miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fragmento de: La vida despertando po la muerte:_:_:

La escena había quedado perfecta: la lluvia, la tarde, la hora, la esquina, el carbón destrozándote la garganta por el olor de hamburguesas, el hambre que se había convertido en un corazón palpitando sobre tu lengua, tu inseguridad cubierta de una sonrisa cuando la viste, la ventana desde donde asomaste con pétalos la vida, el idear un pretexto para quedarte ahí más segundos. Todo convertido a tus obsesiones con vista a tus ilusiones, que de un instante se perdieron al contraste de críticas conversiones. Recuerdas la imagen, sí te importa, pero ni modo de pensar en los sonidos de sus caricias y el crujir de sus besos cuando ella se sentó con él, y tú, sólo mirabas por la ventana una salida que podía perforar todo latitud de tristeza sin derramar una lágrima o mostrar los esquizofrénicos momentos que huían de tu pecho, sólo seguiste sentado y comiendo la hamburguesa.

Cuando saliste pensaste en no volver, que la lluvia que caía te llevaría lejos, que lo olvidarías mientras conduces de regreso, que otra te llenaría los ojos hasta volver a romperlos. Pero a la vuelta te das cuentas que estás incrustado a la curiosidad, a los acertijos que lanza el espejismo de verla sonreír con los ojos pardos que ciegan al cielo, al misterio que te entierra a seguir pensando en ella. La lluvia sigue cayendo y sus gotas pretenden ser las lágrimas que no lloras, tienes que volver; ahora, siempre y cuando sea, no soportas dejar de intentarlo hasta llevarla a la orilla de la luna para decirle cuánto te gusta.

Mañana, dentro de dos días, en una semana; no importa mientras ella no se extinga, la obsesión te va transportando sobre el tiempo y te vas columpiando suavemente a su mirada que se extiende a regiones de recordarla mientras sigues repasando qué día irás antes de que las venas se sequen cuando ella te las corte. Pensando en qué dirás, en qué espina te detendrás para ubicarte dentro de su piel y colgarte de su gravedad para oscilar dentro de sus pensamientos a cada día y noche; siguiéndola y amparándola con el vértigo que cae desde tus brazos, cazando y cayendo a su amor.

La lucha mortal con el instante y el eterno salto a las curvas de adrenalina, el sabor de sudor que te penetra hasta el dolor, tu vida girando a la libertad mientras más la recuerdas. Mano a mano, vas entre días; sosteniendo las palabras desde tu lengua para fulminar rituales, emblemas, ciudades vedadas, silencios livianos que pesan en la memoria. Porque no has vivido el pasado de tus días, frente a un presente que se va conjugando entre lágrimas que van sonriendo desde la soledad; aquella que se envolvió a tu pies mientras caías al murmuro de tus propios sentimientos desbordados por ella.

Dedicando piel al tiempo, sobornando y legalizando el espejo, conjurando frente a un Dios que promete ser real, confiscando tu alma para llorarla al perderla; todos lo días de noches, a cada suspiro: A nuestra alma. Los sonidos de tu boca se escurren entre tus dientes, tratando de perforar del manicomio la esperanza, sacarla a que arda entre mortales, procurarla de tormento para invocar sobre tus noches la crítica hora en que se pasean tus pensamientos.

Hoy, mañana y siempre, comprando risas a alegría, con la opción de girar al cielo hacia las nubes, respirar y olvidar que ha pasado más tiempo que un futuro tardío, nebuloso y pausado entre tu garganta que expira al respirar hacia los negros puntos entre tus ojos que anulan la opción de libertad, nada se vuelve hacia ti, sólo períodos incoherentes a la raíz de tu obsesión. Historias pérdidas al azul del cielo, cuadros profético s y ensalmados al oído del vacío, del que has caído desde su gravedad para ahogarte, para salvarte.

Magnitudes ensanchadas de saliva, a la crítica de tus propias fabulas y con un resorte que te permite rebasar cualquiera de las alas ya vedadas, amarrado sin escape a la realidad cubriendo al destino en una cristalización amarga que dura en una ilusión lírica, nada es menos importante que nadie, confundido entre las monedas que vendieron tu nacimiento y ciego a los cariños, que pasajeros vas encontrando y llenando al libertinaje, porque está es tu vida; la sensación mítica de segundos y clasificaciones mortales, chico entre los grandes y antiquísimo entre los clásicos, has revivido de la tumba, excavado el último hueso para armarlo, huyendo de las criptas para refugiarte entre el olvido de tu epíteto, locura al pasado sepelio, muerto a sensaciones y portal de ilusiones, al fin de todo: escribes.

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