jueves, 16 de abril de 2009

Reflejos abismales


Los recuerdos llaman el presente para asegurar su inquisición, y entre la antesala del tutorial mago de la insipiencia, me arrojo en un nuevo tiempo con forma de espejo. Hace días un febrero despertaba cuando un marzo ha llegado, y sin más que reaccionar; veo un colapso de fraternales amantes de yugo masificado, veo una rampa de mentiras con más verdad que la verosimilitud, veo un arcángel perdido y que ha caído entre los cuentos de mis páginas, veo un tiempo reaccionado por la sombra de sueños pasajeros.

Hoy son claras las huellas del pasado, y necesariamente despierto en las horas de la fantasía, las azoto en una imaginación voraz para olvidarlas en la eternidad y rescatarlas en los sentimientos. Aquéllas fragantes horas mientras descubría que era el amor y la agonía juntos, fue la opción de retumbar la muerte entre los hexágonos de la vida; una llamada de esperanza por lo siempre enloquecido. Pero entre el vapor de los años, el yugo abismal de mi existencia perdió las micas quirúrgicas de la recuperación, así como el vago testimonio de realidad de lo que ahora lloro como verdad.

Incognoscitivo entre la ópera abismal de lágrimas, ocasionalmente pienso en los claros momentos de hipnóticos pesares y amables precedentes, y a lo largo de esa esfera óptica, solo deslumbro los reflejos del desperdicio de la eternidad, de los vacíos que se mueven al quemarse el cielo mientras las aves esperan. Y a lo lejos veo que todo se asoma a Nada.

No es que desespere en el tiempo, simplemente no lo alcanzo, y a mayor razón de justicia viene la equitativa distribución de los matrimoniales supuestos de controversias; ejemplares de recreación eterna en una mente descompuesta y llamada a los siglos; que sigilosos emprenden el retiro, y mueven sus orejas al camino. Entre ese pasar del tiempo, llego callando el viento para exhumar el silencio, coronarlo como soledad, y amarlo como odio.

Recreativamente veo la gigante rosa, cuyas espinas clavan a Dios en un universo bermejo y perfecto. Lo veo… sangrando entre la pena y jubiloso en el recuerdo, ¿qué tengo que hacer, para ganar la paz de noche sin muertes?, ¿tengo que llegar por el mar más furioso y destructivo? Las respuestas callan en un ruido de intensificaciones, mientras desbordan las estrellas la luz negra de las noches.

Los ritos cambian velozmente al intrépido sarcasmo. No puedo escapar de lo que quiero, y la lluvia de los recuerdo azotan la bendita magnificencia de la tortura. Los suspiros llegan a enjuagar su aliento, las páginas se escriben rotas, y los corazones desnudos dejan de bailar entre las nubes. Sólo espero que vociferes el último sepelio de tu alegría.

Pero en fin, el tiempo se abre en los engaños que se permite, y deja volar los gratos dolores de recuerdos, deja caer en oraciones los reflejos; que escondido en un letrero, visten las velas del infinito. Porqué algo es seguro, y no peca entre un fluido reino, porque no cae en el bien y el mal, porque no tiene consecuencias, porque no llega a destiempo, porque no conoce un comienzo, por que sólo espera su huída, porque esta vez tiene que acabar… porque este sentimiento tiene que acabar.

Pronto tiene que acabar el final.

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