
Ya no quiero existir, en el fondo estoy cansado de los martirios cotidianos de la sociedad, cuya saliva llega a embarrar el vomito olvidado de mis fantasías y sueños. Me veo desierto en la descomunal variación de mis sentidos y entre los descuentos carnales de la penitencia sublevada.
Cierra mis ojos entre tus sueños, llénalos por los pórtales mágicos de nostalgia, apaga la luz para encadenar la sombra, y sólo sé tú. Te escribo desde los matices rojos, entre la enfermedad y la locura, a través del miedo y la tortura, por clemencia y agonía, bajo termales abdicaciones de mi alma, por dividir las quejas que escucho, y sobre todo por que ya no puedo callarte entre poemas.
Ahora tu imagen reina en los rincones de mi tiempo, sobre el espacio que te observa y te ve más cerca de lejos. El sismo voraz de tus características azota mi curiosidad, desprende de cortas noches el velo de rebeldía que esconde la sorpresa ya esperada: estoy enamorado. Cosa triste y sin grandes promesas de grandeza, pero qué puedo hacer, no lo puedo controlar; y mejor aún, no lo quiero controlar.
Entre párrafos se esconde tu figura, pero al verte, mis nociones se sostienen en la cuerda ficticia que recorren mis letras; donde al final, caen en relámpagos perfectos para hipnotizar los negros paraísos que murmuran el silencio.
Y ahora que veo todo suspendido entre tu nombre, que veo todo esfumado por la espuma clara de un significado ancestral, que siento todo el calor condensado dentro de mi, que escucho tu voz llamando lo que ahora encuentras, que desvelo entre tus ritos, que mendigo entre tus palabras, que bailo sobre tus ilusiones, que suspiro todo tu significado, que hablo entre el cansancio de los días, que restauro tus horas pérdidas, que exhumo los monumentales de tu nombre al verte, que escondo lo que eres de ti, que juego entre tus miradas, que pierdo bajo los colores que te envuelven, y que exhalo lo que siempre ahora eres: nada.
Nada, Nada, Nada… ya eres todo.
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