lunes, 6 de julio de 2009

El tiempo a lado

-¡A la mierda!- Volteas y esperas unos segundos para recordar, no hay nadie a tu lado, no hay segmento que voltee sobre la desorbitada mañana que oscila ya por acabar. Te levantas y preguntas por qué te hablas desde una tercera persona, tratando de referirte a la primera; como un ser que pasó entre el sueño de alucinar algo.

Hace casi de veinte días que comenzó el paraíso. Respiras y hueles la libertad, y marea bien chingón. Adiós a las putas integrales colgadas desde los anillos que te joden el sueño por levantarse a arruinar al tiempo, como si éste tendría que hostigar tu vida para acurrucar sus desvelos. Es casi medio día y apenas tus pies tocan el suelo, recuerdas que no has podido escribir nada y que te revienta el carajo cuando te inflas los pensamientos: ¿Qué estoy haciendo?

El hambre te joroba el estomago, ayer eras un cuadrado obeso y hoy hasta lo huesos se caen entre los pasillos, tratando de absorber el calcio del mosaico. Desayunas a la hora de comer y te preparas listo para salir. La ciudad presenta la misma cara con distinto acento, y las nubes llenan el firmamento. Son estos los días de gloria; en los que un gran fanático debería resucitar, llamándose entre los corderos y cargando la mano entre la mierda, pero ahora, no pasa nada, sólo te ríes de lo que piensas y en qué momento tendrás que derretir lo que ahora piensas para salvarte del recuerdo.

Recuerdas que desde hace tiempo te extrañas, a ese pequeño imbécil que iba comiendo la muerte a través de las calles, corriendo entre las llantas de mortalidad mientras el velocímetro marca 170, la noche es larga y es necesario cabalgarla toda, antes de que nos coma; sí, “nos” A quién chingaos importa ese “nos”, si es a toda madre. También tambaleas sobre pensar en la leyenda de ella, de esa y aquella, que sin menos que invocar, es sólo una; aunque sólo ha pasado más tiempo de lo perdido, piensas a qué velocidad tienes que volar para poder aterrizar sobre su cuello; pero ahora sólo es fértil manejar hacia la luna.

Navegando sobre la llama que enciende las gotas de lluvia, no hay más que pensar que ahora, esa colonia esta inundada de pasos que nunca quedaron impregnados pero siempre marcados, que ahí, en ese parque de bendición oscura, las sombras se pasan inadvertidas cuando buscan lo que encontró y lo que repetirá entre los segundos que se entierran como horas; sólo basta con excavar un poco, para encontrar tu cadáver aún pronunciando la sonrisa que desde el infierno se deja ver.

Oscurece hasta el fondo que la luz eléctrica se congela de negro. No hay más suerte que matar el azar, no hay más sangre que llevar al altar. Es tarde y no te puede quitar, este recuerdo que te viene a levantar, para que caigas sobre el vacío que encierra gritar, tu nombre desnudo que no te puedes quitar; mientras endulza su sangre que escurre entre la carne del mío.
En la noche, con sólo una comida al aire y tocando el café entre la boca, voy paseando ahora, entre la huellas, entre conjugar mi primera y un mil persona. Resumo que con suerte comeré sólo dos veces, y que mañana será lo mismo, que próximamente me inundarán los veros, solamente la dicha es real. Porque este es el paraíso, él que se va seduciendo entre más hondo se va cubriendo. No hay más que ver a lado y ver que está el tiempo alado.

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