domingo, 21 de agosto de 2011

Oxímoron

Si alguien llegase a describir a una mujer con la imagen de un oxímoron, su furia combinada con retratos que delimiten a la mujer no como un fin; sino un principio que jamás ha empezado. Su locura ya está comprobada por la fantasía, por exhumar el corazón del pecho para regalarle gotas y latidos, sus ojos ya están compuestos y desbordan el caos en su mirada para poder conseguir el doble mundo existente, el secreto delirando por ser deshermetizado y compuesto del erotismo, de saber que la mujer ha cruzado los sentidos y se dirige con una rapidez que sólo alcanzan a delinear descripciones paralelas para tejer el completo deseo que se tiene por ella, el inicio insatisfecho del amor, el artista ya sabe que el caos completo está guardado en esa mujer; jamás musa o diosa, sólo y enteramente Mujer.

Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada;
había en un andar -si el oxímoron es tolerable-
una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis.

Jorge Luis Borges

miércoles, 10 de agosto de 2011

Plus Ultra

El delirio se afrenta a ese espejo, el espejo es el sueño de conseguir una sonrisa, la sonrisa se pega al claustro del cielo. Ese cielo al que conocemos con los ojos abiertos, al que conjugamos al jugar con las nubes a través de los años. Este estío ha pasado ya veintiún veces como para desdoblar manecillas y colgarlas en la boca; los mismos calores que aturden de gélidos, el frío incontable que se detiene a respirar fuego. La misma cama, el mismo techo; a veces un raro dolor en el corazón y una emanación del alma cuando esto sucede, se inhala fuego y duele, se aturde con el frío y se detiene; todo ese raro dolor de sentir al corazón, de respirar y el dolor vuelve. Todo parece un soplido, un suspiro, un silencio que la noche retiene y su eco se repite por las mañanas; en las mañanas el agua fría rescata y tiende a expandirse como una niebla con sentidos de perderse. Con la noche en las retinas, los semáforos de la calle se desorbitan hacia el caos de las miradas que los cierran. El silencio se va matizando entre los dientes al pronunciar nombres, las encías comen besos y los labios delimitan las curvas del alma hasta la piel.

El espejo se empuja contra las fauces del delirio; las horas pasan como cada año, es imposible medirlas que alcanzamos a contarlas. Esas horas pasan, murmuran de cerca, se infiltran y comienzan a dictar sobre las pupilas una danza, casi lúdica, onírica que despierta un reflejo. He visto tantas veces el reflejo que parezco una ilusión para él. De noche me convierto en luciérnaga o en fantasma, paso a devorar cuellos para destilar besos, conozco el aroma de labios transparentes y de silicones tímidos. Aún veo pasar sombras sobre las últimas regiones de luz donde la oscuridad es en mayoría completa, esas figuras mezcladas con ensambles imposibles; conozco los ruidos que hay debajo de mi cama, conozco que por allí hay una ventana para saltar al cielo y caer desnudo, sin boca o piedra para dibujarse una. Conozco que hay más allá y duele revolcarlo en la Nada, exprimirlo en el caos y sustentar que es imposible un estado cognoscitivo fuera del alma; sé que en ese imposible Allá, se combinan los colores con raros magnetismos, las profecías se marcan como pautas al pasado, el tiempo es un café usando el último grano de fantasía, y el corazón se agita por esas volteretas hacía sí mismo, para llevarse perdido al destino.

La lluvia avanza hasta secar las páginas; páginas que repiten el ánimo de la pasión, el escurrir del deseo germinado por las miradas, el cuerpo tirado y compuesto de bisagras para poder abrir los brazos, la lengua cosida para poder olfatear las tijeras que puedan delinear cada resina de sangre. Es tu cuerpo y estas palabras viscerales, naturales y estúpidamente depuradas; es tu alma que gime desde el abismo de tus ojos, es tu piel pegada a tu sexo, tu abdomen dormido y blando, tu corazón haciendo funciones biliosas para sustentar la saliva de sangre, son tus colmillos que persiguen desprender piel al cielo, a la mujer del los silencios, al temple de los siglos con los que se la retina se llena por la garganta femenina, es atisbar el engaño femenino; superarlo o dejarse batir con su cariño, es levantar los ojos sobre y sobrepasar entre los senos al silencio, es no saber ni un carajo de lo qué es amor pero pronunciarlo a cada labio ajeno, es llenar de palabras un cuerpo que te habla y te persigue con sus venas, es llenar las manos de miradas y acariciar así a esa mujer; es sólo tentarse por morir, por haber nacido y mirarse en el morir.

Las páginas se van quemando con lágrimas, el fuego del cielo cayó un día de hace veintiún años en mis ojos; desde entonces me dedico a mirarlas, a intentar prometerles que debajo del alma hay un hueco para poder condenarnos a no prometernos más, a poder jugar sin miedo con el riesgo de los corazones temblando.

Es allí donde nací, en el último lugar de las risas, donde las flores comienzas su camino a convertirse en hielo, al último lugar derretido por las mangas donde Dios clavo a sus hijos, a la blasfemia y al terror, al tremendo soslayar de la perdición, al cinismo y a provocar hastío; al hedonismo que se niega de ególatra, al juego; todo juego por el deseo de ver los ojos de Ella, temblar y pronunciarle amor, pronunciar que tengo veintiún años y por este rincón que se va delimitando hasta la locura, me tiene frente, con las alas dispuestas a brear debajo del suelo y alcanzar el mar.

El delirio se afrenta a ese espejo
el espejo se empuja contra las fauces del delirio;
la lluvia avanza hasta secar las páginas,
las páginas se van quemando con lágrimas.
Es allí donde nací,
entre los últimos lugares
que la noche canta,
donde los bosques
temen cultivar su tierra,
el alma pronuncia
en el cuerpo de las sirenas
el eco con el que
calla y habla
el amor.

El mismo tiempo tiembla al callar con esta fecha, diez de agosto por la noche, a las veintiuno y treinta, la hora que el segundo no se atreve a ir más allá, a explorar la desnudez con las manos puestas como besos, los besos acarician como manos, los deseos atentos esperan por cogerse a la noche; y todo para nacer porque está permitido morir. Morir hasta matar la muerte y descansar en el descaro de la eternidad.

lunes, 20 de junio de 2011

Tras los ojos del silencio

Esa última devoción de vencerse, de caer, de columpiarse entre el vacío que crece entre los ojos, entre la piedra rota, la caliza, la que tiene plumas de fuego y escribe tu nombre en el viento; puedes pronunciar tu nombre a mitad de la noche, entre el rito de la luna cuando yace más en los ojos. Te llamas como el aliento, cuando su aliento te comprueba, no titubea, y te dice que existes.

Creo en ese monte, último y cavado hacia la profundidad de la mística, en ese buque de velas cantando hacia el mar, brear del poeta, en el cielo y en el suelo, en los pies mojados que sacuden las alas, miradas cerciorando el paso por el infierno. Creo encontrar tu mirada, lasciva, sacudiendo todo el cuerpo, encontrando pasillos entre mi alma, le gime y dice que existo, que el sueño es más real entre menos lo recuerdas, que mis ojos miden ausencias de latidos (siempre, sus últimos latidos cuando te dicen te quiero, esos latidos, magnitud de soledad entre el amor y el existir), que la cama es el lugar de llamas, de penetrar la ausencia con la voz seca, con esa conciencia inerte que redondea pensamientos. Creo en las metáforas, en su sinestesia y su flujo por tus labios, cuando los cierras y pronuncias mi nombre; mi nombre sólo es el sonido de algún máximo instrumento, que habla entre silencios y me lo dices tú. Creo en el oleaje del desierto, en mares secos cuando las sirenas y cangrejos han nacido dentro de las espinas del sol, rayo que punza, esquina que borda nuestra piel con incienso, el humo, nuestra alma.

Creo en Dios, más el Diablo me dice un secreto: Yo también creo en Él, nadie como yo; el juego son dados hechos de ojos, picos del vapor de los astros, yo creo en Él y en su vencimiento. Después creo en el Diablo, ese cabrón sí existe, he sentido su aliento, su rumor, sus palabras cuando me dice murmullos de fuego, así escribo las llamas; a veces se para a sonreír y platicamos un poco, jugamos a ver la noche pero todo pasa en un segundo, el cabrón hace trampa, lo siento, es un trineo con ruedas de realidades que giran sobre el corazón, ese amuleto de cuarzo que palpita de colores del cielo. Yo creo en el Diablo, a veces me da miedo, creo que soy yo jugando a besar a dios, apostar con las manos atadas por el vuelo, su engaño me dice que es verdad, pero me quedo en silencio, sentado, dejando que se vaya, que se canse al verme chingado, al verme creyendo que hay esperanza.

Yo creo en Dios y en el Diablo, pero luego creo en mí. En poner los labios a flotar y darte un beso, es ser un felino ensalivando la eternidad al dejar caer en ti palabras, titubeos entre el corazón que se revuelve, se hace alma y se columpia entre tu falda, en dejar puesta la noche sobre la rara brújula de tu cuerpo, en ir por él, sin caminos, buscarlo y acercarme más para que te escondas, ahuyentes el cuerpo y entregues más el alma, para fumar ese humo que vuela de tus pies cuando te bañas, quedarme en tus ojos sangrando como la fe dando espumarajos en el vacíos. Te diré que eres bonita, que las letras son sólo renglones que convierte la fantasía en relojes que miden el genio, que la noche se hace más chica cuando vemos más tiempo la luna, que la luna tiene sombras por la cual se cubre el fuego, que el fuego nació de nuestros cuerpos, yerbas que algún día crecieron en el erotismo de prenderse cera por los ojos, desbordar al corazón por el deseo, el deseo que te hace morir más lento, entre reptiles que nacieron del vientre como el aire que cantan los peces; que eres bonita, simplemente bonita y eso a mí me encanta.

Yo sé que tú crees en mí. Como cuando hay silencio, crees en mí.

sábado, 7 de mayo de 2011

Descorchando bragas

Llegan los mismo pinches días, los mierdas y los cabrones en los que te pudres; es como si tu mierda se quedará atorada y va cagando otras mierditas pero más olorosas. Luego llegas a casa; te preguntas qué chingada madre vas hacer si sigues este ritmo que lingüistas de mierda que se creen intelectuales y críticos de culos te llaman snoob sin que tengas más de tres varos en la bolsa. Quizá lo que intentaban decirte es que eres un pendejo de mierda que caga mierdas por su propia mierda; pero incluso estando cagando nadie piensa en su mierda que han dejado, ni le ponen ojos y boquita y le dan un beso. La mierda estorba, es soberbia, nos ve desde abajo pero no se resigna a que quedarse allí y nos persigue en cada uno de los momentos de mierda.

Así llegan los pinches días, estando sentado en la misma habitación cuando deberías estar descorchando bragas y desnudando mujeres para pasarle los ojos por los oído y bajar al hueco por dónde quizá, hace unas horas, se asomaba un buen pedazo de mierda a sonreírle y decirle: ¡Qué pedo mi reina! y a través de ese encanto, sabría ella que es una cargadita primero antes de ser la Diosa que ahora es: desnuda y con el escote más sensual que en el instante te pudiste agarrar.
Pero no, en cambio estás aquí sentado. Frente a un escritorio hecho mierda, que apesta más que la mierda porque tú estás sentado; preguntando por qué carajo no te pones a estudiar y finges que ir a pedas y tomarte fotos te hace bien y cabronadamente feliz; porque no finges que te gusta la T.V y buscar actorcitos para chuparles los dedos, fingir que eres un chingón, fingir que eres moral y no le ves las nalgas a las viejas y a las abuelitas, fingir que no finges, fingir que eres feliz y es un anhelo natural del ser joder a otros weyes y no pensar que está mal, fingir que eres líder y te cagas los calzones por los pedos de los firjoles, fingir que no comiste frijoles porque no es cool, fingir que no eres un chaca que no habla mal, fingir que tienes una ortografía bien chingona que ni el pinche Dios en el que llamas cuando te va a llevar la chingada te la mama en tu ortografía, fingir que el té te hace bien y por eso lo chupas mientras mueves el atole con el dedo, fingir que tu wey es buen pedo, guapo y es interesante porque no había otro en ese momento que tus piernas buscaban temblar con algo dentro, fingir que olvidas, fingir que existes, fingir que sueñas y eres locohon, fingir que eres social, fingir que a ti no te apesta el culo cuando cagas mierda, fingir que hace diez minutos cuando tapaste el baño con tu mierda no eres tú el que cagabas, fingir que tú no cagas, fingir que tú no comes, fingir que hablar de mierda es de mal gusto, fingir que eres culto por haber leído Harry el metedor de varitas en rajitas VIII, fingir que no eres mierda cuando cagas a otro wey, fingir que eres, que eres tú.

Así vienen los días: a deteriorar las noches. Quizá finja que se puede existir sin fingir.