Confundiendo la gracia entre el atrevimiento de crearla, cercando las nubes entre mosaicos, iluminando las capsulas de iris ante el movimiento crepuscular de unos ojos hipnóticos hasta el desierto, llamando toda sensación para que se asfixie por momentos de la realidad, clamando a esa realidad mientras se plasma bailando sobre cualquier borde de perfección; no importa que los errores cometan el hermetismo de reducir tu vida a cenizas, porque ahí está ella. No importa la distancia, calculas entre sus ojos la mirada que plasme sus labios; derritiéndote cuando su rostro se cubre de luz entre la longitud de la oscuridad, temes que cualquier tema sea necesariamente innecesario; porque no sabes que hacer entre el fuego de su posible control, y lo último que te puede salvar es suicidarte, al aventarte sobre un intrépido segundo que te corone sobre las estelas que la dilapidan de un sentimiento que para ti, resume todos los antecedentes filosóficos en armónicos panoramas de fácil comprensión y una exquisita sensación; porque tratas filtrarte sobre sus pensamientos, asomarte entre sus sueños, entretener sus diversiones al misterio de desaparecerte. No hay más que verla, sonreír sobre el suelo para observarla entre las caderas de la luna; porqué ella no es mortal, no debe serlo. Pero sigues motivando sus sonrisas sobre esta mañana, que se revuelca entre la confusión de arrojar todo al carajo, para poder rescatarlo desde las alas que ahora te llegan sonriendo desde la esquina en la que se encuentra.
No importa cuánto has mentido, no tienes que rescatarla; sólo tienes que enrollar tu vida al sentido de la suya, porqué el sueño es de menos azar de lo que crees. No importa saltar entre los torbellinos que ataquen, porque te llevarán directo sobre el silencio de exhumarla entre los ramos enterrados que oscilan sobre sus ojos, aquellas ilusiones que mastica su vida que su sonrisa te muestra. Nada lamenta el momento; porque ahora es único. El universo revuelto por la eternidad que pasa sobre lo segundos, sigue transcurriendo entre la forma de allanar tus sentimientos; sólo es cosa de simplificar las cosas, de transitar de mil formas el aroma de su sonrisa, flotando hacia su cuerpo y enterrándote sobre las promesas de sus sensaciones, no habrá más que ir al borde de tus locuciones para encerrarla al interés fatal de la curiosidad, porqué navegar al comienzo de mitificarla, es cristalizar la inspiración que los lleva al borde de una posible locura mutua.
Porque la extensión de sus ojos de vidrio traspasa toda protección, cruza sobre tu amor escondido, que sólo ella sabe; mientras saborea los laberintos que traspasan tu piel al ver como se esconden sus manos para saludarte desde su lugar. Dejas que tus pupilas se enganchen sobre su cuerpo, y ahora lo piensas; no llegarás a ella a contarle sobre el ínfimo suburbio que se revuelve entre la locura que te lleva hasta las rosas invisibles que espinan lo tanto que te gusta, no estallarás cuando su voz roce hasta el eco de tu cuerpo y sus palabras de burbujas se peguen sobre tus mejillas para estallar hasta el borde de tus labios; porque ante todo, vas cavando los momentos y relajando sus sensaciones, jugando con la locura que te hace pronunciar su nombre bajo la almohada, sólo para que ella lo escuche y sonría desde su alcoba.
jueves, 9 de julio de 2009
lunes, 6 de julio de 2009
El tiempo a lado
-¡A la mierda!- Volteas y esperas unos segundos para recordar, no hay nadie a tu lado, no hay segmento que voltee sobre la desorbitada mañana que oscila ya por acabar. Te levantas y preguntas por qué te hablas desde una tercera persona, tratando de referirte a la primera; como un ser que pasó entre el sueño de alucinar algo.
Hace casi de veinte días que comenzó el paraíso. Respiras y hueles la libertad, y marea bien chingón. Adiós a las putas integrales colgadas desde los anillos que te joden el sueño por levantarse a arruinar al tiempo, como si éste tendría que hostigar tu vida para acurrucar sus desvelos. Es casi medio día y apenas tus pies tocan el suelo, recuerdas que no has podido escribir nada y que te revienta el carajo cuando te inflas los pensamientos: ¿Qué estoy haciendo?
El hambre te joroba el estomago, ayer eras un cuadrado obeso y hoy hasta lo huesos se caen entre los pasillos, tratando de absorber el calcio del mosaico. Desayunas a la hora de comer y te preparas listo para salir. La ciudad presenta la misma cara con distinto acento, y las nubes llenan el firmamento. Son estos los días de gloria; en los que un gran fanático debería resucitar, llamándose entre los corderos y cargando la mano entre la mierda, pero ahora, no pasa nada, sólo te ríes de lo que piensas y en qué momento tendrás que derretir lo que ahora piensas para salvarte del recuerdo.
Recuerdas que desde hace tiempo te extrañas, a ese pequeño imbécil que iba comiendo la muerte a través de las calles, corriendo entre las llantas de mortalidad mientras el velocímetro marca 170, la noche es larga y es necesario cabalgarla toda, antes de que nos coma; sí, “nos” A quién chingaos importa ese “nos”, si es a toda madre. También tambaleas sobre pensar en la leyenda de ella, de esa y aquella, que sin menos que invocar, es sólo una; aunque sólo ha pasado más tiempo de lo perdido, piensas a qué velocidad tienes que volar para poder aterrizar sobre su cuello; pero ahora sólo es fértil manejar hacia la luna.
Navegando sobre la llama que enciende las gotas de lluvia, no hay más que pensar que ahora, esa colonia esta inundada de pasos que nunca quedaron impregnados pero siempre marcados, que ahí, en ese parque de bendición oscura, las sombras se pasan inadvertidas cuando buscan lo que encontró y lo que repetirá entre los segundos que se entierran como horas; sólo basta con excavar un poco, para encontrar tu cadáver aún pronunciando la sonrisa que desde el infierno se deja ver.
Oscurece hasta el fondo que la luz eléctrica se congela de negro. No hay más suerte que matar el azar, no hay más sangre que llevar al altar. Es tarde y no te puede quitar, este recuerdo que te viene a levantar, para que caigas sobre el vacío que encierra gritar, tu nombre desnudo que no te puedes quitar; mientras endulza su sangre que escurre entre la carne del mío.
En la noche, con sólo una comida al aire y tocando el café entre la boca, voy paseando ahora, entre la huellas, entre conjugar mi primera y un mil persona. Resumo que con suerte comeré sólo dos veces, y que mañana será lo mismo, que próximamente me inundarán los veros, solamente la dicha es real. Porque este es el paraíso, él que se va seduciendo entre más hondo se va cubriendo. No hay más que ver a lado y ver que está el tiempo alado.
Hace casi de veinte días que comenzó el paraíso. Respiras y hueles la libertad, y marea bien chingón. Adiós a las putas integrales colgadas desde los anillos que te joden el sueño por levantarse a arruinar al tiempo, como si éste tendría que hostigar tu vida para acurrucar sus desvelos. Es casi medio día y apenas tus pies tocan el suelo, recuerdas que no has podido escribir nada y que te revienta el carajo cuando te inflas los pensamientos: ¿Qué estoy haciendo?
El hambre te joroba el estomago, ayer eras un cuadrado obeso y hoy hasta lo huesos se caen entre los pasillos, tratando de absorber el calcio del mosaico. Desayunas a la hora de comer y te preparas listo para salir. La ciudad presenta la misma cara con distinto acento, y las nubes llenan el firmamento. Son estos los días de gloria; en los que un gran fanático debería resucitar, llamándose entre los corderos y cargando la mano entre la mierda, pero ahora, no pasa nada, sólo te ríes de lo que piensas y en qué momento tendrás que derretir lo que ahora piensas para salvarte del recuerdo.
Recuerdas que desde hace tiempo te extrañas, a ese pequeño imbécil que iba comiendo la muerte a través de las calles, corriendo entre las llantas de mortalidad mientras el velocímetro marca 170, la noche es larga y es necesario cabalgarla toda, antes de que nos coma; sí, “nos” A quién chingaos importa ese “nos”, si es a toda madre. También tambaleas sobre pensar en la leyenda de ella, de esa y aquella, que sin menos que invocar, es sólo una; aunque sólo ha pasado más tiempo de lo perdido, piensas a qué velocidad tienes que volar para poder aterrizar sobre su cuello; pero ahora sólo es fértil manejar hacia la luna.
Navegando sobre la llama que enciende las gotas de lluvia, no hay más que pensar que ahora, esa colonia esta inundada de pasos que nunca quedaron impregnados pero siempre marcados, que ahí, en ese parque de bendición oscura, las sombras se pasan inadvertidas cuando buscan lo que encontró y lo que repetirá entre los segundos que se entierran como horas; sólo basta con excavar un poco, para encontrar tu cadáver aún pronunciando la sonrisa que desde el infierno se deja ver.
Oscurece hasta el fondo que la luz eléctrica se congela de negro. No hay más suerte que matar el azar, no hay más sangre que llevar al altar. Es tarde y no te puede quitar, este recuerdo que te viene a levantar, para que caigas sobre el vacío que encierra gritar, tu nombre desnudo que no te puedes quitar; mientras endulza su sangre que escurre entre la carne del mío.
En la noche, con sólo una comida al aire y tocando el café entre la boca, voy paseando ahora, entre la huellas, entre conjugar mi primera y un mil persona. Resumo que con suerte comeré sólo dos veces, y que mañana será lo mismo, que próximamente me inundarán los veros, solamente la dicha es real. Porque este es el paraíso, él que se va seduciendo entre más hondo se va cubriendo. No hay más que ver a lado y ver que está el tiempo alado.
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