sábado, 14 de febrero de 2009

Por la voz de los caídos

Formalmente las adversidades retoman nuestro bienestar, y sin más que esperar del trastorno accidental, que fórmula los dotes de desgracia comunes a los estupores representantes de la depresión, adjunto la recóndita protesta al fungir de los factores sensoriales que se presentan como una falsa e irreversible realidad.

Cierto que escribo con más dedicatoria a mi pronombre, pero dados los adjetivos que benevolente me alisto, no es de menos proteger a mis lectores fantasmas de la crítica dinámica de mis representaciones. Así mismo, la inexistencia de los bordes deslumbrantes del paraíso, y la entrega conmocionar de las bondades de la Tierra que se provee en el reino más infame del comienzo del tiempo, me abro la sangre con las palabras más finitas de su entorno…

Supervivencia, digna característica de los rencores más rebuscados a nombre de la extracción de la muerte, desarrollándose así, fines determinantes agregados al medio para una progresión del ser. Tal patraña de la rebusca por rebelión, s concisa a la desunión y negación a la hora sideral que marco su signo.

Si bien la vida y muerte es el paso consiente de la raíz estática hacia obesas voces que representan, de una manera capaz, la estrategia sistematizada de la interacción desprendida en los argumentos ontológicos a nuestra buena estrella. Vengo ahora a recordar aquellos que oscilaron nuestros recuerdos y cercioraron la fundamentación de su derrota. Duelistas de la razón, de la opresión que castiga la diferencia de los roles mentales. Delincuentes que roban del futuro, el bienestar, la imaginación, creatividad, arquetipos, ritmos terrestres de los márgenes hegemónicos, raíces a cielo, trastornos equivalentes a reciclar el infierno en prosas de eternidad.

Vengo a renombrar a los que han caído, los muertos que algunos locos recuerdan y advierten de la totalidad ventilante del sufracto mundo. Una concisa y verdadera humanidad de los mejores recuerdos de la moral. Pioneros de lo raro, desconocidos en su firmamento, incomprendidos en la pena de la eternidad, llamados en un mecanismo de conciencias, acreedores de nuestra alma, infalibles caídos en su triste gloria.

Si bien el sufrimiento, el titulo de no poder acontecer en los degustos que no lloran. Los caídos, irreversibles, sufren de los estupores más tortuosos que la esperanza puede dar. Y representados en tal estado, su gran apremio por tratar de revertir su dicha. Es de ahí, donde con enorme trama grito por ellos.

Por su voluble intensidad de pasión que se contrae en las recurrentes divisiones, de los que mencionan su nombre. Por ser, lo que el resto detestaría. Por la contradicción de sus propias mentiras. Por dejar su voz en un misterio para salvarse de los que creen comprenderlos, para defender su caída en el infierno.

La pena es la concordia de ver la esperanza durante la angustia, donde todo el infierno envuelve cualquier posible consecuencia a los lazos, que finalmente determinan la relación atributiva de nuestra vida. No por sufrir mucho se es más sabio, si no puede, el sabio sufrir más que otros.

Y ahora, tengo que confesar que carezco de arquetipos, ídolos, o cualquier sustracto que sea mención de imitar. Admito mi admiración, mi respeto, intriga, entrega y dedicación, a los innumerables personajes que merecen el conjunto de sus sueños. Pero no lo quiero imitar, y tal vez más que no querer; no creo poder, pero en aquellas posibles tendencias, el resultado es uno sólo. No soy más de lo que ahora soy, y no me arrepiento.

Pero no es de más dedicar un poco a los que han caído. Sea donde hayan caído, expreso mi máximo respeto y sana admiración a la resistencia de la voz, que siempre despierta el universo.
Así que la presente, no es un homenaje, y no pretende serlo. Soy demasiado informal como para profanar el bueno nombre de los que hablo. Más a mi oscura voz, los llamo en mis inútiles párrafos, para presentare como la historia invisible que la mayoría desconoce.

Y si bien o mal me reciben, estoy en su capacidad de peticiones, jamás entregadas a Dios por temor a que se cumplan.

Ahora y en los próximos años, pido fin a la presunción, con que algunos insolentes nombran a sus ídolos. Bien me gustaría colocarlos en su vida, par que con honor puedan describir una hora de agonía por la voz de los caídos.

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