Las obsesiones son fraternales hasta el momento de voltear a verlas, mirarlas con la única satisfacción de haber acontecido en algo, que bizarramente no sería raro. Y formar parte de esta colección de difamaciones, que estrangulan las satisfacciones, es un claustro que vagamente no se olvida. Me chingué tres materias. Que pendejada.
Si tuviera que volver atrás, optaría por ir delante de dos días de ahora. No me arrepiento, mi vida juega con mi muerte cada vez que el reloj avanza, decisión tras opción de un ciclo, mediando reflexiones a cruz de noches para pervertir el pensamiento con operaciones idealistas de haber alcanzado más cuando ya pasado el día está.
Hasta donde recuerdo, no era tan perfeccionista. No buscaba evocar mas acaso un límite que infringiera un sonrisa afrodisiaca cómo puede ser hacer reír, a mitad de curiosidad, a ella. Nunca supe su nombre, lo único bueno fue el segundo en saber que había caído tras el misterio de la confianza por la seducción, todo esto, sin pensarl en todo esto. Después ella desaparece del gym y se ausentan mis ilusiones; esa es la última vez que alguien me ha gustado de una forma sin criterio.
Pero viendo todo, desde mi ceguera. He cambiado, sí; apenas y a penas me reacciono cuando me levanto por la mañana, hastiado de flojera; misma razón que me encarcela, acurrucado tras laureles que no durarán más allá de abrir la puerta y liberarse de ellos, de jugar mediocremente viedojuegos hasta el punto de voltear al cielo y sorprenderse que ya la luz se ha ido, de pactar con la noche un nuevo misterio para que inspire las palabras y sofoque de menos el vacío; pero el dolor no lo deja, ver de noche el dolor como una pirueta más del cielo. Cielo donde yo soy un gitano que astros desconocidos que giran y siguen la elipse de estar tras el borde, frente, dentro, en cualquier posición dónde ya todo se lo llevó el carajo.
El divertido jactarse del infierno cuando aún se está muy lejos, pero el paraíso duele por no tener la talla de alas mas que para volar en picada hacia ese parque de inhumaciones que reina la dicha de la angustia por el sentimiento. La orfandad llena siempre mi mente, clamando las horas; pensando que antes, de menos, podía rezar plegarias honestas y ahora me vanagloriaría con disfrutar de menos, un momento pleno, bajo una mística que la vida pueda dar de sus muchas relaciones que tiene la felicidad.
Felicidad que dura palabra, más que confundir la alegría alejándose más del éxtasis, entrando en la profundidad de perder los sentidos por olvidar la personalidad mental que acarreaba mi personita. Me caía bien, yo me caía bien, pero voltear en una tarde con vista de madrugada oceánica, navegando con velas caídas y timones rotos, los estribos parecen odiar al almirante, que con trabajo, no ha invitado a algún tiburón amigable para descansar sus restos bajos sus colmillos; me caía bien… Carajo, sé a qué punto comienza a maullar el gemido de perder, cuando el vacío te quiere odiar, ese es el jodido punto dónde está la chingada. Ante todo, cabe en una canción, Como lo hice yo.
viernes, 18 de junio de 2010
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