lunes, 9 de agosto de 2010

Póstumo desvanecer

Desistir por postergar, inundar por nadar. Suelo y cielo renacen y redoblan el tiempo, persiguen una distancia constante que sea agita y se expande; día de pronunciar contradicciones diáfanas por un vacío al abismo de un limen enjaulado en límites de intervalos del umbral.

He aquí, mi aura que baja y se desespera. Estoy enfermo y la fiebre me lleva a alucinar tribulaciones incoherentes que riman con las estrellas, las mismas estelas que se rompen en el silencio cuando se bregan tras un reflejo bermejo, pronunciando asteroides y palabras sobre las retinas de incluir todo en nada: Amor.

La sábana se extiende, me cubre en un infierno que me ahoga, es eterno el momento y pasa tan rápido que es difícil decir que es lento; porque así me voy quemando bajo este minucioso universo cubierto de inquirentes oniraciones clasificadas sólo para la teología… cubierto siempre con cenizas que atacan yugulares, que bajan sobre mi garganta y me hacen estornudar como un grado melancólico de elipses y turbulentas obsesiones.

He descantado el portal de la magia para vencer en la mística. Premonitorio al hedonismo, hay un Buda comiendo hamburguesas en McDonald’s, y un Mahoma echando suelo entre prostíbulos del vaticano; de mis ojos nace una sonrisa, se observa por el cielo como un relámpago de desdicha al que le caiga. Orfandad y un gesto gaseoso tras pasar una hora en cada minuto que no puedo dormir. Comienzo a blasfemar, comienzo a profetizar… Ven aquí, dulce aire puro de melancólicas pupilas, quiero que me beses con tu boca de injurias profanas y herejes.

Me gusta el mar, me gusta el cielo, me gusta atravesarlos diario bajo sedantes que aún no se descubren por el ingenio de toxinas nubladas. Me gusta trepar tu castillo de arena para que se caiga y me mee sobre él. Me gusta observar y me gusta hacer cosas que se prohíben al pasar.

Y en una costa de turbulentas olas, viene un velero nadando con anclas clavadas hasta el núcleo de tus sesos, de colores viene, con sus velas volando en el cielo. Sólo déjame naufragar en tu cuerpo, en tus sentimientos que se susurran todos los ídolos marcados como Dioses.

Legiones que vibran, vibran en gitano. De ver estrellas tengo ojos en el paraíso, un ritual menos que se descompone con las siluetas que bailan en la ceguera, un estruendo que sólo escuchan los tímpanos marciales que provienen del centro del infierno; porque aún queda levantar la última legión en esta guerra: la de los vencidos. La nuestra, la que tenemos que ver diario y nos pegamos a ella, la que tiene marcada un orgullo por haber sido desterrado y clavados por nuestros sentimientos. Y es aquí, territorio dónde todo axioma nuestro es un real equívoco, es aquí el pulir la sangre con cada versículo, con cada testículo que aún tenga huevos. LA hora se acerca, la hora se pierde en nuestras miradas como una silueta pálida, melancólica y orgiástica. Ven ahora a mi destierro, ven a ver cómo tiemblo por agarrar una lanza y arrojarla al cielo, ver como se derrite y emergen estelas que caigan sobre tus ojos. Porqué la última guerra es por amor, lo sabes…

En el incienso se acobijan los amuletos, se carga de manías las voces de las próximas sinfonías, aquéllas que vibran entre nuestras fantasías, esas que otros piensan como crímenes y nosotros soñamos en evaporaciones liquidas porque sólo están hechas de nuestros corazones. De ideales vivimos en la última legión, la que está en el infierno, en la que clamo por mis sueños.

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