domingo, 10 de enero de 2010

Breve consuelo

Escuchas latir al corazón entre el arco de los segundos, óptimos para lanzarte entre la imaginación hacia un nuevo y satisfactorio mural de cromáticas dimensiones. Recorres la acuarela dibujando el amor, subiendo y trazando cualquier ilusión; la noche se cierra al enjambre de tu inquisición; inquisición que tortura y a la vez te lleva, de frente y por los labios, caricias del dolor. El portal se estrecha hacia la ocasión: -¡Crúzalo, a inspiración!

Ahora, la hora de la luna mercurial en tu habitación. Ahora, la hora de pensar dentro de la locura el grito que aúlla el alcohol: “-¡Estréchame lejos amor! He venido a tu balcón sólo para pedirte perdón; huye, huye. No dejes que comience a recordarte cuando volemos al corazón”. Y es que no es el alcohol, es tu voz la que grita en desolación.

Desolación. Breve consuelo de nuestra imaginación, prendido al sentimiento y a la sensación de su cuerpo al estrecharte con sus ojos, al perderte a la estrellas lejanas, al pasar labios y cosquillas de mímicos deseos que se despliegan desde sus senos. –“¡Y es que ahora la recuerdo!; bebiendo con hambre, devorando con sed. La recuerdo al olvido de sus mejillas, de sus pupilas, de su vida… puede que la haya conocido en mi recuerdo. Desolación”.

La libertada aumenta, sólo para conocer sus caderas. Cierras los ojos y levitas: –Cuidado, estás con Dios. Te sonríe a una cadena y te sopla al aliento de perdón-. –“Lo siento Dios, no he vivido, aún merezco tu perdón”.

-Jugaste a ser Hefesto y Apolo al mismo tiempo. Sorpresa mi hermano, eres mortal y con alas sin poder volar. Piérdete lejos, escóndete cerca; donde todos te vean al crepúsculo de tu sonrisa que simboliza el matinal de tus lágrimas. Juega con la luna, únete al viento, sécate con la luna, destroza la naturaleza. Eso, eso. Sé artista, arte de mis milenios danzando en silencio; locura de tu derrota, alza de mis espejos. Jugaste a pedir Mefisto, rezando por silbar con Dios. Vacío esperando, maldito entre tu destino; todos pueden leerte y pocos comprenderte. Ella puede verte pero nunca amarte.

Volteas a reflejo, pierdes con tu firma el tiempo. Qué importa, cuando tú voltees, ella ya se habrá ido lejos, lejos y dentro tu corazón. Y sacas las garras, en su gancho y filo encuentras la razón de abrirte las pupilas con los ojos húmedos; porqué no quieres perder su última figura y quieres estar al péndulo de su eternidad, las sacas. El cuadro es perfecto que rebasa cualquier paisaje, el último dónde la veas, el último dónde ella lo sepa. Rebanando a piedad del sosiego; siendo un héroe sin saberlo, tomas tus ojos mientras las acuarelas siguen sangrando. Tus ojos tirados, tus ojos olvidados. Ciego la ves. Ciego la quieres. Ciego la amas.

Escuchas latir el corazón, porque ella bosteza con tu recuerdo, y el arco se extiende hasta ser recto. -El cuadro está perfecto, puedes pasar a su olvido; puedes pasar a la historia con tirarte sin salida al vació que se asoma.

“Ilustre mural, pagano de colores, estás listo en su retrato; sólo he dibujado un punto, sólo veo un punto, creo que mi vacío le va gustar hasta escuchar mis canciones de soledad. Creo que soy ciego y no pudo verte, pero ella esta ahí, en un bello corcel que cabalga su jinete. Y yo aquí, convirtiendo el punto en letras, en panoramas de alegorías; en crudas fantasías. En poesía. Exclamando sin sentido; como un breve consuelo, eso es. Un breve consuelo: Suerte.”

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