramas frustrados para poder decirle al primer imbécil que pase entre mis ojos: Hey tú… ¡pendejo!, vete a la mierda; y lo triste es, que paso frente ese espejo… lo veo y me cercioro que soy yo, y no queda más que cumplir lo que prometí:

-Hey tú… ¡pendejo!, vete a la mierda.

Después me cago de risa, y noto que apesto; cosa que agrava la situación de hablar del recuerdo; de aquellos días mientras me zurraba la vida y la única forma de limpiarme era con la saliva de dios; pero a la mierda con esos días; más pasados y muertos están para aquéllos, que para los que yo recuerdo.

Descubro lo divertido que es jugar; morir y resucitar, ¿qué esperar? El día es corto; y en él, se puede dormir. Pero la noche es larga como un universo lujurioso de medievales sueños; y en ella, se puede gritar cantidad de obscenidades que se convierten en una acción púdica y pura, no importa desde donde estés, la noche siempre te encontrara para convertir los pecados en ritos santos.

Entre la fantasía yo vivo, me despierto y no hay lugar para la acides de la realidad, para los blancos campos de la infertilidad de la vida, para los horarios de micas personales, para los centauros que levitan sobre la seguridad, para los corazones vacíos de fulgor, para los reutilizados marcos de personalidad, para los emancipados fondos de fe social, para confundirse entre los cariños de un corazón, para levitar entre las manchas de un amor, para tener lo que ahora se pierde mañana, para caer entre los peldaños de razón, para soldar el motivo de existencia a una televisión, para cabalgar entre el trabajo de formar la masificación; no hay lugar para eso. Sólo hay lugar para nosotros; sólo hay tiempo para estar soñando entre tus sonrisas de labios, mientras acariciamos el cielo con nuestras manos.

sábado, 18 de abril de 2009

Pendiente sueño


Parece que con gran recreación, el mundo se mueve entre las mentiras que más liquidan sus intereses, así como oscilan entre el signo fatalista que viene a estrechar los rincones menos propensos de desenvolvimiento; tales como ir a un estadio de mierda, para ver a pendejos de más mierda, o acumular records siempre puestos ha prueba bajo el semblante de una televisión, sólo para comprar por minutos, la grata gloria de haber pasado no menos horas en la televisión que en una cama sin huéspedes. Pero eso esta bien, entre el yugo que se contrae al ver la dicha que se desenvuelve entre la piedad de la hueva, es obligación de la satisfacción levantar la voz y decir: A la mierda… hoy no hago nada.

Pero entre toda esa cadena de suplicios de placeres, decido declinar. Tal vez elegir entre un masoquismo anímico que naufrague entre las horas y la hueva, y otro que llegue débilmente a las costas de la completa inutilidad, decido ahogarme entre una vieja premura, que a destiempo y sin menos que esperar, decidí dejar para después de un mañana sin regreso.

Hoy pienso en eso, y me resguarda la sensación incorregible de llegar a los pasos de la obligación para enfrentar las penurias que ofrece el cuidarse de uno mismo, y como entre la madrugada de los pensamientos, así como en las locuciones que perforan los instintivos campos de la voluntad, el tener que hacer los extemporáneos sueños, hace que el peso colapse en los albores dela equidad, equidad que viene a consagrar los incorregibles momentos de promesas y fortuna. Hoy pienso eso… y francamente; hoy lo debo de cumplir.

Desde los pilares de mis hojas, prometí escribir diario y con toda la anuencia posible. Escribir por catorce días, catorce ensayos. Hoy lo pienso, y camino entre la idea; la mastico para saborear la pendejada de mi sueño, y la vómito entre estos renglones, para saber que se esta haciendo realidad. No me interesa que debo, o que es necesaria cualquier cosa para escribir hoy, sólo necesito despertar entre el ahogo de lágrimas, para poder escribir mierda y demás, al viejo juego de sonoros asistentes.

Hoy me gustaría agarrar un nombre, colocarlo entre la silla de los condenados, y comenzar a aventar toda una saga de estimos, y conjuros; para poder hacer que entre la van gloria de a partir de ahorita, comenzar a escribir de manera fluía y sin detener las manos. Eso pasa cuando, entre un sueño pasajero y extracto, prometes escribir durante el tiempo que no debes escribir; como una obligación costosa y sin servicios especiales de recriminaciones de amuletos, sino una levitante costumbre de panfletos reciclado y esfumados por la agonía de los que ahora canto entre la noche.

Han pasado minutos, y aún no hallo el porvenir de estas llaves que codician los millares de puertas que pueden abrir, sin la necesidad de saltar por la ventana con la esperanza de morir, sólo las veo entre los anuncios legales del pasado sin una concreta correa en el presente. Pero entre este encarcelamiento de letras, no desisto entre los que hoy quiero decir, lo que hoy quiero levantar entre los demás versos, lo que hoy esta en los lapsos más ociosos del universo, lo que esta después de esas viejas noches con la única respuesta de repetir lo que ahora ha pasado.

No cabe duda, hoy entre los dedos me fluye un aroma pesado. Hoy no debí escribir, pero la obligación canta entre el recuerdo, y mi voz murmura entre la pesada obligación de narrar lo que termina entre la basura de la inexistencia.

viernes, 17 de abril de 2009

Retribución de mierdas


Hoy quiero dormir, hoy quiero soñar, hoy quiero saber que esta ahí; esperando entre la noche para comenzar a soñar, que realmente esperas alguna seña mía entre el decoroso amanecer de la ingratitud y el desprecio.

Mi gran sorpresa es que ahora descubro que no, que me engañas bailando entre la mierda del recuerdo, que me vomitas cuando aún te falta digerir algo, que pronuncias mi nombre cuando quieres reír un rato, que me ahorcas entre tu belleza pero despreciar las letras, que entre el horizonte pintarías mi nombre con las iníciales de puto, que te gusta mandarme a la mierda entre mis pasadas lágrimas; ahogarme entre ellas hasta que pueda sonreír o morir. Pero esta bien, todo eso es justo, todo eso rompe las ultimas velas de esperanza, para poder volver al valemadrísmo. ¿Qué me importa si no sustentas mi corazón?; si necesitara alguien para matarlo, no me falta encontrar mis manos, pero huí a ti con la necesidad de darte todos mis sueños, para que los convirtieras a tu deseos, para que los cuidaras entre los tuyos, para que no me vengas con tales pendejadas, para que no suspires mi nombre y a la vuelta exhales lo que ahora duele. A la mierda contigo y con todas tus putas personalidades, a la mierda entre el supuesto paraíso.

Me va matar verte bailar entre otros corazones, rozar sus sentimientos; y si te gusta, quedarte con ellos. Me va matar tocar el pasado, mientras vuelas por el universo con otro pendejo, que al igual que yo, ha caído en un cielo convertido a tus sueños. Me va matar cortar mi sangre cuando las lágrimas me ahoguen, cuando se esparzan entre los ríos, y sabrás cuando la lluvia sabe a mis ojos caídos. Me va matar decirte que me voy.

Es cierto que me gusto ser tu prisionero, es cierto que me alentó a escribir, es cierto que me elevó del suelo, es cierto… pero no es cierto que despertabas entre la noches con mis sueños, no es cierto que caminabas con esos ojos de dulzura para tirar toda defensa mía, no es cierto que levantabas entre tu dicha mi sonrisa, no es cierto que mi nombre sabías.

¿Pero qué importa…? Sí, pesa entre todos los sentimientos; como una batalla sin estandartes por un suicidio de carne… ¿pero qué importa? Espero que cuando leas esto, vomites el pedazo de sangre, que entre tu corazón manchado por otro, aún guarda en los rincones. Espero que levantes tu nombre, y me llames a insultos; yo llegaré de noche a asesinarte, y entre tu muerte lloraré estos años. Espero que entre los cementerios hallas paseado, porqué nunca quedarás ahí; deambularas en pedazos de carne entre los pendejos que supuestamente quisiste. Espero que laves los días, y comiences a escribir poesía. Espero que entre el mar ahogues todo recuerdo que alguna vez me alumbraste. Espero volver a verte, para decir que te amo. Decir que te puedes ir a la chingada, pero que yo iré contigo. Decir que te extraño, pero nunca regresar contigo. Decir que los mantos, aún el viento lapidan. Decir que entre pequeños pedazos de arena, cargo mi vida entera.

Porque tú, ¡¡oh puta vida!! Eres lo único que me madrea, y también lo único que me pregunta:

-¡¿Te dolió pendejo?! ¿O quieres otros madrazos para componer tu dicha?

Pero todo acaba como había, todo se reduce a unas palabras de mis días, a unos sueños de ilusiones y fantasía:

-Estoy bien, mi vida…

jueves, 16 de abril de 2009

Reflejos abismales


Los recuerdos llaman el presente para asegurar su inquisición, y entre la antesala del tutorial mago de la insipiencia, me arrojo en un nuevo tiempo con forma de espejo. Hace días un febrero despertaba cuando un marzo ha llegado, y sin más que reaccionar; veo un colapso de fraternales amantes de yugo masificado, veo una rampa de mentiras con más verdad que la verosimilitud, veo un arcángel perdido y que ha caído entre los cuentos de mis páginas, veo un tiempo reaccionado por la sombra de sueños pasajeros.

Hoy son claras las huellas del pasado, y necesariamente despierto en las horas de la fantasía, las azoto en una imaginación voraz para olvidarlas en la eternidad y rescatarlas en los sentimientos. Aquéllas fragantes horas mientras descubría que era el amor y la agonía juntos, fue la opción de retumbar la muerte entre los hexágonos de la vida; una llamada de esperanza por lo siempre enloquecido. Pero entre el vapor de los años, el yugo abismal de mi existencia perdió las micas quirúrgicas de la recuperación, así como el vago testimonio de realidad de lo que ahora lloro como verdad.

Incognoscitivo entre la ópera abismal de lágrimas, ocasionalmente pienso en los claros momentos de hipnóticos pesares y amables precedentes, y a lo largo de esa esfera óptica, solo deslumbro los reflejos del desperdicio de la eternidad, de los vacíos que se mueven al quemarse el cielo mientras las aves esperan. Y a lo lejos veo que todo se asoma a Nada.

No es que desespere en el tiempo, simplemente no lo alcanzo, y a mayor razón de justicia viene la equitativa distribución de los matrimoniales supuestos de controversias; ejemplares de recreación eterna en una mente descompuesta y llamada a los siglos; que sigilosos emprenden el retiro, y mueven sus orejas al camino. Entre ese pasar del tiempo, llego callando el viento para exhumar el silencio, coronarlo como soledad, y amarlo como odio.

Recreativamente veo la gigante rosa, cuyas espinas clavan a Dios en un universo bermejo y perfecto. Lo veo… sangrando entre la pena y jubiloso en el recuerdo, ¿qué tengo que hacer, para ganar la paz de noche sin muertes?, ¿tengo que llegar por el mar más furioso y destructivo? Las respuestas callan en un ruido de intensificaciones, mientras desbordan las estrellas la luz negra de las noches.

Los ritos cambian velozmente al intrépido sarcasmo. No puedo escapar de lo que quiero, y la lluvia de los recuerdo azotan la bendita magnificencia de la tortura. Los suspiros llegan a enjuagar su aliento, las páginas se escriben rotas, y los corazones desnudos dejan de bailar entre las nubes. Sólo espero que vociferes el último sepelio de tu alegría.

Pero en fin, el tiempo se abre en los engaños que se permite, y deja volar los gratos dolores de recuerdos, deja caer en oraciones los reflejos; que escondido en un letrero, visten las velas del infinito. Porqué algo es seguro, y no peca entre un fluido reino, porque no cae en el bien y el mal, porque no tiene consecuencias, porque no llega a destiempo, porque no conoce un comienzo, por que sólo espera su huída, porque esta vez tiene que acabar… porque este sentimiento tiene que acabar.

Pronto tiene que acabar el final.

miércoles, 15 de abril de 2009

Divina melancolía



Las ganas de vomitar abastecen mi vida; y entre los mocos sueltos que trascienden un kleenex rendido, la pregunta vuelve a llegar: ¿A qué hago lo que es? Si bien es cierto que la respuesta olvida el esqueleto matutino de los sueños, es la agonía que peregrina entre la respuesta; y más que una agonía anímica hoy me ataca la más feroz y sin paciencia: la agonía médica. Estoy enfermo y desde hace rato quiero abrir mi laringe para exhumar los maricas virus que se pasean de la felicidad a la reproducción de mis males; y peor aún cuando a esos males se le suman otros despreciables, tales como hacer de una hipérbola altanera su rotación entre los campos sagrados de la excentricidad y así poder facilitar su imagen; cosa que con poco agrado veo y hago, ya que entre las pendejadas que ahora garantizo, soy yo el que rota entre la locura y traslade entre la fantasía.

Pero aún cuando en la hora de los sueños, un recuerdo que protagoniza el viento de la muerte viene a recordarme la poca valía de mi existencia, azotando y mordiendo de donde esconde su raíz, logra de buen modo llevarme a infiernos de tortura con la premisa de qué mierda hago aquí, y entre cuales rincones hay uno de esconderse para no salir del peor castigo de la razón: la cuestión. Tal vez entre la superficie de la razón y el instinto, hay una membrana que dicta que tan bien debe de joder al que habla sólo, y que tan feliz debe hacer los francos gastos que diariamente se llevan al desperdicio del tiempo. Pero como siempre y tardíamente, me encuentro oscilando la ofusca mañana de la cotidianidad por inconformidad normalista; cosa que encuentro en un suicido de reinos, cuya riqueza abastece al más imbécil con sueños de ser para poder ser después.

Saber que la rebeldía lleva al mejor camino, es menester del cansancio llevarme a dormir; así como es obligación la responsabilidad de bajar los negros humos de la conciencia para poder perfumarlos de azufre, las letras fúnebres gozan de carecer sentido; cosa que me lleva a pensar y me dice que no soy escritor; tal vez pueda escribir fabulas de sentidos, cartas del tiempo, o bien cualquier presente hoja con su respectiva clase de palabras embarradas; como un buen baño de asientos cálidos, plagado de su goce de mirada de mierda.

El mundo es sencillo; unos son virus de otros sin ser más de ellos. Pero entre la fiebre prismática que me lleva a alucinar los paraísos, quiero quejar los sentido, arrancarme esos pulmones enmohecidos por la vida, sacar y tirar un corazón más jodido que el viejo calzoncillo de un puto diablo olvidado pero siempre contagiado, cenar en un buen martes el cerebro con sus cortes marciales; pero eso si, mis ojos son lo único digo de donde vengo, así que sólo queda regalárselos a Nada.

Pero en fin, entre las inútiles palabras pasadas, sólo queda ver y morir; porqué después de todo el juego sigue rodando entre los azares programados y esculpidos por aquella sociedad de dioses cuyo origen remonta a un dios, de un dios, de otro dios, por un dios pasado, por un dios pasado que creo al dios antepasado, entre la novela de un dios, entre el bien y el mal de otro dios, ante el balance de sus codiciad de un dios, de un dios, de un dios, porqué al final de todo, todo sale por mi pinche cabeza…

Nota a los pendejos: Francamente englosar toda una saga de dioses no es una idea de mi parecer, pero entre la diversión de escribir por derogar el malestar de una puta hipérbola mal hecha, escribí mis relaciones e una forma fugaz y fluida; 15 minutos de imbécil y una vida de pendejo; o tal vez sólo un nombre más que recordar por unos infelices años. Pero en fin, sólo creo que hay un solo Dios; por decir una palabra perfecta…

martes, 14 de abril de 2009

Puntos suspensivos


Hoy los títulos guardan la selección de su contenido, y sin menos que esperar, son ellos que celosamente y con un toque marcial, defienden el libro a morir. Ya sea la dignidad representada por los tomos o por las colecciones, cada uno es especial ante la cobertura del autor.

Pero hoy quiero adjuntar los triviales toques de un nuevo libro en marcha y no tan vacío; su nombre es: … (puntos suspensivos). Francamente el atiborrar ensayos de quejas y sensibilidades; era el desenlace de sus hojas, pero hoy me topó con un resguardo de fraternales cumplidos hacia la química del libro con lo necesario.

Tal vez me gusta el título, pero los ensayos van careciendo la insignia representante de las formas equivalentes al suspenso numeral de la abadía de las letras. Y sin los años recurrentes a este trabajo, las locuciones monótonas retrospectivas en un espacio futuro, aún no tienen los mantos supersticiosos que los libros están acurrucados. Generalmente los ensayos tomas una variante realista, pero yo quiero culminar en la gloria de correr por los pasillos de la fantasía, esculpir lo que sin forma queda, llorar lo que una novela exprime, volar entre os paraísos sanguinarios del fatalismo para poder caer en los símbolos jamás encontrados de lo que quiero.

Hoy quiero formar la columna de los remedios, llegar en la partida más convencional para quejar todo lo que empezó como un juego y reaccionarlo en la historia; como un descomunal anfiteatro de letras, cuyos símbolos son la caratula de un portal de sensaciones que recorren del amor al odio, una odisea anímica y pasional; cuyo enjuague psicológico aterriza en las variantes de arrojar mierda a quién, para rescatar la anti-lógica y cosechar la metaontología en los rituales infamados de blasfemias existenciales.

Los reflejos del pasado se conmueven ahora, todo un recinto guardado para recibir las más productivas locuras, en fórmulas mímicas de letras y ocasionalmente en enjambres negros de motivación depresiva. Dejar la correlación de sorprendentes acechos liricos por la creación de ellos, es una tarea sin descripción y consumista del creador, algo sin la voluntad de la naturaleza; sólo por la voraz costumbre de supervivencia en enfoques secundarios para la realización de un mundo afable al desecho del presente.

A veces los párrafos de visten más que nosotros, se arrojan en la realidad sin un espejo que bostece en la fantasía lo que ahora veo, un campo único y secreto para arrojar los más fusilados recorridos de sueños; cuyos propósitos se arrojan en la constitución del que los padece, sin reglamentar su existencia y fundar su tenacidad.

Sólo el reflejo de las hojas me pueden decir que soy, ya no quiero renunciar a este espasmo de controversias y recreaciones de días por noches esfumadas a la fantasía y atribuladas por la mendigencia de la felicidad en comas de tristeza. Escribir para hacer lo mejor de ello; un sueño, un portal elocuente del futuro y dejarlo en el presente, un sentimiento de luces mutas, un movimiento de fracciones estrechas, un tibio dolor de leer lo que se escribe; enamorándose de mala forma al mismo tiempo. Mas de todo esto, sólo refiero a las vocales lágrimas que caen de las sin fin noches, entre el pecado de la tristeza, las ultimas letras de los rincones estrechos a un erguimiento monumental de mis oraciones: sólo unos puntos suspensivos, para quejar una vez más el corazón ensanchado.

domingo, 12 de abril de 2009

Nada

Hoy sólo quiero escribirte, saber que estas ahí desde aquí; sin escucharme, sin cazarme en la ternura, sin conciliar del sueño tu voz, sin tu faz natural de compleja belleza, sin los albores que retuercen mi vida. Hoy sólo quiero recordarte, perfeccionarte entre el laberinto de letras que recorre tu mirada, y así poder caer en un rugir silencioso de la dicha. Hoy quiero rezar lo oportuno para que leas esto, para que lo destruyas y te burles, para que me cuelgues en tu habitación y me saques los ojos; juegues con ellos después de pegarlos en las estrellas, para que después de todo olvides el recuerdo y prolongues nuestros nombres sobre sátiras oscuras.

Ya no quiero existir, en el fondo estoy cansado de los martirios cotidianos de la sociedad, cuya saliva llega a embarrar el vomito olvidado de mis fantasías y sueños. Me veo desierto en la descomunal variación de mis sentidos y entre los descuentos carnales de la penitencia sublevada.

Cierra mis ojos entre tus sueños, llénalos por los pórtales mágicos de nostalgia, apaga la luz para encadenar la sombra, y sólo sé tú. Te escribo desde los matices rojos, entre la enfermedad y la locura, a través del miedo y la tortura, por clemencia y agonía, bajo termales abdicaciones de mi alma, por dividir las quejas que escucho, y sobre todo por que ya no puedo callarte entre poemas.

Ahora tu imagen reina en los rincones de mi tiempo, sobre el espacio que te observa y te ve más cerca de lejos. El sismo voraz de tus características azota mi curiosidad, desprende de cortas noches el velo de rebeldía que esconde la sorpresa ya esperada: estoy enamorado. Cosa triste y sin grandes promesas de grandeza, pero qué puedo hacer, no lo puedo controlar; y mejor aún, no lo quiero controlar.

Entre párrafos se esconde tu figura, pero al verte, mis nociones se sostienen en la cuerda ficticia que recorren mis letras; donde al final, caen en relámpagos perfectos para hipnotizar los negros paraísos que murmuran el silencio.

Y ahora que veo todo suspendido entre tu nombre, que veo todo esfumado por la espuma clara de un significado ancestral, que siento todo el calor condensado dentro de mi, que escucho tu voz llamando lo que ahora encuentras, que desvelo entre tus ritos, que mendigo entre tus palabras, que bailo sobre tus ilusiones, que suspiro todo tu significado, que hablo entre el cansancio de los días, que restauro tus horas pérdidas, que exhumo los monumentales de tu nombre al verte, que escondo lo que eres de ti, que juego entre tus miradas, que pierdo bajo los colores que te envuelven, y que exhalo lo que siempre ahora eres: nada.

Nada, Nada, Nada… ya eres todo.

viernes, 10 de abril de 2009

Hoy no quiero escribir, hoy quiero morir

Con el labio cortado y las migajas de razón, quiero desvanecer la suerte de mi dicha. Realmente lo he intentado, pero el resultado siempre es el mismo: sigo aquí. Perdí el ímpetu glorioso que calzaba mi vida, así como el resguardo metafísico que gozaba ante cada día. Pero hoy veo el presente, una sombra de demente agonía, y francamente no sé que siento.

Las preguntas redoblan mi mente, y ante una respuesta incierta descubro la tristeza, cosa que por pena, tira los sentimientos en éxtasis jamás encontrados pero siempre disfrazados. La verdad siento asco al encontrarme aquí, pero la destreza de la honestidad me mueve a caminos más melancólicos y más insípidos de esperanza, cosa sin igual y encaminada a un suicidio mental.

Me gustaría sólo estar solo de la soledad, pero amablemente yo la busque, y en el fondo la idolatre hasta caminos incinerantes. Pero el quehacer de la opresión juzga mi realidad, la destruye y la embarra en los portales gratificadores de ruina, para después oscilar en la perfecta secuencia de trivialidades a nombre de las quejas.

Abiertamente quiero siempre cerrar mis ojos, olvidar lo que ahora tortura, seducir lo que ahora juega, tomar lo que ahora prohíbo, y ser lo que ahora sueño.La vida es tan compleja al punto que ya nadie voltea hacia ella, se ha olvidado la vida por pasar en ella. Pero hoy es mi peor día, no por toda la carga de voluntades que han pasado, sino la cabal aceptación de la realidad. Creo justo decir a quienes me vieron en la dicha y rezaron por el infortunio, que ha pasado ya; así que pueden celebrar y coquetear su pasado con la risa prismática de la satisfacción.

Hace tiempo que morí, lo había pensado pero hoy lo he comprobado. Espere mi resurrección pero llego tarde a mi existencia, y lo más triste es que me he quedado con este pendejo que nació cuando yo morí, realmente extraño tener alucinaciones que siempre se cumplían, de bajar los centauros verosímiles y de vivir como aquél lo hacía.

Intenté con gran afán hacer nuevos sueños, pero los pasados reclamaban su entierro; comencé a hacer su urna, pero necesitaban una tumba. Pero ahora rezando el nunca acabado sepelio, desprendo la única verdad que queda: Ya no soy yo.

Ya no soy leo, ya no soy astrólogo, ya no soy fantástico, ya no soy ilusionista, ya no soy soñador, ya no soy astuto, ya no soy inteligente, ya no soy un cabrón que siempre jodía, ya no soy social, ya no soy amigo, ya no soy un loco por cada estrella que encadena la belleza, ya no soy rival, ya no soy uno, ya no soy yugo, y simplemente ya soy un imbécil sin lectores.

Estoy muy lejos de ser escritor; ahora me doy cuenta, así como estoy lejos de ser piloto. Sólo veo de cerca que he fallado… lo siento por aquél que vi sonriente en una foto con 3 años de vida y dispuesto hacer lo que necesario fuera, lo siento en verdad por sus sueños, lo siento por su muerte. Realmente lo siento.

La vida es dura y siempre había encontrado la forma de seguir, pero de esto; que es deplorable y a la vez incorregible, supongo que es el fin, y lo mejor es que nadie recordara lo que fui; sólo esta carta recordará lo que soy.

Triste luna, asoma a tus nuevas lágrimas.

jueves, 9 de abril de 2009

Oculta fantasía

Por la noche despierto y me pregunto cuánto tiempo queda esperar, y más de lapsos, la idea de la inexistencia por lo siempre reinante en los portales de alucinaciones sublevadas, toma el control sobre la fluidez de las horas bajo mi cama. La muerte toma forma en las reducciones que cuestionan la posible y no tan bienvenida futura promesa. Sin llegar tarde, la idea permanece escombrada junto al colapso de los sueños, y sin abandonar, fatalmente, su voraz significado.

Insatisfactoriamente las correas de su hora llegan sorprendiendo al más sereno. Pero más que correr hacia la muerte, ahora me preocupa mi vida. Más que no oscilar en su trayectoria, es el hecho de querer seguir vivo para poder continuar en los mantos románticos de la letra, y así recorrer el tiempo en un antojo determinado. Pero tanto la vida y la muerte no son elecciones libres, tal vez sólo el albedrío queda para los pendejo y otros imbéciles cuya mala fe; alcanza a proyectar el posible control de su vida, pero los reinos radicales entre la vida y la muerte, marca el fin de contrarios para comenzar unitarios.

Vorazmente el tiempo nos vomita desde afuera, acción cuyo empeño debe ser agotador y siempre puntual, pero la gula de horas, años, días y semanas debe ser formalmente al gusto de lo que padece la pérdida de imágenes y recuerdos.

No me basta decir que hoy estoy escribiendo pura y solemne estulticia al borde de cortarme las manos, y así asegurar el enfreno de ideas sintácticas y totalmente a la deriva. Basta con reír de los dos párrafos redactados, para saber que lo escribí en 15 min. y la mancuerna de locura gira en lo que no debo ir por lo incipiente olor de la mierda: la vida. Realmente cuesta vivir, tejer todos los sueños y tratar de formarlos en la realidad si caer a la orfandad. Más si de una forma muy imbécil, se depositan todo los sueños en alguien, y este pedazo de ególatra los manda a su colección de jactaciones de días festivos, y así recordar que los tiene invertidos cuando las lágrimas grises perfuman todo su ambiente. Pero bueno, razón de menos por la cual los recuerdos de tener una personalidad existían, y no el hojear del pasado.

Creo que no tener lectores, es la mejor forma de retribuirse la basura y decir: es mía. Pero la cordial punta de locura me lleva a ser un arisco sostenido por el velo de un ermitaño, cosa que sin igual pasa a minimizar las perduraciones encontradas, y tocar el suelo desde semejante paraíso inconforme.

Más si una idea vaga me recuerda: ahora eres un pendejo… hahahhahaha estoy por la mierda de loco, así que igual he recuperado el sostén de mi personalidad, pero a la vez la olvido al cargar aquella queja de sombra llamada: consciencia. Me gustaría asesinar mi consciencia, tristemente cuando lo hice, me iba mejor; y ahora que la cargo sobre todos lados, esta para estorbar diciendo que es lo que se puede contribuir en toda la gama de plenitudes, no cabe duda… ahora los sueños nunca olvidados y los simbolismos siempre encontrados los he perdido por una nueva voluntad: El realismo, cuya orilla de naufragio me levanta todo lo que odiaba en lo que ahora soy. Que bella magnitud he contraído en la enfermedad de los imbéciles.

Espero curarme pronto y así, poder bajar los sueños de estrellas en sus manos.

miércoles, 8 de abril de 2009

Gala perdida

La pérdida que compone los actos, se mueve de diversas formas. Ya sea en el recubrir de un olvido siempre añorado, en un súbito panorama de felicidad, o en simple adiós emancipado y provisto de padecimientos frustrados; siempre acaba por recriminar el placer con el miedo. Me gusta pensar en lo bajo que se proyecta una idea al exprimirla y jugar con ella, opacar todo su significado para que al final y con gran dinamismo compruebe, que existe para recriminar su olvido; cosa que al recuperarlo, hace lo ideal para acabar en las líneas básicas de un cuadro instalado, y poder brincar desde la divulgación a la vulgaridad, cosa que es sólo una distancia mínima como comprometedora.

La posible diferencia de “antes” con “ahora”, es que ahora ya no se dice del antes. Más que sorprenderme de ese afán conmemorado, me regocijo de los próximos fines que volverán a buscar, y de un ahora con posibilidad de próximo. Cosa que oscila en los albores predilectos de innovación tardía.

No me gusta acepar que mis mejores y peores momentos han sido solo; tanto como es verdad la mejor mentira, como lo es mentira la verdad. Realmente es difícil descifrar los contornos que se asoman de cada acción, comparar otras de muchas y pocas de unas, y así decidir unilateralmente lo mejor de lo peor y lo peor de lo mejor. Porqué tanto el límites de mis convicciones han siempre ido de la mano de un mundo introspectivo, con o sin la ayuda de otro. Pero tal vez muy en el fondo, nunca he querido sentir lo que la dicha hace ofrecer.

Merezco lo que ahora pierdo, en la jactación de los males asegurados. Durante la tarde y la noche, cuando oficialmente tengo amplitud para mi; ya que en el amanecer sólo soy un derroche sonámbulo de un preámbulo exquisito, desmayo por lo que infelizmente desaproveche. Y no es porqué fatalmente lo hallo lejos, sino cuando estoy cerca, lo hallo radicalmente innecesario, paradigma suficiente para solicitar la anuencia nueva de escribir.

Labrando los portales que acontece en el diario, escribir es el fanatismo de revivir lo que esta por venir. Olvidar el tiempo y el espacio, sólo para poder comprender la incomprensión, y así obtener todos los permisos para distinguir el campo vivo de fantasear con la realidad transpuesta.

Escribir es natal y productivamente antinatural, pero dado todo el entorno, no es de menos comenzar un día y acabar con el último suspiro, puesto en una pluma invisible que sostenga los amargos sentimientos de universales propuestas. Llegar y conocer el velo bajo el rostro, es una tarea de locos, ariscos y pendejos; porque el simple resultado ha estado escrito en las insignias de todo: la materia negra que mueve lo visible.

Francamente me da miedo dejar de escribir; más que miedo, es una condena de malestar al acontecer al no escribir. Comencé con aquella perdida carta, donde más que expresar mi voluntad exprese mis sentimientos, ósea era totalmente necesaria en esos momentos; el freno que no dejo morir al que ahora lamento. Siguió con el renacer de la existencia para parar aquí, realmente no escribo para recordar lo que ha pasado, si no para extenderlo, borrarlo, cambiarlo, prostituirlo y dejarlo; una cadena de favores a los más perjuiciales contextos. Pero ahora, que tierno me dilapido, encuentro el vicio de olvidarse. Y que mejor durante la mejor puerta de fantasía.

martes, 7 de abril de 2009

Modernamente inorgánico

La esperanza no hace esperar, pero fanáticamente recorre el tiempo en las predilecciones más pertinentes, y justamente cuando yace perdida, aparece reclamando las infiltradas virtudes de necesidad; un llamado de colapsos bajo la sombra de sus deseos. Si bien el desistir es una obligación del esclavo, llenar de fantasía una realidad es obligación que perpetua las mejores promesas hechas por mi. Cosa de agravio, ya que considerar las promesas perdidas junto con el lazo hecho, lleva a consideraciones de malestar por el juego siempre rehusado.

Hace días que no había escrito nada, más que ostentar una comunión de quehaceres instalados, fue la poca anuencia que llevaba hasta hace horas que comencé a escribir. Basta con recluirse un poco bajo la ornamenta de poesía, para comprobar lo desgastada que ahora no se encuentra. Si bien “moderno” es una palabra de viejos usos en adjetivos, y para comprobar la organicidad se tiene que desviar hace la voluntad del pasado, yo no soy más que el respaldo de algo ajeno a estos años; basta con decir que debo estar para no comprobar donde debería estar.

Los aturdidos son cosa de gracia, no falta retribuir experiencias para reafirmar lo dicho, pero es forma de tristeza, la asunción de poseer la gracia de estar donde uno nunca debe estar; más que tristeza es una condena de ratos libres. Pero entre el manto supersticioso del azar, envuelvo en la ponencia de acabar, la más vocales versiones de lealtad. Realmente estoy cansado de cargar siempre con las promesas siempre olvidadas, pero no puedo intentar cumplirlas, si acaso aceptar las que ahora hago para comenzarlas bajo la eternidad.

Cuando pienso en mi, rara vez descuido los arrojos congelados que la memoria emborronada pierde, tal vez por eso el pasado dure más que el presente, y entre la concordia de tomar lo que perdido ya ha estado, es menester de de la hegemonía anímica, complicar los absolutos cambios de si mismo.

Para disolver todo y no joder de más su triste tiempo, debo decir que yo no formo parte de su formal presente, tampoco de su patriótica voluntad de lemas entusiasmados pero jamás realizados. Por más que corrijo y trato, no puedo reformarme en su ritual de acciones, cosa que para mi mal, los hace a todos diferentes e iguales; una gama de conceptuales recicladas por rehusar el cerebro en anomalías típicas de su quehacer social. Pero supongo que lo mejor es la cantidad de disfraces que contengo ante sus rangos, ya que el plástico de miles de mascaras, acaba por volverse carne y retribuir un poco a perder la misma morfología de añorado y trivial campo de personalidad, y así mismo apoyar el vasto engaño que compone la vida diaria.

Bajo todo eso, realmente y sin el menosprecio de formar parte de lo que nosotros ahora ya no somos, me agrada la anuencia de contribuir siempre ese campo bajo la magnitud de lo imposible; un retorno distintivo de novedad con gloriosos mantos de realidad. De los cuales, puedo deprender las más gloriosas mentiras como las mejores promesas hechas, y vocalmente hacia el vacío de protestantes litigios contra la inferioridad del tiempo. Y ante este vacío lleno de nada, se asoma la vieja condena de hace años, un recuerdo de sustracciones infernales para la cabal aceptación de la fatalidad: “tarde o temprano un hombre que utiliza dos caras olvida cuál es la verdadera”.

lunes, 6 de abril de 2009

Complexiones de agonía

Las cenizas del bien no duran mucho. Francamente no duran nada, y la causa se estima en lo volátil que el bienestar perdura. Tal vez el tiempo resultó ser el error más grande de las introducciones, o la mentira más verosímil de la fantasía. Generalmente marca las conciencias nativas de su poder, pero aún sin tomar bando, el tiempo viene a hojear la feliz hora de nuestra tristeza; ya sea indicando el fin, o trasladando el comienzo hacia los albores desconocidos, siempre llega tarde en su cometido. El tiempo es impuntual con si mismo, parece que no obedece las entrañables que causa, o en su defecto, puede que cargue los más terribles sustentos. Pero hablar de los sentimientos de las horas, sería acabar felizmente insano, cosa que tal vez, y no por el menosprecio que ahora mi vida cuesta, sería una alternativa bastante racional y emotiva. Eso de vivir en quimeras de sueños jamás alcanzadas por las voluntades, es un sueño; bastante demente y evasivo, pero restaurador y pacífico.

Ahora, más que mañana, tengo la infeliz pregunta de ahogos programados: ¿Qué carajo hago en actuaría?, ¿Por qué no disfruto de los antiquísimos signos que equivalen al universo, como ayer lo hacía?, ¿Por qué me encabrona tanto, y sufro de la trampa certera de irme a dos extras, cuando debí exentar uno?, ¿Qué equivaldría de mi vida, si en lugar de estar sentado durante 6 horas , estaría evaporando la pluma sobre mis blancas hojas?, ¿De qué sirve escribir en medio de un anti-éxtasis, si sé que soy el único lector de mi obra?, ¿Dé qué sirve arriesgarse, si siempre el saco colgante llegará a taparme? Tales interrogantes no me dicen nada, sólo que voy cayendo de poco a exceso, en un campo de completas pendejadas por prorrogas de búsqueda, exclusiva de pretextos a mi vida.

Mi vida… cada día que vivo, más cuenta tengo del error que es pensar, tal vez valdría más dejarse mover por las circunstancias y opacar la razón; en verdad me gustaría ser un animal, un insecto o algo menos infeliz que una basura humana. Debo ser lo que mañana no soy, lo triste es que nunca sé lo que excepto ya ha pasado, y si le restamos que la penitencia del futuro no llegará hasta entrado el presente, sólo basta acontecer en el instinto del destino. Una fantasía no necesariamente empírica y real.

Sólo la voz expresa de la melancolía, advierte a los supersticiosos la realidad meta-empírica, transcriptora de deseos y culminaciones. Un formal y vago pensamiento de los más placenteros miedos; qué sin ellos, mis noches serían una estela olvidada bajo un cielo piadoso, en lugar de un paraíso negro de lo más turbante. Pero la belleza de las premisas nunca las acepte bien, en el fondo me gusta salir bajo ese velo fatalista que se escribe cada año sobre segundo, un viento sensible que arrulla la maya de devociones, sólo comenzar a morir y con suerte, vivir.

Los estragos son ámbito del consuelo, pero el yugo que somete al miedo, va menospreciado sobre los escombros reducidos, que siempre olvidados, penumbra los sueños y abastece la tristeza. A exceso de bien; yo no estaría aquí. En la figura prevalece la inscripción de cada perfección, y también sometida bajo el margen de lo hecho, los sucesos se muestran misericordiosos, al cambiar en las líneas permitidas: la inscripción de lo que es por no existir; una realidad entre la fantasía, que funge su jerarquía, y soborna la noche con los sueños.

domingo, 5 de abril de 2009

Termal absolución

La distancia protuberante, que se define entre los pendones que renuevan el pasado, es lo que me ha llevado a ese triste recuerdo de insignias y traiciones. Una realidad escrita en objeción de un tenaz sueño, y ese mal es más significante a lo que yo creía. Basta con recordar el “mal” con cara de bien, para deslumbrar las orillas del pasado y recobrarlas en estos días. Más que la contrariedad de los sucesos, es la absorción de los hechos, los adictos y melancólicos que forman, los triviales sentimientos que asoman nuestra dicha anímica de fortuna. En todo caso, bajo la vulgaridad de los sanos errores, que recurren en el azar maldito de su predilección por embarrar la tormental y crucial barrera de complicaciones, degluyo la circunstancial promesa de recreo: la protuberante del descenso.

Parece que converge en un suelo sin fin con metas altaneras, cuya compleción reúne los ariscos formados de la personalidad baja. Enmascarando los triviales sucesos que contienen el comienzo del final, y sustrayendo la poca anuencia de los predicados, en conceptualizaciones vanas de temerarias absorciones. En tales alteraciones, el renovable uso de conciencia se torna a dos yacientes radicales: el bien y el mal han quedado atrás, en un pasado con reflejo al futuro; pero nunca al presente. Una guerra de paz que transfiere la tranquilidad por distintos medios, por iguales productos en comerciables bendiciones que recorren el control de la sacra profundidad pública, de viseras teatrales que sumergen la fantasía por una realidad de suspenso, una cima de astucia que incurre en la suma de pronunciar lo necesario para la existencia de la vida social, un manto inalterable; en la perfección de la humanidad por el eco evolutivo de la inconsciencia hereditaria, y por hegemonía provincial del absolutista bautismo del control del sistema.

Estoy muy lejos de ser un recluta patriótico de la libertad. La libertad no existe, sólo la cadena que enreda a los prisioneros se vuelve más lánguida y larga, y lo mejor no es eso; lo mejor es la profundidad de las vanales consuetudinarias que homogenizan la variante, en constantes sustracciones de satisfacción enclaustrada. ES divertidísimo observar las fortuitas y desgastantes que acontecen en los grupos mierdas de humanos, por que si bien imitan esa circunstancia histórica de los medios, o se desarrollan en intelectos que no entran en su estereotipo, su gracia de creer vivir bajo la existencia remota de su quehacer rítmico, no pasa de ontología familiar, estragos épicos de estulticia, o cualquier variante de antagonismo anti-universal que pueda sostener el nombre de “yo”, sólo esconde la sombra restaurada de cada espejo sobre un invierno de espacio, sobre la circunstancia mímica del universo elíptico.

Bajo las tautologías que emancipan la realeza de la verisimilitud; de la verdad con la mentira, por bendita claudicación no puedo concluir infinidad de pulcritudes mentales, sólo con esperanza puedo creer en lo que siento… ¿dónde estás Nada? Más que siempre, te necesito sobre esa luz que oscurece mi sombra; resucita este llanto que oprime mis sueños, establece tu cordial bienvenida con el absoluto adiós de tu llegada, y no me dejes solo; ahora ya me da miedo el día, y bajo las noches escóndeme entre tus estrellas. Dónde sólo estemos cubiertos por nuestros deseos.

¿Dónde está Nada? ¿Por qué ya nunca me acompaña? Me he cansado de buscarla, pero su piel se extingue al tocarla. Me he empeñado a dejarla, pero la tristeza se vuelve seductora bajo ese súcubo enorme que embarga, toda vía que asesina con la esperanza, el nuevo fin que perfila mi muerte.

Nada. Sólo Nada…

viernes, 3 de abril de 2009

Distinciones triviales

La inscripción que remonta los años, bajo el enjuague pertinente de la agonía, tiene su enfoque en la voraz y cabal tribulación de pasajes. Más que reinar un campo legal de trabajo, mi enfoque laboral va desplegado hacia la contemplación de tutoriales promesas. Pero la captación de los mensajes, se forman en distinguidos ramos insólitos; ya sea despertarme a las 11 de la mañana y suspirar la mañana en víspera de tarde, o colocar durante oceanícas horas, la protesta de la actividad en desacuerdo. Mí existencia remontada, al abandono de la escuela, se ve cambiada y olvidada por la tiranía del aburrimiento, clasificada en ornamentas de pequeñas horas por largos lapsos detenidos; colapso en la ironía de mí sustento.

Recuerdo que hace un mes anhelaba colocarme en un escritorio y comenzar a escribir todo el día, pero la necesidad de recortar el triunfo que se esmera por la vía de las obligaciones, me llevaba a esmerar tal acción por guardar otras bajo el reloj. Pero ahora, con el tiempo abierto y el escritorio abandonado, me dedico a más trivialidades que jamás pensé ganar, tales como videojuegos, dormir, huevonear, y con especial ocasión, una dosis de paisaje que refuma las horas esperadas. En pocas palabras, me he dedicado a pendejear. Y eso no es lo peor, lo peor es la insinuante satisfacción que ahora tengo: no hago nada, duermo lo que yo quiero, y soy activamente anti-funcional. Pero bajo dos semanas de cautela, decido cambiar. Tal vez no reaccione bajo ese semblante que ahora tengo, ósea, ¿Quién de nosotros abandonaría una esfera de satisfacción? Y más si esa indudable restauración, lo hace a uno completamente feliz. Sin obligaciones, preocupaciones, estigmas cronológicos, y tener que soportar ese clima de diciembre que endurece la paz estos días.

Pero bajo ese manto de fantasías recicladas… decido cambiar. No por estar en contra de toda la paz reinante del sacrificio de “no hacer nada”, si no algo más distorsionado: me caga eso de no hacer nada, esa satisfacción plebeya de caer en las medianías, y del regocijo que ahora sufro. Y ante esto, yo claudico, no quiero expensar mis horas en furtividades, con las que un imbécil se divierte. Necesito el panorama que me llenaba hace dos años. Una razón, una ocasión que levante mis cerebro sombreado, un sueño que no me haga pagar la penitencia de mis errores, un sedante de realidades, un perico que calle el vacío de mi nombre, una estrella que sólo sea mía, sólo mía.

Basta con la premonición de hacer lo que ante hacía: correr y pensar. Más si ahora, le sumo a esa dieta escribir y buscar, el resultado se expande en todo este año que recorre su comienzo. Una nueva esfera para enfrentar a Andra, y conciliar la luz de los nuevos comienzo de Nada. Renacer, mágica palabra vomitada por Mefistófeles, la necesito fornicar bajo el semblante de la nueva vida. Y así construir al viejo yo, que esconde su elusiva franqueza en una capa del pasado.

Pero en fin, el año acaba y el otro también; ¿Quién me garantiza que podré abrir los ojos del 2010? Aún en el aula de la muerte, que cada noche se asoma, el sepelio grita mi nombre; como una cacería que yo buscaba y ahora escondo. El miedo agoniza con la mezquina carta del fin, que firmada bajo el semblante, recorre mi antifaz, bajo el ceño obscuro de mi vida. Por que en el fondo, mi existencia grita tener vida.

lunes, 30 de marzo de 2009

Fragmento de "Ciudad al Silencio" Por Y0!!! =0

Me rodea la incertidumbre de pertenecer al panorama de hoy, seguro que si alguien tomara una foto, yo no saldría, cosa sin importancia, pero que me lleva a recordar a ella, a Sandra Cuevas, sobre esa plaza de noche. Recordar todos los besos encarnados del pasado, recordar sus suspiros sobre los anhelos escritos ante el cielo, recordar sus palabras, sus palabras vagando en un viento carismático que envuelve los deseos en un tiempo siempre existente, recordar su sonrisa, recordar las luces paradigmas que se esconden mientras Sandra es el centro de México. Se mueve y baila entre el ritmo astronómico del fuego; qué importa si nadie sabe que ella esta ahí, sólo basta con saber que en ese momento ella es el centro.

Sí escucharla, Sandra huyendo en el viento de álamos, como una melodía subiendo los mármoles de Bellas Artes, descubriendo el arte desde los oídos de un poema, cortando los pentagramas de violines entre los pájaros invisibles, sollozando la armonía de cuerda subiendo entre las alas de un velo negro, alcanzando la dicha en los albores del sonido, ¿Qué importa el silencio, si esta guardado entre el murmuro de los suspiros? Sólo ella baila entre el viento, muerde las nubes. Y la Alameda se cubre de lluvia, ¿Cómo no extrañarla?

Después el recuerdo sigue expandiéndose, logra conmover los matices en olor, olor que sangra entre aroma y se asoma a oscilantes calles; el café vibra en la garganta de Sandra, sus labios levantan un erotismo que se plasma en la perfección de una imagen; mientras sus gestos se alzan sobre todos los rincones de la fantasía. Sandra… sólo ella, sólo Sandra.

Su cuerpo rodeado entre mis brazos; como una serpiente que se hipnotiza así misma, me dice que sus egos se levantan y se estrechan a mí, que las horas de la noche cazan entre estrellas luces que hablan de nuestros besos; mientras una luna parda con la ferocidad de felinos canta su imagen frente a nuestras caricias, entre el silencio murmuro:

-Sandra… Sandra, ¡eres todo Sandra!... todo.

Y Sandra responde con la mejor respuesta… con el silencio.

-(…)

Después Sandra me eleva entre sus labios; la catedral, el Palacio Nacional, la bandera, todo es demasiado chico. Fluyo entre sus besos, en un éxtasis eterno y ofusco; no cabe duda, me encantan sus paraísos.

Ver a Sandra, su rostro se refleja entre un camuflaje de carisma, sentir su sonrisa sobre un arcoíris, acariciar sus sueños, manchar sus fantasías, morir en sus suaves mejillas, rozar la silueta de sus senos, desmayar entre sus caderas, vivir entre sus brazos; esos brazos tiernos que arruyan la seducción, cargarla hasta los cielos, llevarla y nunca traerla, caer su cuerpo entre mis labios, masticar sus piernas y crucificar su cuello, rezar en su boca, caer acariciando su vientre, suspirar en su ombligo todo el cariño, susurrar en los rincones de su cuerpo que la amo… ¡que la amo! Sólo a ella, ¡sólo a ella!

¿Qué importa si nadie sabe? Sólo nosotros no corremos de la lluvia, sólo nosotros cabalgamos la luna, sólo nosotros seguimos jugando entre el perfume de nuestros labios, sólo nosotros transitamos la cuidad al silencio, al silencio del amor, al silencio de abrazar por segundos la perfección, al silencio que baja entre nosotros ¿Olvidarla?… ¡Nunca!

Descubrir que sus ojos me ven, sus ojos a una escala onírica mientras quedo abismado entre su mirada; ella sonríe y me doy cuenta de lo esclavo que soy, y lo mejor es que no ansío libertad, Sandra es mi yugo, la cadena de placeres más larga que la vida puede dar.

(Aún en costrucción) -- Entrada limitada (hahahaha)--

domingo, 22 de marzo de 2009

Reducciones residuales

Basta con acontecer en el dichoso paraíso de los errores para someterse en los tormentos más cuantificadores de la dicha, que como tal, se sobrescribe en los funestos y soslayantes amaneceres de cada nueva cara que nos ofrece la ornamenta de cada nuevo deísmo. Ya sea reproducir en distintas maniotas de legislados gustos del ego mítico, o bien atenuarse en una misión tan selectiva, como los vivales aposentos que se remuerden en la épica; el obedecer de peregrinas tribulaciones lleva al inquisitivo de la sensibilidad. Y sumando que bajo esa luz de sensibilidad, el escondite para recibir la mayor luz posible, es y siempre será la sombra perdurable de la literatura.

No hablo de asomar las letras en prosa funesta y escrita por la mierda de los instintos mortales, y tampoco de lírica simplificada a los albores que padece su autor, en determinado espacio a razón de su circunstancia; si no del verdadero signo literario que cada escritor padece, en su raíz que le empeña cierta atribución, para la voz crítica de una corriente empeñada por el tiempo. Una confiscación de elección que formaliza al escritor bajo ciertos determinantes, que como juegos ante el destino, el protocolo de la oración esta orientada a los fantasmas acumulados en el disfraz que subraya su vida.

Ser escritor no es un oficio, es una extensión artística que guarda los conceptuales que arroja los arquetípicos ideales del primario. Un nuevo paraíso en la entrada del infierno, para lograr reciclar la esperanza en una nueva materia que se contiene en la dedicación de una concentración extrema, hacia la susodicha reinante de los añorados tiempos jamás sucedidos. Y entre un azar de complexiones que dictan verbos, hacia la emancipación de los males que contiene el bien para poder resguardar aquel fanatismo, que complaciente en la estructura de lo especificado, toma forma en un sueño; que en su misma anti-naturalidad se desarrolla en los renglones furtivos, que fugaces, recorren el avío extranjero del rubro espeluznante de gozar un miedo excepcional: la lucha y el genocidio de uno mismo.

La anuencia equitativa de la naturaleza, es contribuir en la sobrevivencia en bases de la superstición; un clamo de primeras a voraces de cada nuevo día. Pero esto no es mi deseo de fortuna, mi deseo es total y analógicamente distinto, es un resurrecto fluido del espacio, un finito implante de realidad en la sobra de fantasías, un posesivo canal de sentimientos entre una mar de descuento, un rincón especialmente guardado entre una demografía absorbente, un vacío contenido en perfectas líneas de nada, un triturador de voces contrapuestas, un radical cuento de posesiones lejanas, un espejo con dos reflejos, un final con un nuevo comienzo… una novela.

Una novela es lo que me recurre a contribuir más días para comenzar los pasados; un eco transpuesto sobre una cámara insólita y resguardada, cuyo semblante, se arroja en nuevas hojas vacías ya llenas.

Es difícil tener una clara visión del tema, pero ante mi cuidado esta todo. Más que no gozar de una palabra y describir el enlace, me desenvuelvo en la nebulosa de un objeto, y así garantizar su existencia. El tema soy yo, bajo las paredes de esta ciudad. Donde por suerte, camino sobre esas calles vacías tan llenas de gente, y bajo sus umbrales, desenvuelvo todo la fantasía que vive la realidad.

Pero en fin, el comenzar de ella será el final de otro. Una carta.

lunes, 16 de marzo de 2009

Hoguera de voces

Al resumir la trascendencia que incurre por los sucesos mímicos del disfraz teatral, es el dogmatismo de la personalidad que recurre al salvamento crítico de los fracasos; una orilla resumida en el instinto de nuestra captación formal de las estrechas falacias de sucesos. Y tal como la fantasía acompaña el vehemente deísmo, es el reflejo singular de la personalidad que protagoniza los esqueletos primordiales de un requerimiento subjetivo en episodios fundidos de la memoria crucial.

Si bien el simbolismo crucial me ha llevado a ejecutar la parodia de los desabrimientos arcanos, es la obligación de distraer al destino con la gula de su enfreno; una dichosa y falsa corrupción que se enfoque en sus mentiras y sátiras de comunión. Requerir en el mismo destino para vencer sus proyectos inexorables, es una tarea de sublevarte sacrificio, ya sea calcinando las ideas en un cuadro inconsciente para después exponerlas sin verbalizar nada del concepto en un margen literario, o recurriendo en la luz mítica que abre las puertas del infierno para entrar al llamado “cielo” y aterrizar en los paraísos negros. Mas que fomentar un delirio axiológico que no cubra la circunstancia, mi empatía con lo perdido ha estructura toda la idealización de un recurrir añorado, una perdida sin la pérdida del presente donde aún no acontece la pérdida.

Los sueños son predicados de la realidad, sin poder distinguir los unos y los otros, me desvío en la digna oportunidad que tiene interés en la fantasía por cumplir la realidad quimérica de alguien más; en especial si se trata de un acuerdo estético que involucre la divina tentación del bienestar plural y fonético para involucrar la intuición premiante del amor. Pero en la jactación de las voces que se azotan debajo de mi almohada, llego a retar el signo dinámico que separa la contundencia catastrófica de la realidad y la fantasía.

Perecer en el cuadro real de la cueva es caer en la línea que azota el fin del universo, una irrealidad empírica que peca en existir, pero existe para sustraer toda cuerda de felicidad que se presente en un campo suversible de ontología adicta a la caída.

Emancipar los cuadros que requieren la potencia cosmogónica de los arquetipos, es imaginar la creatividad. Tal docencia es del peligro social, que sus fronteras lo reprimen con la burla de sus enunciados, tan efímeros y vacios. Que al cremar su opinión, el polvo vacío de la idea es un litigio costumbrista de la legión más imbécil que puede existir.

Romper con el paraíso blanco por el lago negro, para resucitar el proceso vanguardista de la objeción prismática de la eternidad. Bajo estos mantos que cubren la eficaz línea de los aventureros, me arrojo bajo el signo de la infinidad para abrazar de nuevo la dicha. El viaje en las letras es largo, pero al finalizar, la libertad de volver a las cadenas que liberan es un placer que inquiere en cada noche por un nuevo sueño para poder arrojar todo el pasado por algo nuevo, sabiendo que eso mismo me llevara de nuevo a estos frescos purgatorios, que tan feliz recibo. Todo por un nuevo sueño: ella…