domingo, 15 de febrero de 2009

Recital a un muerto

Ante la cobertura vital que entrega la noche al recibir nuestros sueños, es necesario adjudicar las voces que componen los versos más infieles que se adjudican en mí. Durante la caída de Tiempo que rompe la miseria del estrecho colapso, ante la postura de supuesta inercia que codicia la tragedia de mis dimensiones, exclamo a distintas peticiones el eco tinto de mis devociones. Y como rueda la fracción de pozo, sobre los abismales ritos perdidos. Fundo sobre esta perdida lectura, el llano canto de mis flexiones.

Sobre el infalible ruido que acosa mi determinismo, doy ahora la perdida causa de la esfera. Furtivo funcional que recorre la vista electa de su alrededor, al conmemorar su sentimiento que sobrepone los cultivos glaciares del espacio. Espacio de forma inhumana; correlacional a la luna, infringiendo el sol sobre el amor, ayunando el corazón con sus males, gustando el participio del pronombre, ejecutando la vida sobre la cisterna de Él, imitando escribir lo que hace, escribiendo lo que yace, llorando la barda transcrita de su ejecución, y colocando payasinos en su mente; para cuando sea necesario asesinar uno y sobrevivir, maldiciendo su prima de abolengos uniformes, ocultando para siempre su alma. Y sobre la muerte siempre bebiendo sus ojos negros sobre el secreto jamás expresado…

Secreto que no tiene que ver con nada, y que su voz es un mar levitando sobre cualquier causa de un concepto, inmemorable sobre los seres, pero capas de imaginar su existencia para el gran Ermitaño que sigue a la serpiente, y que se mofa de sus contemporáneos.

Épico fundamento durante la cordura de mi vida que oscila en la faceta jamás involucrada en la historia. En las múltiples versiones que subliman mi carácter, me digo incapaz de involucrarme en la descripción de ellas, pero en tal volumen de ocasiones son, que destituyo la vanguardia de tal operación. Si bien, en el fondo sólo arrojo una… la que guarda en mi cociente, la imagen tautológica de ojos negros que guarda ancestralmente por el manto de las más pueriles ilusiones que han existido.

Los recitales son la guarda por ilusiones, que rotula la existencia de una idea genial sobre los estupores que relaciona su autor. Pero dado un conjunto de letras; como clásica destripación de la excusa, que destapa al deísmo de su autor, creo conveniente, llamar a la suma de los volátiles años que llevan los distintitos amaneceres de letras como el llamado de los primeros, recitales de armonía escrita a nombre de un sentimiento encausado a otro. Y sobre esta alucinación, quiero recordar el signo que funde la realidad con la fantasía, que guisa al frenético ritmo de la odisea monótona, con el inesperado cantar de los blancos recuerdos de voces redomados.

Y antes de la memoria de mi nombre (si es posible elegir tal insulto), quiero guardar tal, y asegurar que desista las falsas versiones que pueden concurrir al hecho. Si con su gran voz me lloran, y me gozan en el escrito; quiero concurrir a mi gratitud, siempre y cuando no toquen mis recuerdos (escritos), como suma verdad de lo que yo era, y tampoco mis tribulaciones de mi vida. Si no, un estrecho campo que olvide conceptos y realidades, para un resultado final de composición al manto arraigado de mi existencia: yo desde yo. Y testo aquí mis rimas, que son todas dignas a los versos del cielo que llueven las luces que amanecen el amor. Y así doy testimonio de lo que fui, soy y será, y espero que sean producentes en mi petición, y comprendan lo que trato de marcar, soy la relación entre mi sueños reales.

Ante el recital a un muerto…

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