jueves, 5 de febrero de 2009

Expreso mi pesar al muerto que hoy vive…


Si bien las criptas nos albergan la conmoción de sus docentes, y sus docentes nos expresan el roer de los años en nuestra distancia entre un asilo de madera y la expresión del medio desecho. En esa tumba, los prototipos descansan de lo que pesa la muerte. Así mismo, a su alrededor descansan suspiros de gusanos, que marchitos de alimento han acompañado a nuestro devenir. Si bien ese personaje muerto yace en un yerto de olvido, y a su paso florecen pastos y glúteos de tierra. Él fallecer del pronombre de nuestra voz diverge en los condominios del eco que nos acompaño, vomita las lagrimas del querer por amor; lágrimas que consuelan el olvido y los dotes del alma que ofrecieron la conciencia de la pérdida.

Pero aquella arcaica cripta que da al personaje fin, es más de lo que no es, es la línea que asegura la muerte del objeto. Es la paz que nos asegura el muerto y él seguro de su muerte.

Pero he aquí, un signo que huyó. De las causas ancestrales que determinan el colapso de la vida y muerte por obra de quién legisla la completa ficción, como la más escéptica realidad. Un determinado azar, es el que, Él bienhechor dota el escrito con las más enfermas palabras, con las siguientes líneas: maldita bendición…

De determinante forma he comprobado mi acepción hacia los frutos didácticos que la vida ofrece. De todo ese conjunto de ranuras que conmocionan el talento de la gracia que se funda con la sociedad; me expongo como el radio de nula expresión. ¿Qué rayo cae en la fuente del sentimiento que no puede verter la expresión natural de los cónyuges de la masa? ¿Qué pasión sustraje, que aborda la causalidad como el más enfermo paso del acto…?

Estrecho campo es el que me divide de la vida. Al componer mis sucesos en orden de dicha, la jerarquía estipula con los dotes de la acción, que si de bien o mal haya sido, no sobrepasan la estructura. Sólo se muestran como una anomalía que ejerce la materia al alcance de orates e insanos, de un camino que cruza el agua por la frágil tierra que el movimiento expresa a la innovación póstuma de la expresión.

¿Qué diferencia existe entre un muerto y el estupor catatónico que me describe? Si bien, a nadie le importa mi vuela por el mundo, nadie es escriba de mi épica, todo resto de contundentes acciones se vuelven controversias en la mente de los consanguíneos. Las sonrisas se vuelven hacia el inframundo, donde las muecas ciegan mis lágrimas con el auto-determinismo de la hipocresía y despiertan infames burlas de ángeles encarnados que destronan mi querer por la oración del bien…

¿Qué hacer con un muerto clínico que besa la vida…?

No hay comentarios:

Publicar un comentario